
En su seno, y al costado del arroyo, conviven una pista de bicicross, un circuito aeróbico, juegos infantiles, asadores y, por supuesto, la histórica pileta olímpica y el camping. Lo que haría en teoría un “combo” más que apetecible para el turismo.
Del dicho al hecho
Nadie puede negar la belleza natural del lugar. Es uno de los más hermosos de Alta Gracia. Y por lo visto, más difíciles de mantener, controlar y sostener.
Durante largos meses, la pileta y el camping están abandonados a la deriva convirtiéndose en refugio de indigentes y baño de ocasión para los que transitan en la zona. A la vera del arroyo, los yuyos se entreveran con la basura, los perros y las alimañas. Dentro del García Lorca, las instalaciones quedan a merced de inescrupulosos y dañinos que las pintarrajean, rompen y usurpan.
Cada año, cuando se acerca el verano, desde la municipalidad comienzan a agarrarse la cabeza y hacer cuentas de cuánto dinero se necesita para poner en condiciones algunas de las instalaciones que a lo sumo se utilizarán solo por un par de meses.
Responsabilidad compartida
A la falta de control y mantenimiento del camping y el parque, se le suma que el arroyo no está limpio. No están limpias sus riberas ni su curso de agua. Cierto es que la misma gente que lo visita, lo ensucia. También es una realidad que no hay casi canastos donde depositar residuos y los pocos existentes son vaciados muy espaciadamente. No hace falta más que recorrer el arroyo para comprobarlo y ver a los turistas conviviendo con la basura.
Esfuerzo innegable
Absurdo sería negar el esfuerzo que está poniendo la municipalidad para acondicionar el lugar. Cientos de horas hombre, compra de elementos y reparaciones varias están a la vista.
Pero no alcanza. El municipio tendrá que definir por fin qué política de Estado asumir respecto al más bello rincón de nuestra ciudad.
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