Docente en la Universidad Nacional de Córdoba, autor de decenas de libros sobre la infancia y columnista de varios medios de prensa, Enrique Orchanski se hizo una pausa en su consultorio, dialogó con FM 88.9 sobre la problemática del uso de las redes sociales en los niños y mencionó la investigación que está llevando adelante titulada: “Epidemia de soledad infantil”. El tema surgió a raíz de la gran cantidad de consultas que los médicos reciben sobre esto a diario en los consultorios; y en el marco del último hecho que conmocionó al país: la muerte de Micaela Ortega, la niña de 12 años que fue asesinada luego de ser engañada por un delincuente en las redes sociales.
¿Qué pueden hacer los padres ante el uso de las redes sociales en niños y adolescentes?
Las redes sociales son un instrumento muy potente y valioso siempre que no estén en manos de chicos que no son mirados ni supervisados; sin contar además que muchos no están autorizados legalmente porque facebook habilita su uso solo a mayores de 13 años. Resulta que en esta realidad virtual cualquiera puede inventar un perfil con la edad y sexo que quiera y entra en contacto con miles de personas. Todo esto genera un cambio de paradigma en la intimidad y la exposición de la vida privada. Toda la vida privada queda expuesta. La advertencia a los padres es interponerse entre la pantalla y su hijo y no tenerle miedo al hijo, ni a la encriptación de la cuenta. Hay que ser firme, con posición de adulto, sobre todo en tres aspectos. Primero, apagando la propia pantalla porque no podemos hablar de que los chicos limiten el uso si los padres están metidos en facebook el 80% de su día. Segundo, tener una mirada de “qué hijo tengo, cuántos años tiene, con quién está en contacto, qué muestra y qué no muestra”; y lo tercero, es la intimidad familiar, por ejemplo qué datos está dando a desconocidos (domicilio, teléfono, etc) porque estamos mostrando demasiado y entramos en un territorio de impudicia muy grave.
¿Por qué cree que se vuelcan masivamente a las redes?
El problema de hoy es que los chicos están muy solos. Desde hace un tiempo estoy desarrollando una investigación que tiene que ver con la epidemia de soledad infantil. Además, acabo de publicar un libro que se llama “Mirame ma”. Mirame ma es mirame en todo aspecto. Mirame desde lo que como, cómo duermo, con quién estoy y qué hago en las redes. Hace 50 años atrás las chicas escribían diarios íntimos, ahora el diario íntimo es una exposición pública a todo el mundo de la intimidad más profunda. Creo que los padres están mirando muy de costado esta situación
De esta manera se exponen los sentimientos que dejan vulnerables a los chicos…
Por un lado se está diciendo al aire lo que no hay que decir, pero por otro lado hay mucha necesidad de decir porque no hay orejas en la familia. Estamos llenos de adolescentes muy hábiles en el manejo de los botones pero sin la consciencia del contenido que están volcando en eso; y esto va paralelo a una cultura del envase. La cultura del envase dice que es más importante el cajón que el muerto, o la torta que la boda. Las redes son envases donde van contenidos absolutamente vacíos.
¿Cree que hay consciencia de parte de las autoridades sobre esto?
Solo cuando hay consecuencias; cuando murió alguien, cuando hay un daño. La declaración de impotencia paterna viene de la mano de una frase: “dígale Ud”. Dígale Ud que se duerma temprano, dígale Ud que no coma caramelos, dígale Ud que apague el celular, y tantas otras… y dígale Ud significa “yo no puedo”. Hemos perdido rituales de descanso y de encuentro, ¿cuándo se hace la pausa para mirar al otro y saber quién es mi hijo?
¿Se trata de volver atrás o de aggiornarse a lo actual?
Se trata de encontrar los ritmos biológicos que no están ni atrás ni adelante. Intento no ir por la vida mirando el espejo retrovisor porque seguramente choco. Antes no era mejor, yo creo que antes era peor. Veía mucha más violencia en los años 80 en el Hospital de Niños que la que veo hoy, lo que pasa es que ahora esto tiene mucha más difusión e inmediatez. Ahora somos más pero hay más ausencia. Mi sensación es que vamos hacia un mundo sin adultos. Hay adultos que pelean contra la edad, quieren ser jóvenes y quieren vestirse como chicos; y los chicos no encuentran el lugar cuando quieren crecer.
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