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La alegría dejó de ser brasilera

Lic. Gustavo Rossi – Periodista Especializado en Política Internacional.

Brasil se debate en esta segunda vuelta electoral no en un modelo de sociedad que encarne un nuevo presidente, sino entre el ODIO a la corrupción que para ellos representa el Partido de los Trabajadores de Lula, hoy en cabeza de Fernando Haddad; o el MIEDO a la instauración de un gobierno de extrema derecha: Xenófobo, Machista, Misógino e intolerante a cualquier tipo de minorías, que proclama Jair Bolsonaro.

La puja electoral de acuerdo a la consultora Datafolha, el Odio representa un 58% de los votos que los capitaliza el exmilitar del ejército, y los del Miedo a una Dictadura-Democrática, son el 42% del electorado.

Los propios analistas políticos brasileros dicen que el grado de perturbación social inhibe a pensar en un voto concebido desde la lógica, y desde esa dirección surgirá el nuevo presidente.

Armarse ante la violencia es la consigna más fuerte de Bolsonaro, entregarles las armas a la propia sociedad civil para responder ante los asaltos y otras acciones violatorias de sus derechos, es la forma; se podría afirmar  que dejara de lado un principio rector en toda Nación jurídicamente constituida, el monopolio del uso de la fuerza en manos del Estado.

Los asesinatos que sumaron en 2017, 63.800 muertos hoy tienen un nuevo cariz motivacional, el político, el mismo día de las elecciones se daba a conocer el asesinato de un artista bahiano tras una discusión en contra del candidato Bolsonaro, este por cronicar uno de los cientos que se dieron en las distintas regiones del país y que obedecieron a reyertas por banderías políticas.

La alicaída izquierda del petista Fernando Haddad solo atina a decir casi en tono derrotista, que Brasil de ganar el PSL (Partido Social Liberal) se encamina a convertirse en otro Filipinas, un país atravesado por milicias formadas y armadas por el propio gobierno para combatir a sectores musulmanes extremistas, una guerra de pobres contra pobres más allá del credo.

La frase más poco feliz que dijera el casi próximo presidente del Brasil fue: “ Hay que darles seis horas a los delincuentes para que se entreguen, si no, se ametralla a los barrios pobres desde el aire” .                                                                                                                                         Bajo estos parámetros podemos decir … La alegría no es más brasilera.

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