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Yanina Davidoff: «Es increíble que aún desde el estado no se busquen soluciones a la problemática de la anorexia»

La vecina de Alta Gracia, sufre las consecuencias de un trastorno alimenticio que afecta a 1 de cada 25 adolescentes y que tiene a la Argentina en segundo lugar a nivel mundial, luego de Japón.

Cada 30 de noviembre se conmemora el Día Internacional de Lucha contra los Transtornos de Conducta Alimentaria y esta fecha es importante para visibilizar la importancia de la prevención y detección temprana de cualquier tipo de alteración.

Yanina Davidoff, vecina de la ciudad de Alta Gracia, quien en su adolescencia comenzó a padecer trastornos alimentarios que la llevaron a un terrible extremo de salud, habló con RESUMEN y compartió algunos escritos de su transitar por la enfermedad. Hoy, con 42 años, está de alta y sana.

«Es una fecha que tengo muy presente y necesito hacer algo para ayudar a concientizar, por ello comparto mis escritos»:

«Desesperación, angustia, odio, rechazo y mil sentimientos más me traen a mi memoria tu paso por mi vida.
Una enfermedad que sin dudarlo no se la deseo a nadie. Te metiste en mi vida de una manera tan imperceptible al menos para mí…de haber sabido que eras tan vil…me marcaste para toda la vida y encima con la certeza que en cualquier momento podes volver. Tuviste muchos aliados en tu camino para lograr tu propósito. Muchas personas que colaboraron a que entres así como así en mi cuerpo no hubiera ni una puerta. Cruel y despiadada, era una niña entrando a la adolescencia y diste vuelta mi mundo. Me llenaste de inseguridades que conservo hasta hoy, me hiciste llorar, desesperar, dañarme, odiarme durante horas frente al espejo y con el correr de los años me llevaste a caminar sobre el hilo de la muerte. Me hiciste sentir que estaba enloqueciendo, me hiciste hacer cosas totalmente incoherentes, maldita enemiga mía. Me hiciste odiar lo único que me va a acompañar toda la vida,que es mi cuerpo. Me invitaste a conocer el mismísimo infierno de las obsesiones, encierros,
comparaciones, internaciones, miles de consecuencias que aún conservo y son irreversibles. Y lo peor de todo, es que seguís dando vueltas, recolectando nuevas víctimas. Vos, si vos, anorexia, no sabés el daño que me causaste, el dolor que a veces hoy después de tantos años recuerdo como si lo estuviera viviendo».

«Sólo quienes vivimos ese pequeño infierno sabemos lo que es. Digo pequeño porque si contara las cosas que te lleva a hacer, los pensamientos y esa voz insoportable que te lleva a hundirte cada día más…juro que nadie podría creer de lo que es capaz y seguramente dejaría de escuchar las desagradables frases como: ´sólo es sentarse y comer´, ´¿cómo no podés? ¡Si es lo más rico del mundo?´ ´Es para llamar la atención”…. Y sigue…
Frases ignorantes de quien tiene la bendición de no haber pasado por ese infierno. Practiquemos la empatía y el no hablar de lo que no vivimos, porque de afuera es otra cosa y Dios no lo permita, pero nadie esta excento. Del cuerpo no se opina ni para bien ni para mal. Miremos mas allá de nuestras narices y que alguien haga algo, porque hoy recurrir a una ayuda generalmente es más caro que la misma vida y lo se porque lo viví, nadie me lo contó, cuidemos la vida».

Y continúa: «Un día cualquiera…Mirás alrededor y otra chica es linda, das vuelta tu cara al espejo y vos sos
una especie de monstruo feo, sin forma y gordo. Y ahí empezas a tomar cartas en el asunto, claro a veces esto puede empezar desde antes por otros factores. hoy, narro esto. Tu cabeza empieza a armar una serie de planes para cambiar eso y ser linda y aceptada como las demás. Ahí por supuesto entra en acción tu amiga-enemiga y te da una serie de cosas que podes hacer, por que claramente ella entiende que debés cambiar esa monstruosidad que ves. Y luego de llanto interminable y quizás 1 hora llorando frente al espejo, empezas a pensar por donde ir primero».

«(…) ¿Por qué esta sensación de miedo? Estoy como paralizada, no sólo no quiero comer para no ser gorda, sino que ahora me da miedo comer y me está paralizando este sentimiento. Ya veré como lo llevo, de todos modos mas allá de que es feo este miedo colabora a que no coma. He decidido ir sacando cosas que me dan ese miedo y solo voy a comer sano y poquito, además ya no puedo comer como antes, me siento muy llena. (…) No tengo respiro, no quiero bañarme para no verme, necesito ver huesos, tener las piernas flacas y largas como las modelos de la tele». Cabe recordar que en los años ´90, ese era el modelo de mujer que se exponía en los medios, tanto gráficos como visuales, mujeres delgadas casi sin curvas, que afortunadamente hoy se ha ido modificando.

