No es la primera vez que el Presidente de la UCR se expresa a través de las redes sociales en contra de este medio. En algunas ocasiones lo hizo como comentarista en las notas y otras en su proprio muro. Y no es la primera vez (y todo indica que no será la última) que desde este medio reflexionamos sobre el rol de máxima autoridad del Partido Centenario, de la responsabilidad de las formas y del consenso en cuanto a sus exabruptos personales. Tampoco es la primera vez, que cuando algo no le gusta a Allende, sale a contestar desde el escritorio de su casa, que Resumen miente. O, en su defecto, que organiza operaciones, término que le gusta usar mucho, en contra de él.
Seguramente el Presidente de la UCR considera que solo le corresponde a él hacer operetas y tratar de mentirle a su propio electorado sobre la posibilidad de ganar una elección, cuando el realidad lo único que busca es extender sus conchavos personales. Las operaciones entre asados para que su propio candidato a Intendente termine en la orilla.
Es más, seguramente es su idea de conducir la UCR, como ya lo expresamos en más de una ocasión: destruir en vez que construir.
En este caso, todo por un monumento. El martes en nuestra web se publicó un video que mostraba la situación lamentable en la que se encontraba el monumento a Raúl Alfonsín, emplazado en la homónima avenida. La placa, destrozada, entre otras cosas.
Omar Allende sugiere que la mentira de la información periodística fue responsabilizar a la UCR por el estado de la obra que donó nada menos que Luis Hourgras y que toda la carga debería recaer en el actual gobierno porque el monumento es patrimonio del estado.
No cabe duda que desde lo administrativo Allende tiene razón. De hecho, el miércoles personal de Obras Públicas ya restauró gran parte del monumento y de la fuente, llamado por un sector del radicalismo o despertado por la polémica.
¿Debería haberse dado cuenta solo y antes? Sí, pero eso no desliga a las autoridades de la UCR de la responsabilidad simbólica, política y hasta sentimental del cuidado de la estatua de su líder y ex presidente de la Nación.
Allende sugiere que es normal que ninguno de ellos, que fueron elegidos por una parte del pueblo, ya sea de afiliados, en cuanto a las autoridades, ya sea de electores comunes, en cuanto a concejales y tribunos, se haya fijado, dado cuenta, quejado por el estado del monumento que los representa, junto con él de Leandro Alem en el Alto.
Cuando este medio hizo referencia al abandono, fue un poco más allá de quién debería poner el dinero para pintura y cemento. Se refería al descuido de la responsabilidad partidaria y hacia la militancia. Un descuido del que ese monumento solo es un símbolo concreto, porque el abandono claramente refiere a todas las aristas de la conducción partidaria y de la contención de los cuadros elegidos.
Una falta de contención que se vio reflejada en una respuesta tardía a la conducta del ex Presidente de la JR, Gabriel Pinto y en ese caso también, mientras se lo reprochó tibiamente la primera vez y se esperó a la segunda para sugerir su renuncia, se habló de persecución política. No se hizo autocrítica sobre la falta de autoridad y conducción partidaria que lleva a conductas livianas e indisciplinadas. Si los cargos partidarios en los históricos dirigentes, pierden de solemnidad, en normal que las nuevas generaciones no lo sientan con esa responsabilidad.
¿La mentira es sugerir que Omar Allende no está a la altura de la conducción? No. Mentira y operación es el intento por parte de él por arrastrar a toda la Unión Cívica Radical en eso. Cuando la crítica del medio fue a sus autoridades y representantes.
Y no es lo mismo; es más, Allende sabe muy bien que no es lo mismo, criticar su falta de conducción que un ataque a todo el radicalismo; y es sabido que la mayoría de las polémicas y los ataques hoy, vienen desde adentro, de generaciones nuevas y no tanto. De adentro del ejido municipal, y desde todo el departamento.
Y eso no es ninguna operación ni del oficialismo, menos del medio.
Es la realidad a la que se enfrenta un espacio que es por demás respetable de la identidad política de la ciudad.
En un País libre y democrático, Omar Allende puede seguir desde su Facebook acusando a este medio de mentiroso cuando le plazca. Y este medio puede seguir criticando a su accionar como autoridad partidaria, cuando lo considere pertinente.
Pero Omar Allende, con una interna a la vista, tal vez debería preocuparse más de contener, unificar, dialogar y sobre todo reflexionar acerca de su glorioso partido, sus símbolos y las evidencias de un abandono que, por cierto, no se limita a una placa.
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