Dialogamos con Marcos López, uno de los directores de “La última página”, corto que saltó a la fama luego de ganar el premio a mejor corto de suspenso en los Premios Latinos de Marbella. En este momento, entre otras cosas, está dirigiendo “Mientras Tanto, un largometraje documental acerca del trabajo realizado en CRECER (Centro de Integración al Discapacitado), de nuestra ciudad.
¿Cómo te acercaste a CRECER? Eso nace antes de lo de los Premios Latinos…
Siempre tuve buena relación con Sergio López, el director, porque venía trabajando con la institución desde el año 2015 y mi primer contacto tuvo que ver con un proyecto del colegio Anglo Americano para realizar un trabajo de campo en mi especialidad que era Administración. Tenía que hacer pasantías, en ese entonces ya estaba decidido a estudiar cine, por lo que propuse hacer un cortometraje documental, de unos 10 minutos, con entrevistas a acompañantes terapéuticos y a concurrentes. De ahí, nunca perdí el contacto y me llamaron cada vez que necesitaron una cobertura audiovisual. En noviembre del año pasado, Sergio me propuso realizar un largo para el cumpleaños de CRECER.
Saltaste a la fama local con el premio, sin embargo todo esto que estás contando, es previo. En definitiva, ¿qué te dejó Marbella?
Con respecto al trabajo, yo vengo desde hace tiempo con dos proyectos. Uno es con CRECER y el otro, con la Fundación Rosa de Córdoba, que se ocupa de todo lo relacionado a la prevención del VIH. A eso ya lo venía trabajando desde antes y, en ambos casos, tenía la confianza de parte de los directores de los sectores. En ese sentido, no cambió mucho. Con respecto a la gente y al público, sí notamos ciertos cambios; por ejemplo, se nos hizo mucho más fácil conseguir actores. Antes fue tan difícil que tuvimos que salir nosotros a interpretar papeles en “La última página”, porque no pudimos conseguir, por falta de confianza. Ahora mucha gente nos habla, y apenas publico algo, la gente pide un papel o participar de los trabajos que llevo adelante y eso es de gran ayuda.
Y en lo personal, en tu día a día en la ciudad, ¿cambió algo?
El premio me dio mucho con respecto a cierto trato de la gente, comparando con cómo me trataban antes. Al galardón de Marbella lo veo como un logro, obviamente, pero ya pasó, sigo adelante y tengo que enfocarme en otras cosas. Cuando tenía 11 años, empecé con la pasión por el audiovisual, haciendo videos por internet: comedias, blogs, lo que está de moda ahora. En aquel entonces recibí mucho bullying en el colegio. Mucha discriminación porque eso no era lo que usualmente hacían los demás; se me reían y la pasé muy mal.
¿No pensaste en dejarlo?
Muchas veces lo dudé, pero sentía y sabía que si lo hubiese dejado, no me lo perdonaría nunca. Soporté muchos hechos de bullying muy fuertes y por mucho tiempo, por mi pasión, desde los 11 hasta los 18 años. Pude rearmarme cuando empecé la facultad porque cambié toda mi sociabilidad en Córdoba, que es otra cosa. En ese sentido el premio me dio un poco más de respeto y la gente que ayer se me reía, hoy me busca para saludarme.
¿Puede ser cruel Alta Gracia?
Sí. No todos, está claro. Pero con respecto a las diferencias puede ser muy cruel. Cuando uno, por una razón u otra es diferente, en Alta Gracia lo sufre muchísimo. Yo no tengo los mismos gustos. En ese entonces y aún ahora, no encuentro mucho sentido en salir todos los fines de semana, no me atrae. Pero eso lo veo con todo y con todos, por ejemplo la sexualidad es un problema muy grande, así como la imagen física. Yo no me veo una persona muy diferente, simplemente siempre me gustó hacer vídeos y ahora hacer películas. Ciertas cuestiones del chimento o del hablar de la gente, no me interesan; por ahí, si fuera para un guión, sí, claro.
¿Quién es Marcos López?
Un simple pibe que se queda todo el día en su cuarto. La mayoría del tiempo, cuando no curso, estoy en mi pieza porque ese es el lugar que más inspiración me da. Me preguntan si el viaje a España me inspiró y la verdad es que yo me inspiro adentro de las cuatro paredes de mi habitación y de ahí salen los personajes, mis historias y donde me siento más cómodo.
Irte a Córdoba marcó un cambio, pero vos supiste desde antes focalizar cuáles eran tus intereses y los defendiste, aún estando encerrado en tu cuarto. ¿Nunca trataste de amoldarte?
