Camila González tiene 24 años es una joven oriunda de Buenos Aires y está agradecida de trabajar de lo que más le gusta: ser mecánica de autos. Vivió un tiempo en Anisacate, pero decidió independizarse y mudarse a Alta Gracia.
Tiene una moto, donde carga sus herramientas en una mochila y realiza su trabajo mediante la modalidad “mecánica express”. Comenta que al principio su clientela era meramente femenina: al hacer mecánica a domicilio se planteó todos los hechos de violencia hacia la mujer y decidió encaminar su servicio a personas de su mismo género. “Yo creo que todas estamos en lo mismo, de cuidarnos entre nosotras” reflexiona. Luego el boca en boca y con la certeza de que se dirigía a un lugar seguro abrió su público a hombres también. Cuando se le pregunta por qué cree que tiene tanta aceptación entre la clientela femenina, opina que es porque trata de ser pedagógica con sus clientas y volcar un poco de su sapiencia sobre el vehículo, cosa que, según ella, les encanta.
Comenta que sus padres, ambos docentes, fueron su principal punto de partida para lograr independizarse. “Ellos me dieron el apoyo que necesitaba para dejar el taller (en Anisacate) y emprender mi propio rumbo sola en Alta Gracia.» Camila atraviesa etapas de formación constante: hizo cursos de mecánica general, de inyección electrónica, está aprendiendo electricidad, y estudia para Técnica Mecánica en la Universidad Nacional de Córdoba. Afirma que hace de todo lo que se pueda en el domicilio del cliente: mecánica ligera, inyección electrónica y electricidad, su preferencia.
Su vida gira en torno a los fierros: su pasatiempo favorito es el automovilismo y las carreras: “Amo el automovilismo con todo lo que pueda llegar a ser mi vida” ríe. Junto a un amigo, que la ayuda también a aprender sobre electricidad, compraron un karting a medias y aprovechan los fines de semana para andar y divertirse. “Mi sueño más grande sería la posibilidad de tener mi propio auto para correr, pero implica mucha plata. Calculo que más adelante cuando termine de estudiar y pueda dedicarme bien a la mecánica, tener mi propio taller, voy a poder lograr llegar a mi meta”, afirma decidida. “Me doy cuenta que es lo que me apasiona. Pero mi vida sin la mecánica sería muy aburrida” expresa.
Con sinceridad cuenta que los comentarios machistas los recibe por parte de hombres y mujeres. “Las mujeres a veces confían más en un mecánico hombre, como si el hombre naciera sabiendo mecánica, y no una mujer que está aprendiendo”. Pero afirma que hay una gran cantidad de hombres que confían en su trabajo, que hacen caso omiso a su género, y muchos la apoyan en su decisión de trabajar y dedicarse a los autos. “Pero también están los que ni me registran y no aceptan que una mujer sepa de mecánica y ellos no. Algunos me hacen preguntas tontas y me ponen a prueba para saber si sé lo que estoy haciendo”. Pero Camila la tiene clara: ante esas actitudes decide ser profesional y seguir adelante con su trabajo, que es lo que más feliz la hace: dedicar su vida a los fierros.
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