Existen encuentros anuales, exhibiciones, también algunas pruebas de regularidad o habilidad conductiva y en nuestra ciudad suele vérselos a todos juntos los días en los que celebra la Semana del Che. Pero si se afina la mirada, también se los puede encontrar los fines de semana en el Tajamar o en el parque del Sierras Hotel cuando sus dueños los sacan para dar una “vueltita” para despuntar el vicio de manejar un tiempo que ya no volverá.
Son cuidadosos de los detalles y cuando hablan sobre ellos en sus ojos se enciende un fulgor muy particular. Se los puede catalogar de nostálgicos, fanáticos o amantes de una determinada marca pero en una época donde la tecnología inunda todo de novedad, también se los puede considerar como los guardianes de un período en donde predominaba el valor de lo artesanal.
Por un motivo u otro en Alta Gracia no existen grupos estables ni numerosos que se reúnan detrás de tal o cual marca, pero sí son muchos los que se dejan llevar por esa pasión. Están aquellos que tienen un Ford Falcon, el tradicional `Fitito’ y también algún que otro Valiant. En este caso nos ocuparemos de dos emblemas que a su manera revolucionaron la industria automotriz; los Torino los Citroën y un clásico Ford A.
El toro
Convocado para una escena de la película “Karma Lucía” que se está rodando en Alta Gracia, Carlos Righini, apareció un domingo soleado en la calle Catamarca –atrás de la Colonia de Santa Fe- con su flamante Torino modelo 1974. “Cuando volví de realizar una actividad laboral en la provincia de Chubut, me encuentro que mi padre lo había comprado y lo usaba como taxi. Entonces él me lo vende pero yo no conocía nada de la historia del auto”.
Como su trabajo está relacionado con la minería, Righini de lunes a viernes vive en la ciudad de Cruz del Eje entonces al Torino lo usa solamente los sábados y domingos. “Me cautivó la historia de este auto cuando empecé a ir al taller del Henzo; él me enseñó todo y a partir de ahí empecé a ir a todos los encuentros de la marca”.
El auto es un integrante más de su familia y cuenta que su hermano tiene un Ford Falcon “muy bonito también, así que ahí tenemos la competencia. Además, mi señora me dice que el día que me muera le va a decir a la empresa e que venga con una retroexcavadora y me entierren con auto y todo”, expresa con una amplia sonrisa que le cubre todo su rostro.
El Henzo que nombró Righini en su testimonio, no es ni más ni menos que Comari; un mecánico de 80 años y referente inevitable a la hora de hablar de los poderosos Torino, que eran íntegramente de fabricación nacional.
Comari trabajó muchos años en la fábrica IKA y rememora que “el Torino nace porque los Rambler eran muy grandes. Entonces la empresa lo contrata al ingeniero Sergio Pininfarina que era de la ciudad de Turín y diseña un auto de estilo europeo pero con la mecánica nuestra”. El Torino debutó en 1966 en la carrera de Turismo de Carretera que se realizó en la ciudad bonaerense de San Pedro. “Ese día ganó y los de Chevrolet, Ford y Dogde no lo podían creer”.
Pero sin duda el punto máximo que alcanzó el vehículo fue en el año 1969 cuando un equipo de pilotos y mecánicos argentinos – guiados por Juan Manuel Fangio y Oreste Berta- participaron de la famosa carrera ´Las 84 horas de Nurbumgring´ en Alemania (ver aparte). En ese grupo estaba Henzo Comari y como si fuese hoy se acuerda de ese momento inolvidable para el automovilismo nacional. “Los europeos no podían entender que unos sudacas les ganen a ellos. Después de esa carrera se vendieron muchísimos Torino”.
La Rana
Juan Scorpiniti calcula que su amor por los Citroën se le despertó cuando era un niño porque su tío tenía uno. “Era hiperactivo, entonces me le prendía del paragolpe y era lindo como se le movía la suspensión”. Hoy tiene 47 años, es fanático de la marca y entre otros autos que tiene en su casa es dueño de un impecable Mehari de color amarillo modelo 1985.