«Tengo crisis de llanto porque me sobra mucha panza y mi amiga me dice que no, que no tengo nada… ¿no lo ve?. He llegado a pensar que este cuerpo me odia pero yo lo odio más y no lo voy a aceptar, no hasta que no cambie» (…) «Han pasado un par de años, entre medio uno que otro desmayo, en casa ya saben que algo pasa…
pero la llevo bastante bien. Sigo sin comer con nadie, no voy a casa de nadie a comer, siempre alguna excusa encuentro. Me da mucho asco ver comer a la gente, es como si me llenara con verlos».

Yanina fue mamá tres veces y lamentablemente la enfermedad tuvo sus consecuencias:

«Tuve 3 hijos y debo decir que amo ser mamá, pero gracias a esta enfermedad se me súper complicaron todos, razón por la cual decidí ligarme las trompas para no correr mas riesgo ni mi bebé ni yo. En mi primer embarazo, empezó bien y llegando el cuarto mes empezaron los problemas; no tenía espacio en mí, al ser tan flaca, la verdad me sentía pésimo, me costaba caminar y aunque era una pancita pequeña para mi era pesada. Y ni hablar de la alimentación, si bien en ninguno de los tres tuve el pensamiento de no querer engordar, no podía comer, me llenaba mucho, así que tenía un cóctel de vitaminas, calcio y hierro. Comía media costeleta y un pedacito de zanahoria y recuerdo llorar al extremo de la culpa de no poder más, amaba a esa pequeña que venía en camino, pero literalmente no podía más, sabía que sería mi compañera ante tanta soledad y oscuridad en mi vida, sabía que la cuidaría con mi vida hasta mi último día, que sería mi razón de vivir, de despertar cada día y de luchar para que fuera sana y feliz, y que no se pareciera en nada a mí. Pero la cosa estaba complicada, ella crecía pero yo no subía de peso, en total sólo logré aumentar 3.900 kg y por ende, su nacimiento sería un milagro. Gracias a Dios nació bien, fuerte, sana y era una hermosa bebé de cachetes rosados y absolutamente perfecta. Ese día mi vida cambió para siempre, mi corazón y alma ya tenia dueña de por vida. Logré llevar una vida medianamente normal, siempre cuidando que su alimentación fuera la mejor y que creciera sabiendo que la comida era salud y que estaba bien comer de todo».

Cuatro años más tarde quedá embarazada de su segunda hija, este embarazo se lo tomó «con más calma», logró aumentar un poco y su segunda hija «nació perfecta». «Con el correr de los años tuve un par de crisis con mi cuerpo y mi no aceptación, golpes, caídas, más de lo mismo. Años más tarde llegaría mi tercer hijo, ya con 35 años, con más experiencia y suponiendo que sería genial. Pero no fue así, al 4 mes, como en los anteriores comenzaron los problemas, pérdidas, hematomas y de vuelta a reposo absoluto. Otra vez sentía que mi cuerpo no tenia tamaño para un bebé dentro de él ya que seguía pequeña de estructura. Comencé yoga, me hacía bien, me relajaba, estaba muy nerviosa, me sentía muy mal. Y recuerdo un día estar haciendo una posición y ver en el espejo y me vi realmente como estaba, recuerdo que quedé paralizada, me senté un rato y me fui. Llegué a casa de mis padres, le pedí a mi mamá que me acompañara al baño, llevara un espejo y se quedara conmigo, me saque una a una cada de las prendas que tenía hasta quedar desnuda frente a ese espejo, juro que ver esa imagen de un esqueleto con una pancita pequeña me devastó».

«No sabía si este bebe llegaría al mundo. Fueron meses terribles, sin entrar en detalle que era fruto de una relación totalmente dañina. Durante los meses que estuvo en la panza estaba 1 semana internada, 2 días
en casa y así hasta que nació. Nunca subí de peso, al contrario, bajé hasta 38 kg con un bebé a punto de
nacer. Literalmente no podía tomar líquido, ni siquiera un caramelo. Nada de nada, era desesperante para mi. Pero no podía. No llegamos a término al igual que con sus hermanas, pero este pequeño nació mucho antes que ellas, fue prematuro, 32 semanas. Recuerdo estar en la puerta del quirófano y preguntar que pasaba que no
entraba y rodeada de médicos, enfermeros…y una voz que me dijo: ´no te da bien el electro´ y yo dije ´no importa, que nazca, me arriesgo´. Fue una cesárea terrible, una preparación muy dolorosa, sueros en las
manos, para que fuera por arteria, suero convencional el la muñeca, algo que me aceleró el corazón y escuchaba mis latidos a través de un parlante o algo así. Estaba deshidratada por eso tantos y pasando rapidísimo». 

El pequeño quedó internado en neonatología. «Pase dos días con la ilusión de ver a mi hijo y no podía, me levantaba y me caía, ni siquiera desde la silla de ruedas pegada al inodoro podía, me desmayaba, quise verlo y al hacer dos pasos por el pasillo caí de nuevo, pedí una silla de ruedas y cuando llegue a neo pidiendo ver finalmente a mi hijo, saber como estaba, como era su carita, la respuesta fue: ´¿usted es la madre que no quiere a su hijo? ¿Es la mala madre? UD no come y por eso no quiere a su hijo´, yo con lágrimas les dije que lo amaba y que tenia una enfermedad pero que por una enfermedad no iba a no amarlo».

