Cerca de las 10 de la mañana del martes 1º de noviembre comenzó el juicio por la muerte del sacerdote Luis Cortés en la Cámara 11 del Crimen de Tribunales II, en la ciudad de Córdoba. Si bien se estipulaba mayor presencia de público (sobre todo amigos y familiares del sacerdote), solo se ocupó el 40% de la sala. Entre los conocidos que estaban dispersos en distintos lugares, se encontraba sentado Fabio Barros, quien está imputado de encubrimiento en la causa, pero goza de libertad. Barros, fue el segundo en hablar tras las declaraciones de Pinguchi, quien tomó la palabra antes que nadie.
Testimonios
“Estaba esperando ansioso este día para que realmente se llegara a la verdad, pero apenas llegué a Tribunales lo único que hicieron fue golpearme. Me han pegado en un calabozo aquí abajo. Asisto a un juicio muy importante y a mí se me está golpeando y amenazando”, arrancó el relato Díaz, haciendo caso omiso a los consejos del Dr Ganamé, su abogado defensor. Posteriormente comenzó a relatar detalles sobre el día del crimen: “Ese día estuve todo el tiempo en el departamento donde yo vivía, fui a ver a mi hermana y a mi sobrino a la tarde; mi hermana se llama Evelyn. El departamento está ubicado en el barrio El Golf, en la casa de Mario Borio. No conocía al padre Cortés, aunque en algún momento viví en la zona con mi padre, en la casa de Facundo Torres, el intendente de Alta Gracia que se la había dado a mi papá para que la cuidara”, enfatizó.
Luego de su testimonio, fue el turno del segundo imputado, Fabio Barros, quien aseguró conocer a Díaz a través de su padre y dijo que el detenido se llegó a su casa para venderle algunos elementos: “No sabía de qué manera los consiguió, los compré porque me lo vendía barato. Lo compré de buena fe”, aseguró quien en un primer momento de la investigación había negado todo y luego confesó de qué manera adquirió el celular.
Sin grandes aportes
Ocho testimonios más se dieron cita en el primer día del juicio que se extendió hasta las 14 hs aproximadamente. Si bien ninguno aportó nada demasiado relevante, los más extensos los llevaron adelante dos de los tres policías quienes brindaron detalles de las investigaciones. Los demás, en su mayoría, resaltaron la labor social que practicaba el sacerdote, afirmaron haber visto distintas personas que frecuentaban su casa debido a que, además de la misa que ofrecía a pesar de estar jubilado, atendía a la gente en su domicilio, y repararon en lo cuidadoso que era en cuanto a su seguridad.
Cabos sueltos
Nada nuevo, todos datos que habían trascendido ya de la instrucción que llevó adelante el fiscal Emilio Drazile. Aunque, en la oportunidad, se desprendieron algunos cabos sueltos sobre temas como: un llamado anónimo que daba cuenta de la existencia de cuatro personas rondando la casa del sacerdote; entre ellas Pinguchi. Llamado éste que nadie investigó ya que, según aseguraron, era “pescado podrido” porque dos de esas personas estaban cumpliendo condena. Un dato que debería estar explicado en la causa pero que, hasta el momento, nadie aclaró. Desde la Defensa, también hicieron hincapié en la falta de comprobación que tuvo el supuesto viaje de «Pinguchi» a Carlos Paz para vender las cosas robadas; al parecer nadie puede comprobar que viajó, pero sí hay quienes aseguran haber estado con él.
Otro dato que hizo ruido es el tema seguridad. La puerta de rejas que el sacerdote había hecho construir y que protegía la principal, estaba sin llave. Alguien conocido, a quien le abrió al puerta con total naturalidad fue el autor del hecho; de lo contrario se trató de una persona que tenía la llave de la casa y que pudo ingresar sin problemas. Pinguchi asegura que no lo conocía, “ni siquiera sabía que vivía ahí”, cuenta; pero su padre (“El gringo” Díaz) fue pieza fundamental ya que es la persona que confesó en la Fiscalía de qué manera su hijo le contó del crimen que había cometido. En el marco de un almuerzo familiar, en Anisacate, dijo.
Sin gestos
“Pinguchi” estuvo esposado el 80% del juicio, solo después del cuarto intermedio, que fue durante el mediodía, se le sacó las esposas y escuchó atentamente cada declaración sin hacer ningún tipo de gesto. Los once integrantes del jurado popular (seis mujeres y cinco hombres), en tanto, anotaban y miraban constantemente al detenido; un detenido que casi no levantó al cabeza hasta que terminó el proceso judicial.
Este miércoles es la cita nuevamente a las 9:30 hs. En la oportunidad brindarán su declaración los testigos que aporta la Defensa, entre ellos Mario Borio, quien contrató a Díaz y también habría dicho en su primera declaración que el joven le confesó lo que había hecho. Un ex funcionario municipal que se resistió a que llevaran detenido a Díaz en aquella oportunidad ya que se trataba de “un pobre chico”, dijo. Si bien este lunes no declaró, se hizo presente en Tribunales y dialogó con familiares del sacerdote. A Resumen, en tanto, le contó de qué manera había conocido al imputado: “Tenía trabajando a su padre, era el que más me respondía de todos los que trabajaban. Un día me pidió que si tenía algún trabajo para su hijo, le dije que bueno y se fue para casa”, comentó, y luego se retiró. Declararán además, un primo del detenido, la esposa de Barros, la sobrina del sacerdote y, se estima, que también esté citado el padre de Pinguchi. El juicio, según se estipula, estaría terminando el jueves cuando se lean los alegatos.
