Por Juan Carlos Gamero
Duelen los ojos, créanme. Luego de lo que fue la frustrante jornada de clásicos en el fútbol argentino, más de uno deberá concurrir a su oculista amigo.
Cero por todos lados. En el juego, en los pases, en las emociones. Por supuesto, en las redes. Lo que se dice, un bodrio redondito, tan redondo como la maltratada pelota que fue y fue sin rumbo alguno y sin destino cierto durante cientos de minutos.
En Rosario ninguno de animó a ganar. Si la lepra estuvo más cerca, se notó poquito. Central, no salió nunca de su área.
Boca y River, a esta hora llevan jugando como un día y medio y siguen cero a cero. Boca con uno menos hizo lo que pudo (poco) y River, con once, no hizo nada.
Por Avellaneda, a eso de la medianoche, despertaron a un hincha que se había dormido en uno de los escalones del Cilindro. Otro insulto al buen fútbol entre clásicos rivales.
En Córdoba no le fueron en zaga. Belgrano y Atlético Tucumán jugaron como para que la gente no vuelva nunca más a una cancha. Festival de pelotazos y pelotas perdidas. La lluvia y el frío completaron la película de terror.
O sea, para aquellos futboleros que hoy quisimos pasarla bomba frente a la tele, fue un fiasco de principio a fin. Pudieron más los miedos que el arriesgarse. Ganaron las limitaciones por sobre el talento.
En las canchas, empataron todos. Los hinchas, perdimos por goleada.
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