“Doce años estuve aguantando las ganas de gritarle todo ésto en la cara a los radicales”, le dijo -por lo bajo- un funcionario de UPC a otro, a pocas horas de que se conociera el fallo judicial que condenaba a Bonfigli a dos años y medio de prisión en suspenso y tres de inhabilitación para ejercer un cargo público. Para algunos se trató de una fiesta, para otros la trastienda de una película de terror; lo cierto que propios y ajenos tomaron la causa como un espectáculo boxístico donde uno de los dos gana por KO y el público festeja a viva voz…un público que en este caso no festejó, y muy lejos está de hacerlo.
La política local, en su conjunto, debería replantearse algunas cosas y no ampararse tras el discurso “ésto es una verguenza para los vecinos de Alta Gracia”, un discurso que lejos está de analizar el real objetivo, y sin embargo está muy cerca de utilizar a la gente como escudo para fines propios. La sentencia que condenó al ex intendente (y más allá de lo que cada uno piense y sienta con respecto a este dirigente) sentó un precedente que para algunos fue un alivio y para otros el comienzo de una etapa que deberá manejarse claramente distinta a la anterior.
Gran parte de la UCR salió rápidamente a despegarse de este escándalo y a separar la acción de Bonfigli del resto de los radicales…a sacarse el problema de encima, se diría vulgarmente. Hubo reuniones, planteamientos y hasta se barajó la posibilidad de que quienes estuvieron cerca del tema desaparezcan de la escena política local por algun tiempo. Sin dudas, el partido centenario deberá rearmarse tras este tema e intentar posicionar a alguien en el poco tiempo que resta hasta las próximas elecciones. Un desafío por demás difícil teniendo en cuenta no sólo el desempeño en el Concejo Deliberante de quienes están trabajando políticamente desde hace bastante tiempo, sino también las diferencias que aún no pueden salvar entre ellos.
Para UPC, en tanto, la misión es doblemente difícil, a pesar de que algunos funcionarios (en concordancia con algunos sectores de la prensa) vivieran minuto a minuto el proceso y festejaran en un conocido bar de la ciudad la sentencia esa misma noche. Lo que sucedió, lejos está de ser un triunfo para el oficialismo; sino que se trata de una doble responsabilidad en cuanto al desempeño que deberán tener los dirigentes en lo que resta de la gestión.
El Coliseo Romano
Lo que sucedió en la última sesión del Concejo Deliberante fue un pobre espectáculo que se parecía más a las grandes fiestas que sucedían en el Coliseo Romano, que a la que deberían dar representantes elegidos por el voto popular. Una lucha “entre gladiadores” para ver quien devolvía más gentilezas en torno a lo sucedido como si se tratara de un trofeo de guerra que alguno podía adquirir en base a la alocución que hiciera en el lugar.
Ese día no hubo presentación de proyectos y el debate únicamente se basó en la “inmoralidad”de quien había sido juzgado. Nadie dice, y lejos estamos de afirmarlo, que este no sea un tema para discutir, pero claramente debería haberse hecho con profundidad en la discusión y -sobre todo- con elementos de cambio, cambios que la sociedad está pidiendo a gritos desde hace mucho tiempo pero que quienes están en el poder, no alcanzan a escuchar.
Comentarios: