Se multiplica la venta callejera de alimentos sin ningún control

A pesar de que el control bromatológico en aquellos comercios que expenden alimentos es un “mal necesario” y forma parte de un proceso inevitable que genera tranquilidad en los comerciantes y además en los consumidores; en Alta Gracia brillan por su ausencia desde hace meses, según dicen los mismos comerciantes. Muchos de ellos, afirman que esos controles se suspendieron, al menos, desde hace 7 meses, a pesar de que desde la Municipalidad aseguran que se realizan todas las semanas. “Los controles suelen hacerse en el verano, en temporada de turismo. Luego aflojan, en lo que va del año no ha venido nunca la municipalidad a controlar el negocio”, afima el propietario de un local de barrio Norte; expresión que coincide con otros de barrio Sur, Cámara, Parque San Juan, San Martín, zona centro, Residencial El Crucero, Pellegrini, Liniers, y algunos más. Desconocimiento, negligencia, irresponsabilidad, y accidentes son en general, las causas que hacen del comer un acto peligroso y del alimento un vehículo de transmisión de enfermedades, sin embargo, en nuestra ciudad parece no ser prioritario.
Lo que debe ser, y lo que es
Las principales acciones que debería llevar a cabo el organismo de bromatología municipal son: ejercer el poder de Policía para hacer cumplir las disposiciones legales originadas de las ordenanzas; promover, colaborar y llevar adelante, además, programas y acciones tendientes a mejorar el conocimiento de la población sobre educación e higiene alimentaria.
Para que todo ello se lleve a cabo, los inspectores deben controlar la materia prima o derivados utilizados como alimento, los ingredientes y aditivos, el agua, etc., ya que constituyen el primer paso en el control higiénico-sanitario y de calidad. La razón es que un producto contaminado o de mala calidad desde su origen, difícilmente será mejorado con el procesamiento industrial o el envasado, por ello, compete a la autoridad local asegurarse que dichos productos ingresen al municipio, munidos de los correspondientes certificados de origen que avalen la calidad e inocuidad del mismo. Posteriormente deben establecerse determinadas condiciones de los establecimientos procesadores, fábricas y locales de expendio de alimentos para evitar el empleo de materiales que supongan riesgos de contaminación por sustancias tóxicas o microbianas y faciliten la higiene del lugar. De igual manera, el transporte entre el centro de producción y la distribución debe ser realizado en vehículos apropiados que aseguren mantener las condiciones higiénicas.
Si bien lo descripto anteriormente debería formar parte de un procedimiento regular, comerciantes locales aseguran que los pocos controles que hubo hasta el momento se hacen prácticamente “de palabra” y sin verificar fehacientemente el estado de los productos: “Vienen, te piden facturas de lo comprado, preguntan un par de cosas, y se van. Jamás me hicieron abrir el freezer, por ejemplo, para constatar que no tenga mercadería vencida o en mal estado”, asegura otro comerciante, esta vez de barrio Liniers.
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Comida on line
Empleos que se caen, sueldos que no alcanzan, costos de vida que se elevan son algunos de los motivos por lo que la nueva tendencia de la venta callejera de alimentos se instaló y se multiplicó en Alta Gracia. Alguna vez todo esto se cristalizó a través de los “clubes de trueque”, que se formaron en distintos barrios allá por 2001 y 2002 cuando las políticas económicas ahogaron a buena parte de la población.
Hoy, más de una década después, los clubes de trueque le han dejado un espacio a otro tipo de “salida” que la gente busca para equilibrar la balanza familiar. Si la dueña de casa es habilidosa para la cocina, el marido tiene muchos amigos, la nena maneja las redes sociales y el nene tiene una moto (patrón que casi define a muchas familias tipo de hoy en día) surge la cocina de viandas que se distribuyen en distintos sectores de Alta Gracia, y puerta a puerta. De esta manera, comienzan a aparecer las ofertas de comidas caseras mediante anuncios que bombardean las redes sociales como el Facebook o el whatsapp. El boca a boca hace lo demás y –de pronto- nace una empresita familiar que sirve como parche para tapar los agujeros de la economía diaria.
Entonces, mientras uno ofrece menús fijos diarios; otro, fabrica pizzas listas para hornear, en otro barrio aparece quien se especializa en tortas y dulces, y la ciudad termina virtualmente cruzada por una red invisible de deliverys y ofertas gastronómicas sin control alguno.
Des-control
Cuando se habla de “des-control” es precisamente eso. No existe funcionario ni área que pueda o tome la decisión de ejercer algún tipo de contralor sobre esta actitome la decisión de ejercer algún tipo de contralor sobre esta actividad nacida de la necesidad, pero emparentada con lo anárquico. Nadie hace cumplir normas en cuanto a higiene y seguridad; nadie se acuerda de las ordenanzas sobre comercios; a nadie se le ocurre averiguar cómo, con qué y en qué condiciones se cocina el almuerzo de cientos de altagracienses cada día. Ni hablar de cuestiones que tienen que ver con lo administrativo comercial. Mientras los comerciantes que legalmente tienen sus negocios de comidas pagan sus impuestos, tasas y normativas tributarias, los “microemprendedores culinarios” no resisten el más mínimo control al respecto.
“No sé si será por la crisis, o por la competencia desleal, pero la realidad es que ha bajado la cantidad de almuerzos pedidos; de 180 diarios pasamos a menos de 150, y es mucha la diferencia”, explica el dueño de una casa de comidas a domicilio de barrio Norte, que agrega: “Se nos hace muy difícil competir en precios. Nosotros pagamos tasas municipales, AFIP, y tenemos empleados. Ellos, no tienen ese tipo de costos”. Por su parte, otro de los comerciantes del rubro, con su negocio habilitado desde hace años en barrio Pellegrini también aclaró: “Han ido surgiendo en los últimos tiempos algunos que venden comida en forma irregular, y por supuesto que nos afecta. Más allá de que tengamos una clientela establecida, la realidad es que ellos no manejan costos como nosotros. No pagan luz comercial, no pagan impuestos ni tienen cargas tributarias. Ni siquiera nadie los controla para saber la calidad de lo que venden”. Pero la falta de controles hay que buscarla en todos los ámbitos, incluso en aquellos comercios establecidos legalmente que carecen de una necesaria supervisión periódica. Si bien es cierto que el Ministerio de Trabajo los visita regularmente, hay un vacío bastante importante en lo que hace a las visaciones municipales.

