Se trata de una familia de Alta Gracia marcada íntima e intensamente por el espíritu sabalero que inculca Hugo: padre, tío y abuelo de un clan que lleva los colores de Colón en el corazón. Tampoco es dato menor que él haya jugado, años atrás, en el Club.
Fue en septiembre cuando Hugo y su hijo menor, Facundo, decidieron viajar desde Alta Gracia a Santa Fe en auto, para ir a ver y disfrutar del partido Colón – San Lorenzo como padre e hijo. Lo que no sabían era que ese viaje iba a salvar una vida… y cambiar unas cuantas.
Pero antes de llegar al capítulo que se desencadenaría en ese viaje, hay que hacer un poco de historia. Todo comenzó los primeros años de la década del 2000, cuando a la familia llegó Ramón: perro aventurero y fiel como pocos – o muchos, todo desde la perspectiva del amor y la dedicación que cada familia le dedique a su miembro cuadrúpedo –. Ramón tuvo una vida intensa y llenó de amor y pelos marrones a toda la familia de Barrio Pellegrini. Dejó este mundo luego de cumplir 15 años, dejando una vara bastante alta, en cuanto a cariño se refiere. Y fue justamente ahí, cuando Facundo decidió que su próximo perro lo elegiría a él y no al revés.
Ahora sí, volvamos al viaje sabalero. Padre e hijo iban en plena ruta cuando Hugo divisó una manchita negra, minúscula, que se encontraba a la vera de la ruta: una víctima más de alguien que no estuvo a la altura moral ni emocional como para tirar un cachorro en plena autopista, sabiendo el destino que le deparaba. Frenaron. “Cuando me bajé del auto pensé que estaba yendo a buscar un cachorro atropellado”, cuenta Facundo. Bajó sin medir el peligro, pero sí viendo el camión que se aproximaba, y todo ocurrió en un instante: “El camión disminuyó la velocidad a 2 metros de donde estaba, lo agarré y en dos segundos la rueda pasó por donde antes había estado el perrito”, cuenta.
Ahora contaban con otro problema: ¿qué hacer con un perro en el medio de la nada? La respuesta fue clara: Fue y volvió con ellos. “Le pusimos Cristóbal porque Colón lo salvó. Pero a la vuelta del viaje decidimos cambiarle el nombre en honor a Morelo, quien anotó el segundo gol de la victoria que tanta alegría nos dio a mí y a mi viejo”
Morelo llegó para quedarse. Juega con su pequeño hermano humano, se zambulle en una pequeña “Pelopincho” y se comió todas las plantas.
En las últimas horas la familia fue contactada por “Colón al Toque”, en el marco de un relevamiento de “mascotas sabaleras”, donde la historia de Morelo conmovió a todos. “Lo salvaron y lo hicieron Sabalero, ¡Qué hermosa historia!” expresaron en las redes sociales.
El cachorro podría haber tenido un destino fatal, sí. Pero fueron el amor y el destino quienes le dieron una segunda oportunidad.
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