Cuando la semana pasada informábamos de la presencia de entrenadores y representantes de River Plate en nuestra ciudad, en el marco de una «gira» para buscar jóvenes talentos por estas tierras, a título informativo dábamos los pormenores de la convocatoria: día, horario, lugar, etc.
Pues bien, pasó River por tierras altagracienses y su presencia durante todo un día en las instalaciones del Deportivo Norte merece una segunda lectura más allá de lo estrictamente informativo.
Hasta no hace mucho tiempo, la presencia de los grandes clubes en el interior del interior significaba casi un despojo de los derechos de los pequeños clubes sobre sus jugadores. Ellos venían, los veían, convencían a los padres y listo. El pibe pasaba a militar en River, Boca, Newells o quien fuera.
Hoy, las cosas cambiaron. Si bien el magnetismo que siguen teniendo estos clubes es mayúsculo (qué padre no desea que su hijo juegue en River o Boca), la relación entre las partes es otra. River, por ejemplo, llegó al Deportivo Norte la semana pasada, con las pautas claras.
Sea porque de un tiempo a esta parte Belgrano, Talleres, y en menor medida Instituto brindan a los pibes (y a los padres) una estructura deportivo-educativa que antes no tenían. Sea porque desde AFA y FIFA marcan pautas, ahora las cosas son distintas.
Los grandes clubes vienen, ven los pibes… y preguntan a qué club federado pertenece, para hacer convenios privados. Si el chico interesa, habla con TODAS las partes, y si hay acuerdo, recién firma para el Millonario.
Debió ser siempre así, pero no lo era. El fútbol, hoy en día por más que se trate de jugadores infantiles o juveniles, es tratado como un negocio. Pues bien, un negocio es tal, cuando ganan todos: el club que lleva, el club que entrega, y la familia del pibe.
Hacía falta, creíamos, esta segunda lectura de la llegada de River al Deportivo Norte para probar jugadores en una relación de fuerzas distintas y beneficiosa para todos. Sobre todo para la buena salud de nuestro fútbol.