En las gigantografías del Polideportivo Municipal, una docena y pico de enormes deportistas que ha parido esta ciudad, están justicieramente presidiendo la escena. Pero no están todos, por cierto. Si de embajadores de la ciudad se trata, los homenajes se han olvidado de un nombre que es honrado como un ídolo en otras tierras y que acá, tal vez porque “nació a la vuelta de la esquina”, no se lo ha tenido del todo en cuenta.
El ídolo del Che
Gustavo Albella nació en Alta Gracia un 25 de agosto de 1925. Fue un artillero tremendo, un jugador de esos que su sola presencia en cancha justificaba pagar una entrada. “Yo no soy ni de Boca ni de River, soy hincha de Sportivo Alta Gracia, porque ahí vi jugar a Gustavo Albella, que era un jugadorazo”, dijo –palabras más, palabras menos- alguna vez Ernesto “Che” Guevara recordando los tiempos cuando con sus amigos se colaba en la cancha de Sportivo para ver los partidos.
Acá jugó en Sportivo y en 25 de Mayo, un club de barrio. No termina nadie de ponerse de acuerdo si también vistió la albiazul de Colón. Igual, los más veteranos recuerdan que fue un romperredes impresionante que ya desde chico daba qué hablar los campeonatos de barrio.
Bútori en su vida
Como a tantos deportistas de nuestra ciudad, su vínculo con el Maestro Rodolfo Bútori le significó un momento fundamental en su vida.
Bútori, que lo dirigió en Sportivo Alta Gracia, lo llevó a Talleres. Llegó con sólo 17 años allá por 1943. Sus actuaciones, con 29 goles en 36 partidos oficiales, lo llevaron a la fama. Fue allí donde en un amistoso el 12 de octubre de 1944, cuando se cansó de hacerle goles a Boca en un amistoso y los porteños se lo llevaron para Buenos Aires.
En Boca no jugó mucho; le tocó ser suplente de monstruos como Pío Corcuera, Mario Boyé y Jaime Sarlanga. Así y todo, se las arregló para marcar un par de veces en partidos importantes.
Lluvia de goles
Al año siguiente tuvo que emigrar a Banfield, donde conocería finalmente la gloria. Llegó al albiverde cuando éste estaba en la Primera B, y fue el principal artífice para lograr el tan ansiado ascenso al círculo superior. Llegó en 1946, ascendió, y poco después fue parte fundamental de aquella enorme campaña de 1951, cuando Banfield fue subcampeón al perder la final ante Racing. Por aquellos tiempos, los chicos coleccionaban figuritas de chapa con la cara de Albella, y los grandes compraban el El Gráfico, donde la estampa de “Pitique” aparecía gritando un gol.
En el Taladro convirtió nada menos que 138 goles (73 en Primera y 65 en la B); allí se consagró como romperedes, pero además se diplomó de ídolo. Hasta hoy, continúa siendo el máximo goleador de Banfield en toda su historia y el solo nombrarlo en los pasillos del club, lleva a que alguien muestre su retrato en las paredes. Así de ídolo fue y sigue siendo Albella por aquellos pagos.
Pero no fue sólo allí donde triunfó. “Pitique” Albella luegofue a Brasil y -como si fuera poco- se ganó todo con el Sao Pablo a fuerza de goles. Los afiches lo presentaban como “Albella, o atómico do Sao Paulo”; más tarde volvió a Banfield para luego en 1956, seguir su carrera en Chile donde posibilitó entrar en la historia al ignoto Green Cross (hoy Deportes Temuco), haciéndolo ascender a la Primera División. Ya en el círculo superior, fue goleador del campeonato trasandino, convirtiendo 50 tantos en sólo dos temporadas.
Citando al periodista e historiador Gustavo Farías, en total, solo contabilizando sus partidos oficiales, Albella anotó 251 goles en 299 partidos jugados. Lo que se dice, un animal de área con instinto criminal de red.
Sus últimos días
Fue en Chile, donde decidió retirarse, tras casi dos décadas de pantalones cortos. Su retiro significó un alivio para las redes, que tanto lo sufrieron.
Falleció el 13 de junio 2000. En Alta Gracia todavía le debemos el gran homenaje.