La cámara 11º del Crimen, comenzará mañana la primera audiencia que tendrá en el banquillo de los acusados a Marcelo Ferraretto, de 59 años, imputado de «Homicidio doblemente calificado por el vínculo -femicidio íntimo- y por haber mediado violencia de género”, contra quien era su pareja, Ana Rosa Barrera de 46 años.
El hecho ocurrió en Mayo de 2017. Ferraretto, había denunciado la desaparición de su concubina, con quien vivía en la localidad de Los Cedros, hasta en los medios de comunicación. Con la mirada desconectada y relatando una crónica que él mismo inventó, dijo que ella se había acostado «disgustada» con él «como tantas otras veces» y que cuando se despertó alrededor de las 6 de la mañana del lunes, ella ya no estaba.
Lo que fue verdaderamente curioso, fue que en medio del relato, Ferraretto reconoció que el mismo lunes a la tarde, cuando casualmente salía de una farmacia, halló el vehículo de su pareja, abandonado en Avenida Renault Argentina, frente de un centro de estética, el cual tenía la llave en su interior, pero ningún rastro de su mujer.
Fueron muchas las dudas del fiscal quien luego de tenerlo varias horas declarando en su oficina, éste se quebró en llanto y confesó su crimen. A los pocos minutos, la Policía junto a división canes hallaron el cuerpo desmembrado de la mujer, cerca de un camino rural ubicado a pocos metros del campus de la Universidad Católica de Córdoba, en la ruta 5.
La muerte
Alrededor de las 12 de la noche del domingo 28 de mayo, Ferraretto se encontraba en su vivienda en compañía de su pareja Ana Rosa Barrera, con quien había mantenido una discusión a causa de que él había mirado el celular de María Rosa, por lo que ella se enojó.
En ese momento estaban en casa de unos amigos, y a causa del intercambio de palabras, regresaron a su vivienda donde continuaron la pelea que fue subiendo de tono. A raíz de ésto, Ferraretto tomó un objeto contundente que tenía guardado en su casa, golpeó la cabeza de Ana y arremetió con un segundo golpe que le habría provocado la muerte por “traumatismo craneoencefálico”.
Tras ello, el imputado procedió a buscar un elemento con mucho filo, y le produjo un corte en el cuello de 18 cm de largo. Posteriormente amputó su cuerpo y lo trasladó hasta una zona descampada, al que se llega por Armada Argentina a la altura del 5093.
Allí, en una calle de tierra, a unos ochenta metros de la ruta, cavó un pozo poco profundo, y enterró las partes del cadáver tapándolo con unos yuyos, tierra y piedras.