Cada año, incluso desde antes que fuera sancionada la ordenanza 9900, en 2016, entidades como ADMA y Por la Inclusión Plena, realizan campañas para que no se venda ni utilice pirotecnia durante las fiestas.
Este año, Carolina Romagnoli, presidenta de la fundación, contó a RESUMEN que llevan adelante una campaña a través de las redes sociales, entre navidad y Año Nuevo, ya que se incrementa el arrojo de pirotecnia en la segunda fecha.
«Buscamos generar empatía, ponernos en el lugar del otro, más allá de la ordenanza» dijo. Y agregó: «Queremos visibilizar lo que le sucede a niños, abuelos, animales y al medio ambiente. Es difícil de controlar ya que no puede haber un inspector en cada casa o en cada barrio, así que depende de cada uno».
La manipulación y uso de la pirotecnia puede provocar mutilaciones, fracturas y luxaciones, heridas, lesiones oculares, hipoacusia y quemaduras. Afecta en mayor medida a los bebés, los ancianos y las personas convalecientes. También a personas con capacidades diferentes e hipersensibilidad sensorial, como es el caso de las personas autistas. Miedo, estrés, taquicardia y, en caso de enfermedad, empeoramiento de la salud del paciente.
En los animales, el uso de pirotecnia genera taquicardia, temblores, falta de aire, náuseas, aturdimiento, pérdida de control, miedo y/o muerte. Los animales silvestres también sufren los mismos trastornos, podría incluso alterar sus ciclos de reproducción.
Los fuegos artificiales son también una de las principales causas de incendios forestales.
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