
Durante décadas en Alta Gracia hemos escuchado la palabra “proyecto” sin que nadie pudiera cristalizarla en la realidad.
¿Ciudad turística o ciudad industrial? ¿Una cosa quita la otra? La historia de Alta Gracia en el siglo XX y lo que va de la presente centuria ha mutado unas cuantas veces; la brújula tuvo un norte distinto según el pensamiento del gobernante de turno y pocas veces se pusieron de acuerdo con respecto a qué ciudad queremos tener.
Hoy Alta Gracia no tiene las industrias ni el desarrollo turístico de años atrás. Se nutre solo de promesas y buenas intenciones que aún no han visto la luz.
Las décadas perdidas
A partir de los años 50, nuestra ciudad tuvo un crecimiento demográfico importante. La instalación de IKA (Industrias Kaiser Argentina) en Santa Isabel, pobló a Alta Gracia con miles de obreros que pudieron construir sus casas y afincarse en los distintos barrios. Más gente, más mercado, más comercios, más industrias. Parecía que finalmente la villa se convertiría definitivamente en ciudad.
Los horarios de entrada y salida de la planta automotriz convertían la ruta en una caravana interminable de ómnibus trasladando obreros y repartiéndolos por toda una ciudad que latía al compás de la fábrica.
Paralelamente, iban creciendo industrias regionales que se convertirían en símbolos de la localidad en el país y en el mundo.
Épocas en que las moliendas de minerales se multiplicaban y enviaban sus productos al país a través del ferrocarril; años en los cuales la Fábrica Terma incrementaba a diario sus ventas y tomaba cada vez más empleados, llegando a tener casi 300 operarios trabajando directa o indirectamente para la fábrica.
Tiempos en los que la industria textil regional hizo que se multiplicaran los establecimientos. Solo Tadar empleaba a unas 200 personas y tenía otras 200 tejedoras particulares que le realizaban trabajos en los barrios. Sus productos se vendían en toda Argentina y se exportaban al mundo (Hoy sus únicos 8 empleados están cesanteados) Además, estaba la Texto Fabril, La Alpaqueña y un sinfín de establecimientos menores dedicados a esta industria. La Bodega OK, por otra parte, envasaba y distribuía vinos para todo el país y la cristalería hacía lo propio. Promediando ya los años 70, el plan de Martínez de Hoz barrió la industria nacional. La ciudad no fue una isla y sufrió los embates de la política nacional.
A la par, el aspecto turístico, tal vez porque lo industrial ganó terreno por esos años, fue dejándose de lado. Los hoteles se fueron descascarando y quedándose en el tiempo; ante la poca difusión, los turistas fueron dejando de lado Alta Gracia en sus recorridos y nunca apareció una política de turismo realmente clara. Muchos hoteles cerraron, las fábricas se fundieron o se fueron, y otra vez, a empezar de cero.
¿El proyecto?
Precisamente “proyecto” es lo que falta. O lo que sobra, sobre todo en épocas electorales donde todos prometen parques industriales, promociones impositivas para los foráneos y creación de puestos de trabajo.
En paralelo, también se habla de una ciudad turística con más museos y más festivales. En este aspecto, las concreciones han sido más, esto hay que decirlo. Igualmente, el norte hoy por hoy apunta a luchar contra la desocupación en una ciudad que fue transformándose en dormitorio. ¿Empleo industrial o turístico? La discusión continúa.
En números
300
Fueron los empleados que directa o indirectamente llegó a tener Terma en su época deesplendor.
50
Fueron los hoteles y hosterías que había en la ciudad en los años ‘70. Hoy cuenta con menos de la mitad.
8
Son los empleados actuales de Tadar, que llegó a tener 200 en planta y otros tantos indirectos o contratados.
Turismo: hay solo proyectos que intentan posicionar la ciudad
Si bien es cierto que el turismo, en relación con lo industrial, tuvo mayor cantidad de emprendimientos, también es cierto que todavía queda mucho por hacer para recuperar el esplendor de hace décadas.
Esplendor que hizo que a mediados del siglo pasado, hubiera en Alta Gracia más de 50 establecimientos hoteleros, contabilizando desde el Sierras Hotel hasta las pensiones.
Durante décadas, la ciudad estuvo fuera de los mapas de los turistas; la poca promoción, las políticas erráticas en cuanto a turismo, llevaron a que pasara de ser lugar de descanso y vacaciones a sitio de paso de las excursiones. “Paramos 15 minutos en la Iglesia y seguimos” fue la frase más escuchada entre los guías que conducían a turistas que paraban en otros lugares y venían de paso por acá.
El cierre de los cines hizo que se perdieran salas de espectáculos que recién ahora, de la mano de emprendimientos privados intentan recuperarse. Tímidamente fueron apareciendo viejos hoteles reciclados y adaptados a los tiempos que corren. En muchos de los casos con poca o nula ayuda desde el gobierno a modo de promoción impositiva.
En donde sí puede hablarse de crecimiento y de impulso estatal ha sido en la creación de museos. La idea de “vender” a Alta Gracia desde su faz cultural o histórica dio sus frutos y hoy sus museos se cuentan entre los más visitados del país.
El afianzamiento de festivales como el ya tradicional Encuentro de Colectividades o el reciente Peperina quiere a paso lento pero seguro poner a la ciudad en el mapa del turismo gastronómico.
Pero uno cree que todavía falta; y falta mucho. Entre políticas difusas de los gobiernos y la mentalidad de comerciantes que no terminan de entender que el turismo debe encontrar puertas abiertas, seguimos naufrangando entre “el quiero ser y el no soy”.
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