Cuando cumplió la mayoría de edad tuvo si primer Citroën que aún conserva. “Al principio renegué un poco con los repuestos, entonces veía que en el fondo de las casas había autos tirados y la gente me los iba dando; por lo tanto comencé a acopiar repuestos y se me fue conformando la pasión”. Unos años más tarde después que cerrara la concesionaria oficial que había en la ciudad logró adquirir todo el lote de repuestos y herramientas que habían quedados tiradas en un galpón.
Scorpiniti destaca el andar parsimonioso de esos autos que popularmente fueron identificados con una rana. “En su tiempos estos autos fueron pioneros porque venían con tracción delantera. Es un vehículo para andar tranquilo y te crea una conducta de manejo porque en un Citroën tenés que ir despacio”, argumenta y agrega:” Mi hobby es comprarlos y con todos los repuestos que tengo es armarlos bien y venderlos; pero se lo vendo a alguien que lo vaya a cuidar sino no”.
Cristina Miguel tiene 64 años y reconoce que no tuvo “un amor a primera vista” con la marca. “Yo había vendido una mota a buen precio y compre un Citroën que estaba en venta en mi barrio. Al principio no me acostumbre, era como que no tenía reacción. Entonces a los dos días no lo quería más y se lo llevé a un mecánico amigo para que me lo venda pero él me dijo que me tenía que familiarizar con el auto y me enseñó cómo debía manejarlo. Así que me acostumbré y ahora sé que no hay nada mejor que un Citroën”.
Después de esa experiencia y por otros motivos, Cristina se tuvo que desprender de ese auto pero años más tarde volvió a tener uno; el flamante Citroën modelo 1973 de color rojo que maneja actualmente.
Cristina Miguel recuerda un viaje que hicieron a Carlos Paz donde se realizó un encuentro de Citroneros. “Fue algo muy lindo porque a partir de ahí se estableció una amistad y nos juntamos a comer y a charlar”. A pesar que no tienen el rango de un club porque no se reúnen con la frecuencia que quisieran por cuestiones de trabajo, Juan Scorpinit subraya por último que “somos un grupo de amigos que nos gustan estos ´bichitos´, hablamos del tema y nos ayudamos. Además Ttambién participan Germán Coreman, el Flaco Ramos, Estela campos y algunos más que siempre tratamos de juntarnos”.
El auto del nacimiento
Miguel Ángel Gioda es jubilado, tiene 70 años y hace 20 años que vivo en Alta Gracia. Es dueño de una espectacular voituré Ford A del año 1930. “Siempre me interesó comprar un vehículo así porque en uno de estos mi padre la llevó a mi madre desde el campo a la ciudad de Río Tercero para darme a luz a mí”.
“Lo compré en Córdoba y da la casualidad que originariamente era de Alta Gracia porque tiene la patente de acá. Creo que era de la familia Garzón y yo sólo para pasear porque es un gusto tener un hobby así”, informó Gioda.
Cuando los Torinos brillaron en Alemania
La Misión Argentina redondeó en Nürburgring una heroica actuación, demostrando al mundo que la industria automotriz más fuerte de Latinoamérica de ese momento era competitiva en cualquier circuito del planeta. Fue la primera repercusión mundial del automovilismo nacional desde el retiro de Fangio, en 1958.
Los Torinos brillaron en Alemania, justo con el Chueco a la cabeza, que había confiado más que nadie en el proyecto de Berta y en el poderío de los autos, tal cual lo manifestó en el aeropuerto, antes de partir a la competencia: “Porque somos todos argentinos es que toda nuestra fe, todo nuestro entusiasmo, se concentra en los colores de nuestra bandera, y en estas dos palabras que, como única insignia, lucen estos coches que llevan a Europa nuestra gran esperanza: Industria Argentina”.
Dos documentales recientes reflejan el tema; uno es “Torino” de Agustín Rolandelli y La Misión Argentina de Adrián Jaime que relatan la preparación en talleres cordobeses de los automóviles que correrían en 1969 en el circuito de Nürburgring.
