Con la mirada triste y la voz quebrada, Luis recuerda a su hijo Pablo, “el bebé de la familia” como él mismo lo define. Y claro, sucede que hoy se cumplen dos años de su partida, una ida anticipada, repentina e injusta que le apagó la vida a un chico de 20 años y que dejó un dolor inexplicable en todos sus cercanos.
El pasado 15 de Junio, la cámara I del crimen de la ciudad de Córdoba, entendió que Uriel Obregón, el conductor del vehículo VW Bora que impactó con la motocicleta que manejaba Pablo aquel 16 de octubre del 2016 y que le provocó la muerte al día siguiente, era culpable de esa “negligencia”. Sin embargo y, a pesar de que los testigos coincidieron en que esa tarde Obregón circulaba a “una velocidad que era una locura”, la pena fue de 3 años y 8 años de inhabilitación para conducir. Condena excarcelable, que la familia Salgado acató sin respuesta pero que claramente dejaba con gusto a poco. Y si, era hasta extraño pensar que alguien que chocó y mató al volante llegara al juicio caminando y se fuera de igual manera, sin pasar ni siquiera un día en prisión.
“Fue muy duro. Estuvimos tres días metidos adentro de tribunales, escuchando cosas terribles. Por ejemplo, un policía dijo que mientras mi hijo estaba tirado en el piso, éste lo culpaba de lo que había pasado. Un humano no hace esas cosas. Su abogado, además, dijo que mi hijo no tenía antiparras puestas en el casco. Antiparras! jamás lo escuché”, contaba Salgado recordando la dura instancia de juicio y haciendo hincapié en que por el momento priorizan la salud de su esposa, la mamá de Pablo quien permanece en tratamiento médico y que no apelarán en una etapa penal porque considera que las cosas “mucho no pueden cambiar”. Sin embargo, a futuro irán por la instancia civil, que es la que les queda por respeto a la memoria de Pablo.
La condena social
Luis, aseguró que jamás recibió un pedido de disculpas por parte de la familia del acusado, ni de él, mucho menos. “Al papá lo conozco y, si nos encuentran, miran para otro lado. Mi hijo trabajaba en supermercados Becerra y lo quería todo el mundo. Sus mismos compañeros me dijeron que esa familia desapareció de hacer las compras ahí. Creo que eso va a ser lo más duro para ellos, la condena de la sociedad para él, la del pueblo. Porque no solo no se arrepintió sino que quiso decir que Pablo era el culpable”. A la pregunta de ¿Si se lo cruzara, le diría algo?, Luis respondió “no sé como reaccionaría. Para mi, él es un asesino, cometió un hecho gravísimo”.
Vivir sin Pablo
“Es muy difícil pero yo siento que está. Llega el fin de semana que el tenía que jugar al fútbol y hoy se va el hermano solo. Desde chico que lo acompañe, hemos recorrido gran parte del país juntos”, cuenta Luis con los ojos llenos de lágrimas por esos hermosos recuerdos que viven en su retina. “Nosotros vivimos en el cementerio, a mi lo único que me falta que me pongan una cama, una mesa, una silla y estar ahí. Martes, jueves, sábado, domingo, a la mañana, a la tarde. Así siento que estoy más cerca de él. Yo me voy a trabajar a Córdoba a las 5:30 de la mañana, pongo en marcha el auto y lloro hasta que llego a mi trabajo. Trato de ser fuerte delante de los míos pero tengo mis debilidades. Pablo era el bebé de la familia, la alegría de la casa. Antes de ir a trabajar estaba desde temprano bien arriba y conociéndolo, sé que debe estar en el mejor lugar y desde allí cuidándonos, soy una persona creyente. Su habitación y sus cosas están como él las dejó , sus recuerdos, hasta la ropa del trabajo está guardada impecable”, contó el hombre.
A Pablo no le gustaba la soledad, quizá por eso en su corta vida cosechó miles de amigos. Quiso ser Policia pero después desistió y quería ir a la facultad. Ayudaba a su papá en la escuela de fútbol y era una apasionado de los asados del domingo en familia. Ese era Pablo quien “siempre está presente”.