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Proyectan mapear los olvidados puestos jesuíticos de Alta Gracia

A poco de cumplirse 20 años de la declaración de la Unesco, que no los incluye, proponen avanzar en el reconocimiento de los establecimientos rurales creados por los jesuitas.

ENTREVISTA – CARLOS CROUSELLES, HISTORIADOR 

– ¿Cómo funcionaban las estancias jesuíticas?

– Eran unidades productivas complejas, que tenían como eje la autarquía y autoabastecimiento, y que tenían puestos rurales para producir ganado vacuno y mular. La Estancia de Alta Gracia abastecía el Colegio Máximo, ubicado en la manzana jesuítica de Córdoba, y era complementada por otras, como la de Jesús María, orientada a producir con trigo y vid. Además desarrollaron la agricultura, horticultura y la producción textil, para la manutención propia de esclavos y jesuitas, y también para poder abastecer al Colegio Máximo, al que se proveía de reses, telas, harina, frutas y cereales. Fue también importante la fabricación de pelones y orejones, todo en una escala interesante para la época, pero siempre a corta distancia, porque es mucho el peso y el costo del traslado.

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Crouselles integra el área de investigación del museo jesuítico de Alta Gracia. – Foto: Adrián Camerano.

– ¿En qué consistían estos puestos?

– Eran construcciones pequeñas, con un capataz, algunos ranchos, y ganado vacuno y mular en grandes corrales y potreros; esa era básicamente su función. Todas las estancias van a funcionar con puestos asistidos por peones libres o conchabados, o por esclavos de origen africano. Cuando el capataz es esclavo, los peones son libres; cuando el capataz es libre, los peones son esclavos. Era un sistema de control, y había una política de reproducción y paridad sexual: se tiende a que haya una equiparación de hombres y mujeres en las mismas edades, para facilitar la reproducción. Esto tiene que ver con la doctrina, porque se los unía bajo el sacramento del matrimonio, pero además para no depender del mercado interno que importaba esclavos.

– Las estancias cordobesas fueron grandes proveedoras de mulas, sobre todo para las minas de plata de Potosí. ¿Cómo era ese comercio?

– En Alta Gracia se criaba, en Candelaria se invernaba para que tomaran robustez, y luego se mandaban al tablado de Salta y ahí bajaban los comerciantes de Alto Perú, que dependían de Potosí; ese dinero que ingresaba se invertía de manera local o se compraban esclavos en el puerto de Buenos Aires. El ganador mular servía para silla y transporte y es cruza entre una yegua y un burro hechor; habían logrado que el burro fecundara a la burra, porque no se unen naturalmente.

– ¿Todo eso se hacía en los puestos? ¿Cuáles tenía la estancia de Alta Gracia?

– Esa era su función central. Alta Gracia tenía puestos en la Cuesta de Argel, en Pampa de Achala, en San Antonio de Arredondo y toda esa pedanía, en Bosque Alegre. Las que son hoy pequeñas localidades tienen que ver con los puestos originales de la Compañía de Jesús; no necesariamente esos puestos generaron esos pueblos, pero sí nuevas estancias construidas a partir de ellos. Yo estudié la producción de cada uno de los puestos, para saber si era complementaria, si tenía correspondencia con el ganado mular que se enviaba a Alto Perú y si las reses cubrían la demanda que tenían la Estancia y el Colegio Máximo.

– La temporalidad de los puestos, ¿coincide?

– Algunos son más estables que otros, otros aparecen y desaparecen, o cambian de lugar. La racionalidad económica de los jesuitas va a obligar a ver si un puesto funciona de manera eficiente o no.

– Como una actual unidad de negocios…

– De algún modo sí, pero no exactamente como un negocio privado entendido desde la actualidad, porque hoy éste no cuenta con aspectos como la evangelización o la mano de obra esclavizada.

– Los puestos de Alta Gracia, ¿eran 8 o 6?

