Sociedad

María Cecilia, legalmente mujer a los 47 años

Estefanía María Cecilia Colecchia tiene 47 años y vive en Alta Gracia desde hace veintiuno. Hace dos meses atrás pudo concretar el sueño de una vida: que se le reconociera legalmente su identidad de género. Un logro que ella define como un segundo nacimiento, después de tantos años llevando esa carga pesada de un nombre que no la representaba, Jorge Fernando.
María Cecilia accedió a dialogar con RESUMEN, a contar toda su historia que no cabe en una página de diario, entre mates y lágrimas, de recuerdos tristes y de la emoción por este momento feliz.

Tenés tres nombres…
Sí, porque cuando fui a hacer el trámite, pregunté cuántos nombres me podía poner. Siempre usé María Cecilia, pero en ese momento le consulté a la chica si quedaría lindo Estefanía María Cecilia, con mi apellido, ya que tenía que mantener el de mi papá. Y quedó así, algunos me siguen llamando Cecilia, otros, Estefanía, que es el nombre de mi mamá.

¿Te costó lograr hacer el cambio de identidad?
Sí, porque yo nací en Buenos Aires y mi partida de nacimiento es de allá. Acá no podía hacer mucho y no encontré quién me ayudara. Un día me convocaron a una reunión al Pizzurno, le expliqué mi situación a un funcionario y fue increíble: lo que no pude resolver en años, me lo solucionaron en poco tiempo.

Se te ve feliz, cuando lo contás.
Fue como renacer, volver a surgir. Poder decirles a todos que soy mujer, porque antes no lo podía decir. Es un orgullo para mí, un sueño de tantos años; no puedo explicar en palabras lo que siento en mi corazón. Dejé de ser esa persona, ahora soy otra.

Tu mamá era de Alta Gracia, sin embargo vos llegaste casi como una extraña…
Llegué acá cuando tenía veinticinco años, después que mi pareja, con la que vivía en Buenos Aires, falleció de leucemia. Enfrenté todos los prejuicios con mi familia y una enorme discriminación por el tema de mi salud porque soy portadora de HIV: lavaban todo lo que yo usaba con lavandina, no compartían vasos, ni cucharas, me daban vajillas de plástico y luego la tiraban; no tomaban mate conmigo.

La cuestión de género pasó en un segundo plano…
Sí, pero porque en realidad me prohibían vestirme de mujer. Ya tenía pechos, pero no podía pintarme, ponerme aritos ni nada y tenía que vestirme de hombre. Cuando pude comprarme mi casa, dije basta y una amiga me ayudó con la trasformación.

Vos ya te sentías mujer. Qué fue para vos la transformación?
Dejar simplemente lo que estaba siendo, no aceptar más condiciones; códigos, horarios, reglas, como en una cárcel. Me humillaban, hasta que exploté y de un día para otro y tiré toda mi ropa de varón y empecé a comprarme de a poco ropa de mujer. Mi familia al ver ese cambio brusco me dio la espalda definitiva mente. Ya se habían muerto mi mamá y mi papá, y me quedé sola. Mi mamá me defendía siempre.

¿Demoraste muchos años en contarle lo que sentías a tu mamá?
Tenía diecisiete años, fue muy difícil porque la primera reacción fue agresiva. En esa época decir “soy homosexual” o “me gustan los hombres” o “quiero operarme para ser mujer” no era aceptado. Mi papá y me hermanastro me golpearon. Me mandaron a terapia y pagaban fortunas en psicólogos para poder cambiarme.

Y vos , ¿trataste de cambiar lo que sos, alguna vez?
No. Nunca, siempre seguí con eso y después llegaba a casa y me daban una paliza. Lograron aceptarlo cuando me hice un estudio hormonal y los resultados me dieron que tenía más de los 80% de hormonas femenina. Ahí se resignaron un poco.

¿Y en la escuela?
De nena jugaba a las muñecas, amaba hacerle trencitas y peinados a mis compañeritas. Los varones se burlaban, me decían de todo, peor en el secundario. Pero ahí me enamoré, como toda persona, y empecé una relación a escondida. Un día se enteraron todos y yo me planteé frente a todos los profesores y les dije lo que yo realmente era. Ahí dejé la escuela y la retomé unos años después, a la noche, y me recibí.

Volvamos a cuando llegaste a Alta Gracia, ¿cómo hiciste?
Terminé trabajando en la calle. No había mucha opción. Intenté buscarme otro trabajo, pero me rechazaban por los prejuicios. El trabajo de calle fue demasiado difícil, una noche, hace cuatro años atrás, pensé que me iba a morir. Un señor me golpeó hasta desfigurarme y me dejó tirada desnuda en Alto Fierro. Ahí juré que nunca más volvería a eso. Hace un tiempo trabajé como operadora en Villa del Libertador por un año y medio, pero no me alcanzaba y además tenía que vivir de prestado y yo quería volver a mi casa. En enero, me hicieron entrar en Colectividades como personal de limpieza y fue una hermosa experiencia.

Ahora que pudiste gritarle al mundo quién sos, ¿qué te gustaría hacer?
Yo soy peluquera, trabajo a veces con eso, pero no tengo las herramientas ni cómo comprarlas. Me gustaría que volvieran a llamarme para Colectividades, me gustó mucho y me trataron muy bien. También estuve trabajando en la película Distantes, de Marcos López junto con el Hospital Illia. Hice asistente de producción y hasta tuve un parte.

Tenés un buen vínculo con la gente del hospital, te quieren mucho…
Sí, mis médicas, Analía López y Graciela Arrúa, me dan mucho y yo trato de devolverles con cariño. porqué yo tengo mucho amor para dar.

¿Seguís creyendo en poder armar una pareja o tal vez una familia?
Hace más de quince años, casi ni me acuerdo cómo es que te quieran. Ahora yo quisiera lograr tener un buen trabajo, que me acepten como soy y también encontrar a un compañero. Soy adoptada, lo viví en carne propia y pienso que podría adoptar a un niño y ser excelente madre.
También soy muy creyente, orar y elevar mis pedidos a Dios, me salvó la vida.

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