En una comunicación telefónica de una hora a través de whatsapp con RESUMEN, con el objetivo de que la pareja nos contara sobre cómo viven los niños, Yuuri y Guita, la guerra entre Rusia y Ucrania, Zárate manifestó: «Resalto que más allá de la situación que están viviendo, básicamente permaneciendo en un búnker, son muy humildes, honestos ya que no aceptaron nuestra ayuda económica ni nuestro ofrecimiento de refugio. Me emociona el orgullo que sienten por su patria, que se quedarán allí para defenderla». La altagraciense se refiere a Katia, quien fue su traductora mientras hacían los trámites de adopción de los pequeños y a su familia, quienes están en Kiev, una de las ciudades más afectadas.
«Sobre la guerra, les hemos informado lo justo y lo necesario: es inevitable que vean las imágenes, pero tratamos de que no sean las más duras, ya está hablado con la psicóloga. Los niños tienen 11 y 12 años y justamente están en una edad donde les surgen dudas sobre su pasado. Nos preocupa que a la Argentina no llega toda la información, desde allá lo ven muy lejano y acá estamos muy cerca y todos tenemos miedo de lo que pueda pasar» relató Zárate sobre cómo están anoticiando a sus hijos sobre el conflicto bélico.
LA ADOPCIÓN
Patricia y David están juntos desde hace 25 años, empezaron su historia cuando tenían 17 años, aquí en la ciudad. Siempre pensaron en tener hijos propios y adoptivos. Realizaron varios tratamientos de fertilización, pero no funcionaron. Averiguaron en Córdoba sobre qué documentación debían presentar para adoptar en Argentina y les informaron que en este país, la burocracia lleva a una espera de diez años y no querían esperar a ser los «abuelos» de los nenes.
En 2007 viajaron a España para conocer los orígenes de su pareja y en lo que iba a ser un viaje de un año, se quedaron cuatro. Allí descubrieron la posibilidad de las adopciones internacionales, que están estipuladas a través de convenios hechos por la HAYA. Sin embargo Argentina no figura en el listado por no ser considerado un país «seguro». Tampoco con la ciudadanía española, ya que no vivían en España.
Ya en 2017, buscando más información, encontraron una nota en La Voz del Interior sobre varias familias cordobesas que estaban adoptando en Ucrania. Resulta que se puede adoptar en países que hayan sufrido catástrofes o guerras (por ejemplo Haití) y justamente Ucrania ya estaba en conflicto con Rusia desde 2014. Intentaron ubicar a la periodista que escribió la nota, no lo lograron, sin embargo hallaron a la pareja de Río Tercero, quienes les hicieron de guía en todo el proceso.
Este matrimonio les brindó el número del gestor, Oleg, quien les solicitó una carpeta similar a la que ya habían presentado aquí. Oleg, quien les hizo de intermediario con el Ministerio de Desarrollo Social de Kiev, presentó la carpeta con sus antecedentes en abril de 2017 y en octubre los llamaron. Sólo seis meses después.
En noviembre viajaron hasta allá y su tramitador les había seleccionado ya algunos perfiles. «Suena muy frío decirlo así y parece que habláramos de objetos, pero de esta manera todo se hizo más rápido. Si hubiera sido por nosotros, nos traíamos a todos los niños, pero no se puede» aclaró David.
Oleg hacía veinte años que trabajaba como intermediario, conocía el 98 por ciento de los orfanatos del país, tenía contacto permanente con los chicos y con las autoridades. Su esposa traducía todos los documentos y dos de sus hijas eran las traductoras orales que acompañaban a las parejas. Una de las problemáticas del lugar es que muchos niños y niñas se quedan sin hogar debido a padres alcohólicos o drogadictos y muchas veces tienen consecuencias físicas y psicológicas.
El orfanato donde estaban Yurii y Guita está ubicado en Perechyn, Región de Transcarpatia, a 800 kilómetros al sur oeste de Kiev y por lo que saben, se encuentran bien ya que están cerca de la frontera con Eslovaquia y Rumania, alejados de Kiev. Justamente para ir a conocerlos, debieron atravesar todo el país -unos 850 kilómetros- en diagonal desde Kiev, hasta llegar al pequeño pueblo donde estaban. «El país es muy pobre y los caminos están destrozados, por ello tardamos tanto y se hizo tan largo el viaje» narró Patricia.
