El viernes pasado se cumplieron doce años sin el “Negro” Roberto Fontanarrosa. Más de una década sin sus historias repletas de humor y pelotazos, sin sus dibujos tan palpables de la realidad, esa piel sensible que el artista debe pinchar para devolver una mirada subjetiva que nos interpele.
Fontanarrosa fue el ídolo de muchos, y marcó una época. Sus dibujos, sus guiones, perduran en el tiempo. Entre tantos admiradores que seguían de cerca su trabajo se encuentra el reconocido escritor, ilustrador, humorista gráfico y músico, Oscar Salas.
Salas es oriundo de nuestra ciudad de Alta Gracia, es uno de los autores de literatura infantil más leídos de Córdoba y hace ya varios años realiza trabajos como humorista gráfico. En 2007, el reconocido escritor realizó los dibujos de Fontanarrosa cuando ya no pudo dibujar.
¿Cómo llegaste a dibujar a todos los personajes históricos de Fontanarrosa?
A través de un amigo en común que era muy amigo del Negro, una noche me llamó y me dijo que Fontanarrosa no podía seguir dibujando pero que Inodoro Pereyra tenía que seguir saliendo.
Estas en pedo le dije, me pidió que le prepare los bocetos de unos Inodoro para mostrarle al Negro. Le hice unos dibujos horribles, sin nada de convicción, que viajaron a Rosario y de allá volvieron con correcciones de Fontanarrosa donde señalaba las características y como dibujarlo.
Fue un proceso distinto…
Inodoro Pereyra tenía 5 dedos y yo venía con la técnica de Walt Disney, que todos los dibujos tienen cuatro dedos, y bueno, en una de las primeras tiras lo hice a Inodoro Pereyra con cuatro dedos (risas). De allá volvió con correcciones de que le pusiera todos los dedos.
Hicimos 14 tiras y después esperaba con avidez a que me llegaran las historietas, porque los guiones así sin dibujar eran realmente exquisitos. Vos leías los guiones que él me mandaba y juro que tranquilamente podías prescindir del dibujo para hacerte reír, ya estaba en el guión todo.
¿Qué sentías a la hora de dibujar sus personajes?
Las primeras tiras las labure con mucho estrés, siempre pensé que no estaba a la altura de una cosa como esta, dibujar a Inodoro Pereyra de un monstruo como Fontanarrosa, sentí que era un cosa que le quedaba grande a cualquiera.
Cuando empecé lo que hice fue tratar de copiar los personajes de él lo más fielmente posible. A pesar de que me dijo: “yo quiero que vos te diviertas, hace tu propio Inodoro”, pero jamás me hubiera permitido eso.
Quería que me divirtiera haciendo esto, para mí era una cosa bastante estresante. Me entre a divertir después de la quinta o sexta tira, cuando sentí que ya le había agarrado un poco la mano.
Bueno al final, después de tanto estrés, te divertías…
Si me divertía y le daba rienda suelta a mi mano cuando había que dibujar personajes secundarios: una vaca, un chancho, un indio. Cuando los dibujaba, me decía: “veo que saludablemente le estás perdiendo miedo al dibujo, métele por ahí”.
Fui aprendiendo también, porque yo de dibujo a esta altura conozco un montón pero al lado de alguien como Fontanarrosa nunca dejas de aprender, sigo admirando la síntesis que logró. Si vos miras los primeros Inodoro Pereyra que él dibujó, a los últimos que salieron, hay un proceso de síntesis tremendo, de lograr un dibujo con 4 o 5 líneas, eso es admirable.
¿Cómo era ese intercambio de ideas?
Nos reíamos mucho con las cosas que me pedía que dibujara, como él imaginaba los personajes, por ejemplo en una tira ponía: “cuadro 7, Inodoro y Mendieta se encuentran con un lechón adolescente”, y abajo se cagaba de risa y ponía: “no sé como carajo te la vas arreglar para hacer un lechón adolescente”.
¿Qué sentiste con su partida?
Creo que pensó que iba a vivir mucho más tiempo, porque cuando empezamos me pregunto si estaba dispuesto a asumir este compromiso a largo plazo. La mañana que murió yo estaba en la feria del libro en Alta Gracia y me llamó Chiche Gelblung, me preguntaba que sentía por el fallecimiento y yo no tenía ni idea, me estaba enterando en ese momento.
Los guiones a mi me llegaban los martes y los devolvía los jueves dibujados. Creo que tome conciencia de que se había ido cuando no me llegó el mail. Me toco dibujar al tipo que más he admirado toda mi vida.
Siempre pensé que los más inconformes con el laburo éramos Fontanarrosa y yo, sin embargo, cuando le hicieron un homenaje en la UNC pude hablar con la viuda del negro y le comente este sentimiento, me dijo: “vos no tenes una idea lo que significó para él agarrar la revista el domingo y ver que Inodoro Pereyra seguía vivo”. Me di cuenta de que él lo valoraba mucho y yo no me había fijado en eso.