
Valentín monta el caballo y la sonrisa es más grande que su cara. Parece que trasciende sus bordes y despierta una ternura que está más allá de todas las cosas. Desde hace ya cuatro años asiste a equinoterapia junto a su madre y el equipo de terapeutas. Julio Maldonado, reconocido kinesiólogo de la ciudad encabeza “Riendas de la Vida”, una organización que trabaja con el caballo como una terapia complementaria para aquellos que se encuentran en situación de discapacidad. “El caballo, mientras camina o trota, hace un movimiento tridimensional, combinado, que estimula las caderas y el tronco. Es un movimiento que no puede hacer ningún terapeuta por sí solo. Eso desde el lado físico, pero también hay otras cuestiones a nivel emocional que despiertan el contacto con el caballo”, explica Maldonado.
La historia equina
En cientos de culturas alrededor del mundo, el caballo ha sido símbolo de adoración. No sólo por su utilidad para las batallas sino también por su capacidad y velocidad para transportar carga y, por supuesto, por su belleza. La mitología de oriente y occidente tiene dioses o semidioses con cuerpo o cabeza de caballo y en más de una cultura el cuadrúpedo era símbolo de distinción. Pero fue Hipócrates, el padre de la medicina, quien en el 460 AC ya expresaba en uno de sus libros: “la equitación practicada al aire libre hace que los músculos mejoren su tono”. También decía que ayudaba a la regeneración y a preservar el cuerpo de muchas dolencias. Hubo en la historia otrós médicos que se expresaron sobre los beneficios de la equitación pero fue en 1901, en un Hospital Ortopédico de África, cuando el caballo entra en una institución de la salud para luego terminar de establecerse en la rehabilitación con heridos de la primera guerra mundial. En las últimas décadas, la equinoterapia se fue expandiendo en todo el mundo y se utiliza cada vez para más patologías tanto del órden físico como psíquico.
Riendas de la Vida
Desde hace cuatro años y medio, Alta Gracia también cuenta con esta peculiar forma de terapia que sigue sumando adeptos. “Todo es a pulmón”, aclara Julio y agrega “los costos son muy altos. De mantenimiento, alimentación y alquiler del espacio pero ver a un niño con parálisis cerebral sonreír en el lomo de un caballo que simula una marcha, no se puede comparar con nada”. Riendas de la vida hoy cuenta con cuatro caballos y alrededor de 12 pacientes, en su mayoría niños, que sufren distintas minusvalías y, junto a otras terapias y profesionales asociados, buscan desarrollar las capacidades que se encuentran distorcionadas.
Algunos padres
Leon tiene dos años y medio. Nació con deficiencia neuronal y empezó equinoterápia hace 3 meses. “Veo avances de distintos tipos. En relación con el movimiento físico lo noto más fuerte. Por otro lado, el contacto con el caballo le abrió las puertas al vínculo con otras personas y me gusta porque ir a equinoterapia significa también estar en un ambiente natural, un ambiente relajado. Por supuesto que nos gusta mucho cómo trabaja Julio”, cuenta Leopoldo padre del niño.
Otro caso es el de Valentín, que ya hace 4 años que practica este tipo de terápia. “Probamos de todo pero cuando encontramos por internet ésto nos dimos cuenta que era lo que buscábamos”, cuenta Eugenia, la madre y continúa: “Esto le está ayudando muchísimo. No sólo en su postura, en lo físico, sino también en su parte emocional. Cuando comenzó no podía mantener la espalda recta. Era un flan, como dice Julio con cariño. Hoy ya puede manter la espaldita, se sienta solo y sostiene el tronco. Pero no sólo en eso. Antes tenía aversión a los animales, no podía acercarse al perro que tenemos. Eso también cambió y ayudó al contacto con otras personas”.
En qué consiste
La equinoterapia es al aire libre. El niño o adulto se sube al caballo y monta según su posibilidad. El facilitador, en este caso Julio, lleva de las riendas al caballo mientras practica ciertos ejercicios con la persona. “Todo depende del paciente. Con cada uno se elaboran distintas técnicas”, asegura. En el predio del ex hípico de Alta Gracia, hay lomadas, árboles, ovejas y otras cosas que sirven como “obstáculos” a la hora de desarrollar la sesión. “Con algunos pacientes podés hacer más que con otros. Pero la simple marcha genera movimientos en el cuerpo que estimula la postura, la torción, etc.
También es importante la transmisión del calor corporal del animal y el ritmo al que está sujeto su andar”, sintetiza Maldonado mientras espera la llegada de otro paciente. Si bien está frío, muchos padres no quieren que su hijo se pierda el encuentro equino.
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