Matías Factorovich tiene 41 años viviendo en el arte. Sin dudas, es uno de los artistas de Alta Gracia con más trayectoria y exposiciones. Algunas de sus obras forman parte de colecciones privadas en Sudáfrica, Swaziland, España, Estados Unidos y Argentina.
Fue un adolescente mimado de la movida cordobesa de los ’90, cuando pocos se animaban a romper paradigmas. Él, con poco más de 17 años, ya se atrevía, con naturalidad, a instalaciones que rozaban la estética Camp.
Hacia la profundidad de las miradas
Luego vinieron los viajes por el mundo. Empezando por América del Sur, hasta la experiencia africana que marcó su vida y su mirada para siempre.
A los 19 años se fue por segunda vez a África y permaneció en una tribu: “En esa época viajaba con mi plumín y tinta china. Allí es donde comprobé el dialogo maravilloso de la naturaleza, con sus seres, sus pausas, la profundidad de las miradas, la textura de la piel y el cielo. Fue un despertar y todo eso aún hoy sigue siendo el susurro que me mueve la mano y el corazón” describe el artista multifacético. Y desde allí Europa, Madrid, en donde expuso, ilustró y entró en el mundo del teatro.
Su actividad fue continua, acá y allá lejos, entre instalaciones en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, muestras de fotografía en la Casona Municipal de Córdoba y una participación en el “Ethical Fashion Show” con accesorios de moda ética, en Caroussel du Louvre en París. Hasta hace unos 10 años atrás, cuando empezó a dedicarse más de lleno a una empresa de accesorios de diseño en Buenos Aires, de la que, además, es director artístico: “si bien me dediqué al diseño y al comercio, fueron años de mucho aprendizaje, ya que aún en escenarios donde la vida parece yerta, lo bello, lo velado siempre aflora y se deja ver. Fueron años muy nutritivos, yo me sentía un cazador que había dejado su tribu para ir en busca de alimento”, aclara Factorovich.
Volver al público
En 2016, volvió a establecerse en Alta Gracia y, luego de este hermetismo del cazador, regresó en febrero a la movida cultural cordobesa con una instalación en una noche perfomática con Sofía Torres Kosiba, con quien ya compartió esas experiencias allá por los `90.
Una participación dinámicay que tuvo excelentes repercusiones: “una forma de romper con este formato anticuado del arte para elite es involucrar sensorialmente al espectador, hacerlo participar, la luz, lo visual, el sonido, los sentidos que ayudan a acercarse al arte. “El dialogo entre una obra pictórica y una poesía recitada, un acto performático, un objeto escultórico me resultan más tentadores a la hora de pensar una muestra.” agrega.
El 6 de abril inaugura “Ambos lados del espejo” y ahora el desafío es con el público de su propia ciudad, en la que desde hace años no expone ni la interviene con sus instalaciones. Una ciudad, para algunos, difícil de alcanzar, por más cerca nuestro que esté, en cuanto a la recepción y a la posibilidad que las intervenciones artísticas en general, despierten nuevas miradas críticas. A este propósito Matías se muestra confiado: “Creo que siempre se subestima al al público de Alta Gracia o de las ciudades pequeñas en general. Personalmente creo que existe una avidez por lo nuevo, por lo que te mueve y aleja de la rutina, por lo que te descoloca amorosamente. Siempre he tenido una buena recepción en Alta Gracia, desde mis comienzos con el teatro performático hace 25 años atrás”, concluye el multifacético artista.
Ambos lados del espejo
Acerca de la muestra que inaugura el 6 de abril en la casa de la Cultura, Factorovich explica:
“La obra pictórica, la poesía y los objetos se ensamblan como pequeños altares. Hermandades para homenajear a lo sentido, a lo intuido y lo pensado. El trabajo de años vuelve a mezclarse, se baraja nuevamente como un oráculo, como un reflejo del hoy que se evoca”. Asumiendo al arte como un compromiso y una plegaria, despliega su obra tan extensa, en diversos soportes, relata que “Ninguna pieza es una oración cerrada, creo que la combinación de las obras son las palabras de la gran oración. Por eso, la pintura estática deja lugar a una forma de exhibición más lúdica, más integrada; como una maduración del lenguaje y un compromiso más auténtico con mi propia identidad. Evidentemente describo un mundo, una proyección que recojo de la existencia. Seres extraños, lenguajes codificados, símbolos, vínculos que impactan desde lo oculto, naturaleza que adoctrina y alinea. La naturaleza y sus seres son mi inspiración. Lo no dicho, lo oculto, lo prohibido, lo tabú, generan en mi gran atracción”.