Hasta el domingo pasado, cuando Hacemos por Córdoba le arrebató La Bolsa a Cambiemos por un puñado de votos, el Legislador Walter Saieg no aparecía. No estuvo ni siquiera en el partido el 12 de mayo, esa noche de empujones y supuestos escupitajos. Para algunos era esperable que fuera para capitalizar al máximo sus triunfos en el Departamento y, tal vez, deslizar o anunciar una campaña. Para otros, lo obvio era que no se mostrara para seguir ese juego de incógnitas y dudas que desde hace mucho es parte de sus prácticas políticas.
La aprobación de la ordenanza de las PASO fue algo sorpresivo, como pretendía serlo, pero que generó efectos inesperados. Por estos días, mientras la situación hasta está judicializada con una denuncia en Fiscalía y una presentación en el TSJ, muchos se preguntan qué irá a hacer el saieguismo. Muchos, entre los políticos, porque los vecinos sacuden la cabeza frente a todo lo que se vivió en el Concejo y lo califican en muchos casos de un papelón, compartido, entre partes.
Si muchas veces se ha hablado de la falta de actividades y de política en el Concejo, ahora todo el novelón y la adrenalina de las sesiones puede hacer pensar si la política es esa que ahora está, desde hace semanas arriba de la mesa del recinto. Política son proyectos, son debates sobre el bienestar de los vecinos, son propuestas y tomas de decisiones sobre el rumbo de la ciudad. Lo que tiene en vilo a la prensa y al mundillo político hoy, es una interna partidaria por un lado y una estrategia opositora por otro. Hay un punto en común entre el radicalismo y el sector del peronismo afín a Facundo Torres: la necesidad de fractura. Y parecería que lo lograron porque hasta los más viejos justicialistas locales aseguran que las posibilidades de arreglo entre saieguismo y torrismo son nulas.
Pero, aunque judicializada, la política no deja de ser algo que no se fundamenta en el texto jurídico. Por eso mismo, y de forma no esperada, el Legislador Saieg empezó una series de reuniones en casas de militantes de barrio, o mejor dicho punteros históricos, aunando a todos los fieles y empezando a instalar un discurso que tiene como eje la “mística” del peronismo, la pureza del movimiento justicialista que poco o nada tendría que ver con la “operación transversal de las PASO”. Y más allá de lo que decida el TSJ, si es que hay tiempo, más allá que el Decreto y el llamado a elecciones ya está publicado, a nivel de campaña y discurso, “ese momento dolorisísimo” seguirá al centro de toda estrategia para poder convencer a los fieles de siempre que depositar el voto en el torrismo sería, de alguna forma, faltarle al amor justicialista. Nadie sabe si Walter Saieg irá de candidato, aún. Y parte de su estrategia podría ser que nadie lo sepa hasta el último. Aunque los candidatos de ese sector, como Pablo Ortiz o Juan Manuel Saieg, sienten a ese incertidumbre como una espada de Dámocles sobre sus tiempos de campaña. Tal vez ponga nerviosos a los torristas, pero no deja crecer a los propios, en síntesis.
Poco probable es que la fórmula que nazca de ese peronismo que no necesita de “trucos porque tiene magia” compita en una primaria adentro de Hacemos por Córdoba. Esa también es una decisión difícil porque con ese sello Saieg acaba de ganar, otra vez, la enésima vez, el Departamento. Algunos de los que presenciaron las reuniones aseguraron que le escucharon decir: “Una ordenanza no nos va a imponer lo que tengamos que hacer”. Obviamente hay que interpretar esto en clave política y no legal. Claro que una ordenanza impone, pero también es seguro que desde lo político, para construir o romper, para ganar o hacer perder, hay muchas estrategias que ninguna ordenanza ni un piso del 8% pueden controlar del todo.
De hecho, la ordenanza fue aprobada, fue proclamada hasta por el Viceintendente en aquella sesión del 15 de mayo. Aún así, traspiés e imprevistos hicieron que la novela se delatara más de lo debido. Lo que para algunos es demostración de poder y determinación, para otros pareció apuro arrebatado. Y lo que parecería sentido de la honra institucional, podría verse como cierto victimismo destructivo. Mientras tanto, parte de la oposición sigue confiada que haber sido cómplices de la fractura fue la mejor estrategia.
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