
La misma cantidad de gente. Menos caminantes, pero más autos. La multitud que el sábado le escapó a la lluvia se le animó al domingo soleado y primaveral.
Pero no fue lo mismo. Ya no estuvieron los controles municipales. Ya Defensa Civil no tenía instalados sus puestos sanitarios. No existía casi control alguno, salvo la policía que oficiaba de control de tránsito, y la desorganización le ganó a la fiesta.
Entonces, los baños no tenían agua. Ni gente que los atendiera ni los higienizara. Entonces, cada uno estacionaba donde quería o podía. Entonces, el tránsito era un caos y todo se salió de control.
El operativo, (bueno, regular o malo eso lo tendrán que evaluar quienes lo diagramaron) finalizó con las últimas horas de la noche del sábado. El domingo la fe volvió a mover a miles, pero nada fue lo mismo. La falta de control derivó en el descontrol, y en ese caos cada uno hizo lo que quiso, o lo que le pareció correcto sin que hubiera quien le indicara normativa alguna.
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