– Se está viendo. Algunos están claros: el puesto de Potrerillo, en el actual Potrerillo de Larreta; el puesto de Guzmán, que según las mediciones estaría donde lo ubica el libro de Piccón y Caligiuri; habría que ver si la estructura se corresponde con eso.

– Claro, porque en siglos posteriores hubo intervenciones, demoliciones, reutilizaciones…

– Sí, por ejemplo de los cercos, o para iniciar o hacer la base de una construcción posterior. Gran parte de estas estancias del siglo XIX son en base a puestos jesuíticos.

– ¿Hasta qué época funcionaron las estancias con este esquema?

– Hasta la expulsión en 1767. Luego se empiezan a subdividir, por la lógica misma de sucesiones y herederos.

– El visitante y aún el mismo vecino de Alta Gracia relaciona a la estancia con el casco-museo, y desconoce que abarcaba amplias extensiones de tierra. ¿Qué se puede hacer al respecto?

– Un mapeo de la dimensión de la Estancia en su mayor apogeo, no como líneas rectas claramente definidas, pero sí de grandes manchas para ver cómo las imágenes de esta dimensión muy importante de la jurisdicción de la estancia se puede visualizar. También cómo se va a ir moviendo a través del tiempo, porque los jesuitas en un momento venden un sector de Traslasierra, o cómo van a agregar tierras y después a vender, para quedarse con una porción diferente.

– Como una línea de tiempo móvil, interactiva…

– Sí, que tiene básicamente la misma superficie, pero con rasgos que pueden variar en algún momento. Como haría cualquier propietario de cualquier estancia que ve que la superficie es demasiado amplia y no puede ejercer un control eficiente sobre ella.

– Para este mapeo, ¿qué hace falta?

– Recursos, y trabajo de archivo, para relevar lo que ya se ha trabajado. Se puede seguir recuperando la memoria de la Compañía, y a partir de allí desarrollar un circuito turístico no exclusivamente jesuítico, porque también está relacionado con la ruta de Brochero, y la preservación del medio ambiente y la reserva hídrica que significa esta zona.

El Puestito Guzmán

Un sábado de hace veinte años, Augusto Piccón se hartó. Como venía ocurriendo desde hacía dos años, había caminado el monte de lado a lado y no había podido dar con el puesto Guzmán, que aparecía en el inventario de los jesuitas. “Basta, no lo busco más”, le dijo a su esposa, fastidiado, mientras se despegaba restos de amor seco. Pero ella tenía un dato: “Te anduvo buscando Muscari, en su campo tiene una construcción que no sabe qué es”, le dijo. Quiso el destino que así diera con restos del puesto, especialmente ladrillones, ménsulas, tirantería y puertas. Un estudio científico realizado en La Plata comprobó la antigüedad de esos restos, y la experiencia se tradujo luego en el libro “Puesto de Guzmán”, escrito junto a Francisco Caligiuri. Ahora, una delegación de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos estudia el sitio para eventualmente declararlo monumento nacional.

“Estamos revalorizando el patrimonio”

Edgar Pérez, secretario de Infraestructura de la Municipalidad de Alta Gracia, adelantó la creación de un circuito cultural en la costa del arroyo local, para “reflejar la Alta Gracia precolombina, la jesuita y la industrial”. También pondrán en valor el antiguo “Paso de Los Mártires”, mientras sigue pendiente restaurar y abrir el público el molino harinero frente al Tajamar, uno de los restos arqueológicos jesuíticos con que cuenta la ciudad. Son varias las cuentas pendientes con relación al patrimonio jesuítico local, y Alta Gracia tiene en la multiplicidad de jurisdicciones una dificultad adicional: el Tajamar y los restos arqueológicos son potestad municipal, el templo depende del Arzobispado y el museo Virrey Liniers es patrimonio del Estado Nacional.

Fuente
La NUEVA MañanaAdrián Camerano
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