Intenté defenderme y adoptar otros comportamientos para ver si me rearmaba, pero sin alejarme de lo que me gustaba. En realidad, justamente lo que algunos querían era que dejara lo que me gustaba. Hubo siempre ese pensamiento, esa duda acerca de qué hacer con mis gustos, pero hoy agradezco haber tenido la claridad, desde chico, de saber lo que quería. Si dejaba eso que me apasionaba por un simple hecho de bullying, lo iba a lamentar toda mi vida. Yo siempre me imagino cómo seré a los 80 años y sé que eso no me lo iba a perdonar nunca. Mi perseverancia o el amor a lo que sentía como realmente mío, valió más de lo que podía existir allá afuera.
Todo eso es parte de vos y de tu trayecto artístico…
Ese sufrimiento me enseñó a reflexionar. De chico era muy extrovertido, ahora hablo lo justo y necesario. Ser incómodo para cierta gente, me enseñó a callar y a observar; de eso trato de hacer un arte. Además y quiero remarcarlo, hubo gente que me acompañó, algunos, pocos amigos y, por supuesto, mi familia. Si hay algo que le agradezco a mi familia es que a los 11 años ya tenía mi cámara, y ellos no tenían prejuicios conmigo.
¿Se puede decir que en Alta Gracia hay un conformismo que, en cierta medida, no ayuda al desarrollo artístico?
Me duele decirlo, pero en el ámbito artístico y en muchos otros, sí. Pero es un tema en general de la sociedad argentina, en la que el deporte es el centro de la idiosincrasia del pueblo. Los artistas sufrimos acá en Alta Gracia, pero no quiero dejar de lado toda esa gente que no es artista y también sufre la mediocridad o el conservadurismo de la sociedad. En Alta Gracia, aún hoy, no se permite ser gay ni hacer muchas otras cosas que no sea buscar ser deportista, abogado o médico. El futbolista y el abogado aquí son los ejemplos: los demás estamos relegados a ser “el otro”.
¿Y el rol del Estado en el tema del fomento al arte, sobre todo el cinematográfico?
Hay muchos negocios, pero el arte es lo que puede salvar a una ciudad o una comunidad: cambiarle la cabeza. Porque la falta de cultura es lo que nos condena a ser dominados por toda la vida. El Estado ve a la cultura como un añadido, algo que tiene que estar, pero que no tiene ese rol que debería.
En el caso de tu viaje a Marbella te ayudaron…
Sí y estoy muy agradecido con la Municipalidad por eso. De hecho no me refiero a esta gestión en particular cuando digo que la cultura no es prioridad: es más general. Pero lo que veo es que, mientras a otras disciplinas o a los museos se le sigue dando importancia, el cine y el audiovisual en Alta Gracia están relegados. Por ejemplo, nunca se nos ofreció mostrar el corto por el que nos dieron una ayuda generosa, en un espacio público para que la gente también lo pueda aprovechar.
¿Hay una movida audiovisual en Alta Gracia?
Sí, y además mucha gente está estudiando eso y va a haber más. Las dos producciones que estoy armando, por ejemplo, están hechas totalmente en Alta Gracia y con gente de acá. Hacen falta espacios e instancias para poder ofrecer más cine: no sólo para los que lo realizamos, sino para todo el público en general.
«Mientras tanto», ellos se aman.
El Centro de Integración del Discapacitado (CEDER) cumplirá 30 años en 2018 y ya se prepara para los festejos. Entre otras cosas, se trabaja con el documental “Mientras tanto” dirigido y realizado justamente por Marcos López.
A través de distintas entrevistas, este largometraje se propone con tres historias “ narrar las distintas formas de amor que existen entre las distintas formas de discapacidad, el amor a la familia y la contención que por ahí todos disfrutamos y creemos que las personas discapacitadas necesiten más o menos, cuando, en definitiva, es lo mismo”, explica Marcos López.
La historia de Estela y Olga, es la de una madre de 80 años que todos los días viaja desde San José de la Quintana para llevar y traer a su hija Olga. Después están Estela y Rubén, que se conocieron en el CRECER y se comprometieron en noviembre de 2016. Y, por último, “Los Chinajas Timbaleros”, el grupo de música cumbia de la institución, que nació en el Taller de Expresión de la mano de Carla Navarro y Gabriela Coca.
“Mientras tanto, es una comparativa entre los problemas acerca de los problemas cotidianos y frívolos que nos atañen, y el empuje a la vida de los concurrente de CRECER que tienen una fortaleza increíble”, cierra el joven director.
Tres décadas de dedicación y experiencias de vida que merecen ser captadas y trasmitidas.
(Nota: Margherita Guastamacchia. Fotos, Pablo Ariel)
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