¿Cantado?
Hasta el momento hay una clara inclinación hacia la culpabilidad del detenido de la mayor parte de quienes presiden el juicio, más allá de que va por su primera parte y que se trata solo de estimaciones, claro. Las preguntas del abogado defensor hacia los testigos tampoco aportaron demasiado; es más, no aportaron casi nada y fueron causal de gestos de incomodidad de quienes debieron contestar por segunda vez lo que ya habían dicho en su momento. Lo dijo el propio «Pinguchi», incluso desde la cárcel, cuando reclamó más atención por parte de aquellos que están a cargo de su Defensa y que había visto solo una vez. De todos modos, aún falta y, lo dicen los abogados, al afirmar que se vienen los testimonios más importantes, aquellos que aportarán, agregarán o desestimarán afirmaciones que ya se encuentran en la causa. Cabe destacar que el Fiscal de Cámara felicitó a los uniformados que llevaron adelante la investigación, tanto Domínguez como Bustamante, ambos fueron pieza fundamental para la detención de Díaz; mientras tanto Ganamé (quien prefirió no hacer declaraciones hasta que termine el juicio) hizo hincapié en la rapidez con que se llegó a la resolución de la investigación y menciona que la causa “se armó como un juego de ajedrez”. ¿Curioso, no?, asegura.
LA QUERELLA
La investigación fue efectiva y rápida
«El hecho de que negara que el fue o que conociera a la víctima es un hecho significativo y señala cual va a ser su posición durante todo el juicio. Si bien no sabemos como viajó a Carlos Paz, tenemos testigos de que sí fue y que vendió las cosas. Estamos al principio, falta todavía pero podemos ver que la Defensa apunta a que los testimonios que llevan a la culpabilidad de Pinguchi no está ajustado a Derecho. Lo que se está buscando hoy en la Cámara 11 es la verdad real, es decir, porqué se mató al padre Luis, en que contexto y quienes son los responsables. Esa es la verdad real. Hasta ahora los testimonios van dando cuenta de como se llevó a cabo la investigación, lo efectiva y rápida que fue».
TESTIMONIOS
Fabio Barros (Imputado de Encubrimiento Agravado)
Barros fue imputado luego de que la Policía descubriera en su domicilio (Carlos Paz) los elementos robados de la casa del sacerdote. En su primer declaración negó tener vinculación con el acusado del homicidio; posteriormente (y lo reforzó durante el juicio) afirmó que le compró a Díaz un teléfono celular “de buena fe”, y sin saber como había llegado a sus manos. Actualmente se encuentra en libertad.
Teresita Cortés (Hermana del sacerdote)
«Dudé de todos”, aclaró la hermana del cura párroco en su declaración al referirse a la existencia de Walter y Gastón, dos personas que frecuentaban, llamaban diariamente a Cortés y que ella no conocía demasiado. Sin embargo uno de ellos tenía llave de la casa.
Genoveva Carri (Ex trabajadora de la iglesia)
No aportó mayores datos, solo que conocía al sacerdote. Que los viernes se reunían a rezar, pero que ella ya no concurría a esas reuniones y que, a pesar de estar jubilado, seguía trabajando y recibiendo gente en su casa con fines solidarios.
María Cristina Ojeda (Vecina)
Habló sobre la tarea social que llevaba adelante su vecino. Dijo que lo vio esa mañana y que se enteró de lo ocurrido por el bullicio de la gente que se agolpó por el hecho. Hizo especial hincapié en un hombre llamado Mario que, según expresó, ejercía cierto poder sobre el cura.
Edgardo Sosa (Trabajador de la parroquia)
Fue quien descubrió la escena del crimen. Como el sacerdote demoraba esa tarde en brindar la misa fue hasta la casa y comprobó que salía humo. Le extrañó que la puerta de rejas estuviera sin llave “porque era una persona muy cuidadosa en eso”, señaló.
Luis Jaime (Vecino del sacerdote)
Habló sobre la hospitalidad del sacerdote y su continua tarea comunitaria. Afirmó también que conocía de vista a un tal Mario que hacía trabajos de albañilería, la misma persona sobre la que reparó al otra vecina pero restándole importancia al asunto.
Cabo Patricia Rodríguez (Policía de la Central de Comunicaciones)
Asegura que recibió un llamado en un teléfono cuyo número nadie conoce porque ahí se comunican las urgencias de los botones antipánico. En la comunicación advertían haber visto a Genari, López, Navarro y Díaz en el lugar del crimen esa tarde.
Sub comisario Oscar Domínguez (Comisionado de Fiscalía)
Fue el único que aseguró conocer a Díaz en hechos de robo anteriores, incluso cuando era menor. Fue quien descubrió la transacción con el teléfono del sacerdote. “Para mí fue una sola persona quien cometió el crimen”, aseguró.
Sub comisario Claudio Bustamante (División Homicidios de la Policía de Córdoba)
Su relato tuvo detalles finos sobre la investigación. Aclaró que en las puertas no habían ejercido violencia y reparó sobre la marca de zapatilla que tenía el sacerdote en la cara. Aclaró que el padre de Pinguchi fue quien confesó la culpabilidad de su hijo.
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