Establecido por el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai) en 1997, se celebra todos los 30 de mayo, el Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos para personas que necesitan trasplantes.
Fue determinado en conmemoración del nacimiento del hijo de la primera paciente que dio a luz después de haber recibido un trasplante en un hospital público de Argentina, en la institución “Dr. Cosme Argerich”, en Buenos Aires.
Desde el programa radial matutino de Radio FM 88.9. «Todo Pasa» dialogamos con Enrique Digionantonio, transplantado 17 años atrás del corazón, en el Día Nacional del Transplante y la Donación de Órganos.
“Tenía 18 años en ese entonces. De un día para el otro, empecé a sentir un dolor muy fuerte en el estómago, náuseas, parecía algo hepático y fui al médico. Pensé que iba por algo estomacal y terminó siendo el corazón. Me hicieron una ecografía, un Eco Doppler y una radiografía. Fui por una consulta normal y me dijeron que tenía el corazón inflado, más grande de lo normal y la vez se iba desinflando: una cardiopatía dilatada. El corazón de una persona de 90 años”.
Es entonces cuando el médico les dijo a sus padres: «No se si creen o no (en Dios) pero es tarde, su hijo se está muriendo».
En ese momento, inició un tratamiento de pastillas, pero llegó una instancia donde su cuerpo no pudo más y debió ser llevado a terapia intensiva en el Hospital Regional Illia, donde casi muere por un infarto. Fue trasladado al Hospital Córdoba, donde estuvo internado casi un año. Los médicos sospechaban que la causa de su corazón agrandado, era su patología de displasia muscular. “No llegaron a conocer el motivo pero sospechaban. No respiraba, estaba prácticamente postrado. Toda mi familia estaba conmigo, mi papá dormía en el suelo y se quedaba a cuidarme”.
El joven recuerda también que se encontraban en un mal momento económico, a su papá lo echaron del trabajo y y su mamá limpiaba casas. El poco dinero que ingresaba, lo usaban para viajar a Córdoba, para comer allá. «Afortunadamente los vecinos de barrio Parque San Juan ayudaban, hacían rifas, colaboraban siempre con nosotros».
En enero del 2005 ingresó en la lista de espera de transplantes, tras un año de estar internado y ya no tener solución a su enfermedad.
Digionantonio contó que fue un 17 de febrero, 17 años atrás, que se dio cuenta que estaba mal y que no quería morir ahí. “Me quise ir a casa. El médico lloró conmigo, me sacaron todo y me fui. Al día siguiente casi me muero, no respiraba. Por la tarde me llamaron del Hospital Italiano diciendo que había un posible trasplante. En ese momento es importante ser rápido, porque es cuestión de minutos. Justo estaba mi tío, que me llevó, sino no teníamos forma de llegar rápidamente. Me hicieron un montón de estudios en poco tiempo y antes de entrar a la sala de operaciones, mis papás me tomaron de la mano y no me soltaban. Les dije que iba y volvía, siendo consciente que podía no salir de ahí. Fue volver a vivir después de tanto dolor”.
Pesaba 42 kilos, estaba desnutrido y se alimentaba con suplementos nutricionales ya que no toleraba nada. Cuando le buscaban el pulso, debían hacerlo entre cuatro enfermeras ya que no lo sentían. «Estaba hinchado y tenía insuficiencia renal y hepática» relató el altagraciense.
Tras la donación, narró que era todo nuevo, su recuperación fue muy buena, «Sentía un sonido ensordecedor en mis oídos: el de un corazón que funcionaba bien» dice contento. Quiso saber quién le había donado su corazón, pero por ley -salvo que la familia exprese lo contrario- se protege la identidad de los donantes. Pudo averiguar que se trató de un joven de 21 años, cuyos padres decidieron donar todos sus órganos. «La donación es un acto de amor en medio del dolor, porque mientras una familia celebra, otra está llorando a un ser querido» expresó.
Sobre la ley de donantes y la situación nacional, informó: «Hay 7300 personas en lista de espera por un órgano. Las leyes están pero falta mayor compromiso de la sociedad. Una persona puede salvar siete vidas y es importante que crezca el compromiso».
«Tengo una nueva vida desde entonces: respiro por mis propios medios, tengo dos hijas. Recibo una pensión pero estoy trabajando en una carnicería como cajero cubriendo francos, ya que el trabajo dignifica» concluyó.