Los visitaron durante una semana dos horas cada día. Tras ese tiempo, tenés que confirmar si los querés adoptar o no y ya habían definido que sí. Como les habían anticipado que los trámites tardaban dos o tres meses, ya habían pedido licencias en sus trabajos, sin goce de sueldo-Patricia es profesora de Educación Física y David trabajaba en una distribuidora-.
Pidieron el juicio para adoptarlos y el gobierno se toma unos quince días para hacer averiguaciones en la Interpool para saber si tienen antecedentes o no. Les dieron fecha para el 19 de diciembre y se fueron a España a esperar esos días y a hacer compras para los chicos. Cuando estaban allá, la pareja de Río Tercero les pregunta por el estado de Katia, entonces ellos le consultan porque preguntaba por la traductora y le dicen que Oleg tuvo un accidente y falleció. El hombre viajaba con una pareja de Mendoza, Argentina, también en búsqueda de sus hijos. También murió la mujer, con la que Patricia había estado hablando media hora antes del siniestro, ya que ellos estaban siguiendo sus pasos, esta vez. Nadie les avisó nada.
Días más tarde les habló la viuda de Oleg diciéndoles que les habían conseguido otro gestor, Volodomir. «Nos dice que tenemos que volver en dos días y si bien todo está cerca, Ucrania no pertenece a la Unión Europea y por lo tanto no era tan fácil regresar rápidamente y debíamos ingresar en auto al país» relató la pareja. Debían volar de Valencia a Alemania, de Alemania a Hungría y desde allí tomar un remis para hacer 300 kilómetros, con un hombre que no hablaba español y que probablemente no tuviera señal tampoco. Todo el trayecto milimetrado.
Pero cuando llegaron a Alemania se desató un temporal de nieve y no podían volar hacia Hungría. Se quedaron toda la noche en el aeropuerto y recién pudieron viajar a las 7 de la mañana, ya no los esperaba el chofer y ya habían perdido su oportunidad -la cita era 8 am-. A todo ésto se le sumó que a Hungría no llegaron los maletas, donde tenían los documentos y debían gestionar su devolución.
El gestor se reunió sólo con el juez, que luego se jubiló. Se canceló el juicio. «Nos recomendaron no verlos más y volver a Argentina, ya que había un 60 por ciento de posibilidades de que no se los dieran. El nuevo juez pide revisar todo nuevamente».
No bajaron los brazos y se quedaron unos días Francia, otros en Italia y finalmente unos meses en España. «Mi hermana falleció poco antes de que nos fuéramos para Ucrania, era muy joven y tuvo un ataque de asma en un viaje. Yo no creo en estas cosas, pero sinceramente lo que pasó no tiene explicación y empecé a creer un poquito. Una noche sueño que estoy en el Parque del Sierras tomando mates con mis amigas y se me acerca mi hermana, la saludo, le pregunto que hacés acá y me dice que tiene algo para contarme: que me van dan a dar los niños, con un sinfin de detalles. Al otro día, me llaman a las 17 horas para comunicarme que me daban la adopción».
Nos esperaban a fines de enero y esta vez debíamos visitarlos en vez una semana, durante un mes, nuevamente. El 28 de marzo de 2018, les salió la adopción. Les respetamos sus nombres y les agregamos un segundo: Yurii Pedro y Guita Sara.
«Hace un año nos volvimos a España. Ellos encontraron todo lo que anhelaban, una familia, un hogar pero este país (Argentina) no les da lo que buscan, un mejor futuro y por ello vinimos a España» expresó. Yurii y Guita se adapataron bien al idioma, hablan muy bien el cordobés (risas) «nadie nos cree que son ucranianos».
Ahora se encuentran en Valencia, David trabaja como empleado comercial y Patricia cuida de los pequeños que tienen 11 y 12 años y van a quinto y sexto grado. «Tengo que ayudarlos con la sociabilización ya que hay muchísimas cosas que desconocen porque nunca las vivieron» concluyó.