
El lunes 27 de agosto se cumplieron 44 años del asesinato de Ricardo Goya, Gerente de Relaciones Laborales de I.K.A. Renault, quien fue baleado camino a su trabajo en la ciudad de Alta Gracia.
Aquel agosto del ’74, Ricardo Goya se dirigía a la fábrica por la RN 36 pero lo seguía un auto. Éste se puso a la par de su vehículo, en el que viajaba con dos personas, y desde ahí abrieron fuego. En total fueron alrededor de 14 proyectiles de los cuales 6 impactos lo hirieron en la cabeza. Ricardo tenía 55 años y hacía las negociaciones de sueldo con los gremios, aumentos de sueldo, las suspensiones y las desvinculaciones. Él tenía la relación directa con los trabajadores. Fernando Luis Goya, uno de sus seis hijos recuerda el episodio: “no hay odio hay tristeza. No fue algo especial con nosotros. Fue una organización que actuaba a nivel país”.
En la despedida, 600 personas se acercaron a su casa y marcharon al cementerio donde lo velaron entre amigos, directivos de la empresa, familiares y compañeros de trabajo.
La noticia tuvo trascendencia mediática a nivel nacional y era la tercera víctima de organizaciones armadas en lo que fue de ese año. A través de un comunicado de las FAP, se habían adjudicado la muerte de Goya.
Ricardo era oriundo de Bueno Aires y en la mitad de la década del ’50, llegó para instalarse en Alta Gracia, cerca del golf. En aquel entonces trabajaba en Longvie pero enseguida consiguió trabajo en la recién inaugurada fábrica de Renault y se desempeñó como Gerente de relaciones Laborales hasta el día en que lo asesinaron. Entre lágrimas, Fernando recordó que su padre “era fanático del golf. Jugaba todos los fines de semana y formaba parte del Rotary Club. También colaboraba con la organización de la Semana del Golf, donde venían de todas partes del país”.
Si bien el hecho conmocionó a los familiares de Ricardo, Fernando no da muestras de rencor: “Se ve que esto no tenía nada que ver con él personalmente. Sabemos que era una organización terrorista que quería crear un caos y eligió a ciertas personas pero en verdad no tenían importancia las personas”.
Con respecto al cargo que desenvolvía en I.K.A., Fernando aclara: “No era un puesto fácil en esos tiempos donde los sindicatos estaban muy convulsionados. Pero él nunca nos hizo notar que era peligroso ni nada por el estilo. Hasta ese día hicimos una vida completamente normal. Era un persona muy querible porque ayudaba a la gente a conseguir trabajo. Totalmente inocente de lo que podía pasar”.
“Nadie nos preguntó”
Si bien ha pasado tiempo de aquel entonces, para la familia Goya no hubo aclaración ni información sobre el asesinato: “Nunca quedó muy claro que pasó con los autores. A casa nunca nadie llamó para decir ‘esto terminó’. Nadie llamó para nada. En un momento mi hermano comenzó algunos trámites para conseguir una indemnización para mi mamá, no para nosotros sino para que ella tenga un pasar más cómodo. Y al final era muy difícil y abandonó porque vio que no estaba llevando a nada. De parte del gobierno jamás tuvimos ningún tipo de nada. Con respecto al reconocimiento de los desaparecidos, está bien. Los militares actuaron en exceso. Las organizaciones de izquierda se mueven más y lograron tener la historia más viva”.
¿ Y ahora?
La vida siguió para toda la familia. Al poco tiempo de aquel 27 de agosto de 1974, los hijos se fueron casando, uno tras otro. Fernando, sospecha que la reacción de todos al desamparo que dejó la muerte del padre, fue buscar la seguridad en una familia muy de jóvenes.
Pero la tristeza quedó marcada. Hoy, 44 años después en la Alta Gracia, en la que miércoles tras miércoles se discuten homenajes, reconocimientos a ex sindicalistas, ex senadores y se otorgan certificados de interés a vecinos por sus tareas destacadas, jamás hubo un lugar para reflexionar sobre esta y otras historias parecidas que deben estar, cerca, a tan solo la distancia de salir y preguntar.
Ojalá no se pierdan esta ocasión para armar un mapa completo de nuestra historia.