En barrio Liniers una “pizzería casera” vende y distribuye pizzas en todas sus variedades, listas para poner en el horno, lo mismo ocurre en calle Dorrego, de barrio Residencial El Crucero. Desde barrio Santa María, en tanto, la cocina casera es ofrecida a los comercios y oficinas del centro todos los días, y entregada en mano en la arteria principal de la ciudad. En barrio General Bustos, por otra parte, una empresa familiar ofrece sus ricas comidas caseras a través de un grupo de whatsapp; y por facebook distintos emprendimientos familiares dan a conocer su “menú” diario.
Las vidrieras y puertas de distintos negocios, en tanto, también son un medio de difusión donde se publican afiches caseros de quienes ofrecen comidas a domicilio. Si bien esto es algo que aún no tiene su marco regulatorio municipal, hay otra pata que le correspondería al Centro de Comercio, y que tampoco está presente: “Tenemos un organismo que debería cuidarnos de esa competencia desleal, sin embargo, brilla por su ausencia”, finalizó un comerciante del centro.
VOCES:
José María González (Secretario General de la Municipalidad)
“Los controles bromatológicos se hacen semanalmente a raíz de denuncias y además como parte del cronograma de trabajo. Se controla el estado de la mercadería y la documentación. En las inspecciones se ven estos dos temas, más exhaustivamente cuando se trata de inspecciones originadas a raíz de denuncias, y un poco más formales cuando son parte de la rutina. Se han incorporado también las inspecciones bromatológicas a los geriátricos que, en general, se encuentran bastante bien. Con respecto a la venta callejera de alimentos, el Estado lo controla, aunque tenemos algunos obstáculos que tienen que ver con los límites, ya que en casas particulares que venden comida, no podemos ingresar si no tenemos orden de allanamiento que nos habilite, por ejemplo. En algunos casos nos encontramos, también, con que no son estables, por lo que tampoco son fáciles de localizar. Sin dudas hay que estudiar un marco regulatorio debido a que es un tema que tiene muchas aristas distintas».
Leandro Morer (Concejal de UCR)
“En crisis como la que estamos pasando, el Estado tiene que estar presente. Existen ordenanzas con beneficios impositivos de tasas de Industria y Comercio para emprendimientos artesanales, siempre que estén en el marco de la pequeña empresa. El Estado tiene que controlar el producto para que llegue en buenas condiciones a los consumidores, el área bromatológica debe estar presente. Hay una falta de conocimiento de los vecinos en cuanto a estos beneficios. La competencia desleal creo que no existe porque son pequeños emprendimientos que no perjudican”.
Marcos Torres (Concejal de UPC)
“La venta callejera de alimentos es algo que se está poniendo de moda por la situación económica que se está viviendo en la actualidad; igual considero que no ha tomado todavía la gravedad suficiente como para que lo regulemos. Estamos al tanto y vamos a a trabajar en eso en cuanto se desmadre o se vaya de las manos el tema. Creemos en la leal competencia, pero todavía no lo podemos regular porque no es generalizado, más allá de que hemos podido observar que se incrementó notablemente en distintos barrios de la ciudad, y sobre todo en este último tiempo”.

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