Muchas de las calles de nuestra ciudad llevan el nombre de quiénes dejaron una marca, contribuyeron a su crecimiento, nos representaron en cuánto autoridades. A menudo se discute acerca de la representatividad de la nomenclatura, porqué cada época aporta decisiones que tienen a que ver con su forma de ver a las personalidades de la ciudad, desde un punto de vista social, político y simbólico.
Aún así, la mayoría de estas personalidades, cuyos nombres aparecen en carteles e instituciones, están sepultadas en nuestro cementerio municipal, sobre la sobre la ruta C45 camino al Cruce del Alto Fierro, en Barrio Parque San Juan, en tumbas olvidadas, con telas de arañas, lápidas o esculturas deterioradas y quebradas. Un espacio de silencio que encierra la historia de la ciudad, en el que la cronología se encuentra dominada por el caos de un flujo continuo de vidas extinguidas.
El olvido
Se presentó ayer en el Concejo, de la mano del bloque radical, un proyecto para la preservación de los restos y de las tumbas, a menudo de alto valor patrimonial, de todos aquellos “vecinos destacados y reconocidos de distintas disciplinas profesionales ya sea en medicina, docencia, arte, política etc. que descansna en nuestro Cementerio Municipal”.
El cuidado de las tumbas está, en teoría en las manos de los familiares, que paguen los impuestos municipales correspondientes. Pero los años pasan y los queridos quedan en el olvido o simplemente sus sucesores se diluyen en amplias ramas genealógicas y todo cae en el abandono. Según el personal del área, se mantiene un promedio de un fallecido por día: “por cada uno de los que llegan, hay que liberar un espacio”, explican. Es cierto que, en los último años, muchos eligen la cremación o los cementerios privados, pero un paseo pero el camposanto local, mostrará una impactante cantidad de mausoleos de familias reconocidas y tumbas que datan entre un siglo y pocas horas, todas mezcladas, sin una línea de tiempo.
Mausoleos y nichos
Por muchos años, los personajes destacados que construyeron la ciudad, pertenecían a familias adineradas que construían mausoleos para mostrar que el prestigio familiar venía de lejos y seguiría por generaciones.
Sin embargo hay intendentes, médicos, deportistas, artistas, que yacen en los nichos, entre vecinos de la ciudad, de distintas épocas, edades, historia de vida, trayectorias. Tumbas y nichos olvidados, en estado de abandono porque ya nadie los va a visitar. Porque el cuidado de los sepulcros responde al cumplimiento del pago de las tasas correspondientes. Luego de 10 años de abandono de los que yacen en tierra, el municipio puede proceder a la remoción de todos los restos, para hacer lugar a otro. En el caso de los nichos, el límite es 25 años. Y así, el personal guiado por las autoridades va cambiando el mapa del cementerio.
El proyecto
La propuesta busca adosar al municipio la responsabilidad de esos restos, para su cuidado, porque “es obligación del Estado Municipal conservar a través de los tiempos la memoria de esos personajes” y por lo tanto se propone una ordenanza, que pasó a Comisión de Hacienda que implica la eximición “del pago de la tasa por Mantenimiento de cementerio y Concesión de Uso de los Restos Mortales de todas aquellas personas que se destacaron por su actividad y fueron reconocidos sus nombres en Calles, Plazas y Edificios Públicos de nuestra Ciudad”.
Los ilustres
Tal vez debería pensarse en un trabajo previo de definición de quiénes pertenecen a esta categoría. Por un lado recordar, educar e instruir a la comunidad sobre cada nombre que aparece en nuestra cotidianeidad, y por otro lado también repasar un poco la historia con una mirada nueva, sobre quiénes realmente lograron transformarnos o representarnos en este camino. Sin dudas, sobre todo en términos de participación femenina, no encontraríamos con muchas sorpresas.
Valor patrimonial y turismo funerario
Caminar por el camposanto en búsqueda de todos esos apellidos es un paseo difícil, meticuloso, durante el cual se pueden apreciar distintos sepulcros de enorme valor patrimonial, más allá de la trayectoria en vida de quienes allí yacen, por su antigüedad (algunos datan más de 100 años) o por las obras de arte que los acompañan.
Es imperioso, por lo tanto que también allí llegue la protección de Estado, con expertos que los puedan clasificar y restaurar, antes de que el ciclo de la muerte, las remueva. Se abriría así la posibilidad de pensar en otro recorrido y atractivo cultural: el turismo funerario, que implica comprender el valor intangible de las personalidades, o el tangible de las obras funerarias. Además, el patrimonio que cada camposanto posee es el del ritual de las prácticas de devoción popular. En Buenos Aires, por ejemplo, miles de turistas visitan cada día el Cementerio Monumental de la Recoleta, atraídos por íconos, personajes históricos y la inmensa colección de obras funerarias.
En Alta Gracia, hace unos años atrás se empezó a considerar la puesta en valor de estos circuitos patrimoniales, de la mano de Eva Coffaro, profesional de turismo, que presentó una investigación exploratoria sobre “Turismo Necrológico en la ciudad” como trabajo final para la carrera de Escuela de Turismo José Fernando Ferrari.
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