En un recorrido que el diario La Nación realizó por las distintas estancias jesuíticas que forman parte del Patrimonio de la Humanidad en la provincia de Córdoba, fueron destacados tanto el restaurante del reconocido chef Roal Zuzulich, como la cocina del Potrerillo de Larreta.
Obviamente en ese tour, tuvieron un lugar especial los museos del Che Guevara, de Manuel de Falla y de la Estancia Jesuítica, donde la producción hizo un alto para describir sus encantos.
«Antes de instalarnos en 279 -el exquisito bed & breakfast de la norteamericana de ascendencia cubana Silvia Lareo Vázquez, que por su atención, sus detalles y su refinada simpleza es el mejor B&B de la ciudad- visitamos San Ramón, la imponente casa de Lucille Barnes y Mario Borio, dos apasionados de la «cultura jesuítica». Fueron los impulsores, junto con Noemí Lozada, del proyecto que llevó a la UNESCO a declarar Patrimonio Universal a la Manzana y las estancias jesuíticas en el año 2000. Merienda de por medio, nos cuentan cómo edificaron esta réplica de las construcciones del siglo XVIII y admiten que se conocieron con Noemí, última propietaria de la estancia, cuando ella advirtió que visitaban asiduamente el museo tomando medidas y calculando proporciones. La casa vale lo que costó en ingenio: se destaca en lo alto de un barrio apartado y son muchos los que llaman a la puerta creyendo que es una iglesia.
La Estancia de Nuestra Señora de Alta Gracia se distingue de las otras por estar en el medio de la ciudad; llegó a manos de los jesuitas en 1643, se terminó de construir en 1762, y con la expulsión pasó a dominio privado -adquirida por el comerciante español José Rodríguez en un remate- y entre otras cosas fue la última vivienda de Santiago de Liniers, antes de morir fusilado en Cabeza de Tigre. El Museo es imperdible para quien desee conocer cómo se vivía en aquellas épocas -desde la herrería y la cocina hasta la alcoba serrana con cuja (cama de tientos) y petaca de cuero crudo y el sistema de retretes- y la iglesia, única en el país por su fachada sin torres, sorprende con sus pilastras apareadas. Luego de un suculento almuerzo al aire libre acompañado por zorros huidizos y expectantes en el restaurante de El Potrerillo de Larreta -hostería que funciona en la casa solariega de la familia Zuberbuhler – visitamos los dos museos altagracianos de rigor: la Casa del Che y el Manuel de Falla, donde el músico español pasó sus últimos años. La vivienda de los Guevara Lynch -el pequeño Ernesto pasó aquí parte de su niñez buscando recuperarse del asma- alberga varios testimonios de época (cartas, motos, bicicletas, balas y hasta las cenizas de un amigo) que recrean el fervor de aquellos años. Pero lo único original de la propiedad es la pequeña cama de hierro, en la Sala de la Infancia.
Nos despedimos cenando en Herencia, el restaurante que el celebérrimo chef Roal Zuzulich -el mismo que envió desde Alta Gracia el menú que saboreó el presidente Barack Obama en el porteño Centro Cultural Kirchner – acaba de inaugurar ahorita nomás: en diciembre de 2015. Con su menú de pasos sustanciosos y sutiles, la nueva propuesta de Zuzulich hechiza el paladar: langostinos grillados con crema de choclo y tomate (curiosamente servidos en latas de sardinas), molleja grillada en dos cocciones con papines y champignones en caldo de ave y una seguidilla de delicias maridadas con vinos de excepción».
Además de los sitios icónicos de nuestra ciudad, el medio nacional dio detalles del resto de las estancias e iglesias que la Compañía de Jesús tuvo en Córdoba hasta su expulsión, en 1767, tales como la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba, La Candelaria, Santa Catalina y la La Estancia de Caroya.
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