Pasó varios días sin poder tocarlo, hasta que «un ángel» con los cuidados correspondientes, le dejó tocarlo y pudo darle el primer beso. Al otro día, el niño comenzó a comer. Siguió yendo tres veces todos los días y cuando ya estaba en peso, no se lo querían dar. «Lógicamente me puse firme y pude llevarlo a casa, con extremos cuidados. Y debía llevarlo cada viernes para que lo pesaran y corroboraran que lo había alimentado. Creció fuerte y sano como sus hermanas, hasta que sucedió algo inesperado que me separó de él por 5 años, pero ese es otro tema».

«Yo caí y caí, recorrí todos los lugares buscando ayuda, en mi ciudad, en la Capital y todas menos una, fueron negativas, es más, tristemente en mi ciudad una de las personas que me atendía dijo que no se haría cargo de un muerto. Yo caí en una depresión muy muy grande porque sabía lo que me pasaba, lo había aceptado pero estaba tan al fondo que no podía salir. Recuerdo pasar todos los días acostada sin ganas de nada, rogando a Dios que me llevara. Recuerdo que ya no quería engañar con la comida, pero no me quedaba otra porque no podía hacerlo, así que por supuesto me las ingenié para que pensaran que estaba alimentándome de a poco, pero no era así (…) Cada día era peor, mi orina era oscura, estaba deshidratada, no podía caminar ya, me caía en la vereda, si subía a un colectivo necesitaba ayuda».

«Hasta que al fin llegó un papel, una orden judicial para internarme en un centro neuropsiquiátrico. Jamás voy a olvidar ese día, camino para allá, en la ambulancia, como tampoco ese momento al entrar, llena de miedos, me sentía tan chiquita, en un lugar lejos de casa. Fue muy duro ese primer momento, recuerdo ver la cara de mi mamá cuando me llevaban y su caricia en mi cara diciéndome te prometo que es la última, con lágrimas en los ojos. Entré a un mundo totalmente desconocido para mí, todas caras extrañas, algunas perdidas en su mundo, otras se me acercaban preguntándome porqué era tan flaquita, otros me contaban sus historias y todos o casi todos me consolaban. Recuerdo tener que pactar con la nutricionista, escuchar ´o comes o te morís´ ya no había tiempo, pesaba sólo 22 kg». 

«Y así, entre labores, charlas, pasaban los interminables días ahí, incomunicada por un tiempo, luego con la posibilidad de una visita semanal que era tan esperada por mi, llegaba ese día y yo me preparaba para esperar a mis padres y recuerdo tan bien que miraba y miraba todos los que entraban con gran ansiedad hasta que veía sus cara y mis ojos brotaban de lágrimas interminables, mi pregunta siempre era, ¿las nenas? Y los extraño. Era tan duro estar lejos de ellas… y mi pequeño tan lejos en otra provincia».

«(…) Logré recuperar peso, cada semana era pesada de espalda para controlarme. Hasta que finalmente el día de la primavera fuí dada de alta. Volví a casa de mis padres, por cuestiones de la vida no tenía donde vivir, ni siquiera tenía nada de todo lo que había conseguido con tanto esfuerzo durante años, mi vida no era sólo la enfermedad, también tomaba otras decisiones malísimas y en este caso era un ser totalmente oscuro y malo que me había sacado todo. Estuve un tiempo largo en casa de mis padres, hasta que por fin pude volver a vivir con mis hijas las tres en un pequeño departamento, comencé de nuevo con mucha felicidad».

«Con el correr de los años además de una gran lucha  por mi hijo, seguía luchando con mi cabeza, hasta que un día me sentí tan mal y casi tomo una decisión terrible, pero al mirar a mis costados, estaban ellas ahí, mirando a su mama mal, motivo por el cual mire a una de ellas y le dije esta es la última noche, mañana se termina. Y así fue como al otro día me levanté y me alimenté como si nunca hubiera pasado nada. Luego busqué ayuda para hacer una correcta alimentación y tener un seguimiento. Han pasado muchos años de esto, estoy bien aunque a veces batallo contra ella que quiere entrar a mi vida. Esto es una lucha diaria, comida a comida, minuto a minuto. Ella siempre esta ahí a la espera de una mínima tristeza para entrar en acción. Quisiera pedir que se entienda que ella es cruel, que no juzguemos jamás el cuerpo de los otros, que no nos obsesionemos con la belleza del cuerpo, que lo cuidemos porque no siempre se tiene la bendición de no perder la vida y lamentablemente trae consecuencias sin retorno a largo plazo como las que tengo yo. Tampoco hablemos de lugares especializados como tantas veces escuche decir, ´loquero´, puedo asegurar que las personas que están ahí adentro son más leales y verdaderas que las que están afuera, solo cargan con el estigma de una enfermedad de la cual como ya dije nadie esta excento. Respetemos y practiquemos la empatía, no hablemos de lo que no sabemos» concluyó.

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