Tiene tan sólo 17 años, pero su contextura menuda y su dulzura hacen que parezca aún más chica.
Es tímida para hablar, sin embargo se la nota segura y valiente. Y seguramente debe serlo, porque Florencia ya tocó en el Teatro Libertador de Córdoba y, aún más joven en el Teatro Colón, mientras hace muy poco fue parte de un serie de espectáculos en el CCK.
La promesa (cumplida) del piano, empezó a los 5 años, inspirada y alentada por las canciones que su mamá le tocaba para entretenerla, un camino que está seguramente trazado por el talento innato y la dedicación. Ella lo sabe, pero no habla de sacrificio ni de renuncias: “porque cuando uno hace lo que le gusta, en realidad no renuncia a nada”, explica serena.
La capacidad y el don tampoco alcanzarían, si no estuvieses padres y profesores capaces de valorar y alentar el talento. La adolescente, oriunda del barrio Flores, de Buenos Aires, destaca el rol de su familia: “ Siempre me acompañan, en la vida, en los conciertos. Me ayudan, con los viajes, con el colegio. Son mi apoyo y mi sostén”.
Tampoco la escuela se percibe, desde las palabras de Florencia como una traba, un obstáculo: “Se complicó en la secundaria, porque recién a las siete de la tarde puedo sentarme al piano. Pero ambas cosas son importantes, porque el colegio me ayuda a aprender acerca del ámbito social que también hay que poder transmitir con la música”.
La primera vez que se subió al escenario frente a un público más exigente, tenía diez años. Y a partir de ahí se exhibe en distintos ámbitos y espacios de prestigio, ya sea sola, ya sea como solista con orquesta. A este propósito, confiesa que prefiere esta última modalidad “porque uno se siente acompañado en el escenario. Siento una emoción distinta, porque se escuchan otros instrumentos. Además, cuando uno está tocando solo siente a veces esa soledad del el teatro, de las luces. Pero con orquestra es distinto, también por la conexión que hay entre todos”.
En su tiempo libre va a fiestas y sale, como todos los chicos, aunque a menudo tiene que priorizar el descanso previo a un concierto. No es amante del rock ni de la música ligera, siempre prefiere escuchar a la música clásica, en particular a Chopin, su gran pasión “porque junta ese romanticismo y sufrimiento. Ahora también me gusta Mozart, pero es algo reciente, de más chica no me gustaba. Ahora ya me doy cuenta de lo genio que era” concluye Florencia. Travaglianti se formó en los últimos años con pianistas de la Julliard School of Music y la Eastman School of Music, ambas de Nueva York, además de su maestro, Orlando Millaá, uno de los organizadores del Festival de Piano,que tiene un amplia actividad en el país y en el exterior.
Se lució el viernes en Espacio Solares, con un repertorio de A. Katchaturian, F. Chopin, con una performance que según su propia madre, fue la más emotiva de toda, en la que fue la primera jornada del Festival de Piano Clásico organizado por el Conservatorio Manuel de Falla que se concluyó ayer, con un concierto de alumnos internacionales.