“Las consecuencias económicas y sociales para mí fueron nefastas; perdí absolutamente todo. Con lo que digo no pretendo victimizarme, pero solo el que vive o pasa por esto, sabe el infierno que es, tanto para uno como para los familiares. He visto madres que apagan el teléfono por horas, chicos de 18 años que antes de salir a bailar pasan por ahí, esposas que salen a escondidas del marido, maridos que han perdido sueldos completos. La gente se enferma en Alta Gracia, es mucha más de la que uno pueda imaginarse y a nadie le importa”. El testimonio le pertenece a Diego, un hombre de 40 años que, hoy por hoy se encuentra desempleado y con una importante suma de dinero por cancelar a prestamistas, familiares y amigos.
Como ese, hay muchos testimonios más que difieren solo de sexo y edad, pero que en esencia hablan de lo mismo. Solo unos pocos logran pararse en la vereda de enfrente, autoexcluirse y comenzar un tratamiento que logre sacarlos de la Ludopatía (Inclinación patológica a los juegos de azar). Los demás (o sea el 98 % restante) sigue sufriendo las consecuencias de una patología que lo autoexcluye a diario, pero de la sociedad.
«Mi padre está enfermo desde hace años, siempre que necesita dinero me llama, me pide ayuda, me da lástima de verdad, ¿cómo puedo dejarlo solo?, después deque lo ayudo a pagar sus deudas, cambia de golpe y el día en que cobra su jubilación no me atiende el teléfono”, afirma Érica, familiar de un ludópata, y agrega: “Una vez lo saqué con la Policía del Casino, pero se puso violento y me amenazó. En el Casino me dijeron que ellos no pueden hacer nada; es un infierno que no acabará nunca».
Esa indefensión, es la que viven a diario familiares de ludópatas: un Casino a pocas cuadras de la casa, una empresa que no se hace cargo del problema y un Estado ausente; combo explosivo que ya destruyó varias familias en la ciudad, fue causa de muchos casos denuciados de violencia familiar y que pertenece a esa cifra negra, ese sector de la sociedad que nadie conoce, y al parecer, que tampoco importa.
Para Carlos, las cosas se ven diferentes y un poco más objetivas, porque es pareja del familiar de un ludópata, sin embargo, las consecuencias también llegan hasta él: »Mi experiencia fue como apoyo de mi pareja, a quien acompañé a sesiones de Jugadores Anónimos. Los familiares también están enfermos y caen seguido en justificar la conducta del adicto, terminan viviendo en un círculo de mentiras, ocultando la realidad a los demás por vergüenza y solo fomentan que el problema se oculte y no se enfrente. Es difícil estar al lado de una persona que tiene un pariente enfermo, pero se debe ser firme, uno debe asumir el rol de referencia para que no todo termine siendo verdadero y falso a la vez. O es blanco o es negro, no debe haber medias tintas», sostiene.
Una enfermedad sin remedio
¿Tenés idea cuánto has jugado en tu vida?, es la pregunta que RESUMEN le hace a, al menos, dos víctimas de Ludopatía, y ambos coinciden en minimizar este aspecto, no dar detalles y acentuar los daños en los aspectos familiares, sociales, psicológicos y hasta judiciales. Sin dudas, la concurrencia al Casino es una “costumbre socialmente aceptada” que difiere de aquellas patologías, tales como la drogadicción y el alcoholismo, que son sentenciadas por la sociedad. Quizás esta sea una de las mayores dificultades por la que aquellos que deben hacer algo al respecto aún no lo han hecho. Quienes decidieron luchar para que sea, al menos regulada, se encontraron en una situación parecida a la lucha de El Quijote contra los molinos de viento, ya que se mueven altísimos intereses económicos que, la mayoría de las veces, van de la mano del poder político de turno.
Un 3% de la recaudación en bruto de los slots es «donada» al Estado municipal (según establece el artículo 10 de la Ley 8665 donde se reglamenta el funcionamiento de este comercio), dinero que es reutilizado en obras. Una retroalimentación un tanto curiosa, si se tiene en cuenta que tampoco para esto (tal cual sucede con otras adicciones) hay en la ciudad un centro de atención directo, solo se cuenta con la contención del Hospital regional. En la última revisión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (2013), el juego patológico o ludopatía es considerado como un trastorno adictivo, a diferencia del anterior manual (2011) donde se lo consideraba como un trastorno por falta de control de impulsos, sin embargo, las definiciones y las estadísticas están todavía muy lejos de entender la magnitud de esta problemática que afecta a numerosas familias de nuestra ciudad, tal cual sucede en varios Departamentos de la Provincia.
La ruta del enfermo
Marta decidió, después de muchos años de juego y luego de perder casa y familia, luchar contra esta enfermedad. Se amparó en dos amigas que decidieron ayudar, sin embargo la burocracia fue más fuerte que las intenciones: “Me costó mucho tiempo entender que estaba enferma (primer paso para recuperarse) y decidí cambiar mi vida, una vida que se basaba en las mentiras constantes y en vivir al borde de la cornisa. Fui al Casino y pregunté cómo hacer para autoexcluirme, ahí me informaron que debía bajar una planilla por internet (www.juegoresponsablecba.com.ar) y luego presentarla junto al DNI, dos fotos carnet y fotocopia de DNI. Cuesta mucho hacer esto porque genera mucha vergüenza y más en una ciudad tan chica. Consulté si lo podía hacer un familiar y me informaron que no, que debía hacerlo en persona. Me fui con la planilla a casa y decidí que buscar ayuda profesional sería más efectivo y sobre todo menos avergonzante. Llamé a un teléfono (0800777AYUDA) y ahí me enteré de que podía acudir al hospital, pero los tiempos de los hospitales no son los nuestros, sobre todo cuando la voluntad de un adicto pende de un hilo y uno mismo es quien debe hacer todo esto, así que desistí y opté por llamar a JUGANON (grupo de autoayuda). Este grupo funciona solo en la ciudad de Córdoba, justo en el lugar donde no hay casinos, pero igual fui un par de meses y abandoné. Hoy no sigo tratamiento, solo ruego no volver a caer, pero sinceramente es muy difícil sostenerlo, más cuando se ha perdido todo”.
Voces
ESTEBAN
(Prestamista)
A pesar de que no está permitido que haya gente que preste dinero en los Casinos, es común que ocurra. En Alta Gracia, al menos dos personas se dedican a esto. “Todos pierden lo que tienen, mucho o poco, pero siempre pierden, no hay clases sociales en esto. Hay personas que ya no tienen para jugar y que van por el solo hecho de sentir el ruido de las fichas o de las máquinas. Hoy no hay forma de prestarle plata a quien no conocés, a pesar de que muchos vienen y te ofrecen celulares, relojes, y hasta los papeles del auto. En el Casino he visto un montón de casos. Antes, cuando no existían los tragamonedas, la gente iba y perdía una cantidad de plata X, y se volvía con algo porque no había posibilidades de gastársela toda. Ahora, te gastás hasta la última moneda, porque te quedan $10 y los ponés en la máquina para ver si podés salvarte. Y no se salva nadie”.
NICOLÁS
(Coordinador de Juganon)
“Los familiares también están enfermos y no lo saben hasta que no llegan aquí. Hay síntomas muy claros de una situación de este tipo: el dinero falta en la casa, el jugador desaparece muchas horas y presenta un estado de irritabilidad importante. Este es un grupo de autoayuda donde las personas son anónimas, no buscamos las causas por las que el jugador llegó a esta enfermedad, solo acompañamos. El remedio, son las reuniones”.
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