Cultura

El mosaiquismo llegó y se instaló en la ciudad

Crear. De eso se trata el arte. Romper para armar, trabajar con los desechos para reciclar. Un poco de eso se trata más específicamente el mosaiquismo. O al menos, una de sus variantes. Beatriz Laborde tiene de 35 años, es licenciada en pintura y profesora de Artes Plásticas egresada de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Allí se nutrió de una formación sobre historia del arte y corrientes estéticas pero su pasión por el mosaiquismo la fue desarrollando en sus viajes por España y México, y también, en algunos cursos y talleres que fue encontrando a la largo de los años en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires.

Así se fue perfeccionando, hasta que se animó a instalar su propio taller, y dar clases. “Me fui animando, pero mucho fue a ensayo, prueba y error, prueba y error”. Además de su labor docente en el tema, con el tiempo Beatriz incorporó el mosaiquismo a su obra plástica, personal. Desde hace dos años y medio vive y trabaja en Alta Gracia, donde ha montado un taller en la parte de adelante de su domicilio, donde conversa con este medio. “Mucha gente se sumó, porque pasaba que quienes querían hacer mosaiquismo se tenían que ir
hasta Córdoba, y eso fue muy positivo”, cuanta Beatriz, quien agrega: “lo que sucede con el mosaico en el país es que no existe un lugar oficial en donde se enseñe. Solo hay una escuela terciaria en Mar del Plata. Hay mucha necesidad. Por ejemplo, en la Facultad de Artes yo nunca vi cómo se corta un azulejo”.

Los materiales
Beatriz explica que hay una parte de los materiales que se utilizan para la producción de este tipo de arte que se compra, como el azulejo artesanal. También especifica que los precios han aumentado muchísimo durante el último tiempo. No solo al ritmo del aumento general de precios sino mucho más, ya que la principal fábrica de azulejos (San Lorenzo), ahora se dedica solo al porcelanato (además de que a cada azulejo una ceramista lo esmalta y le da color). Algo similar sucede con las pastillas de vidrios, cuyo costo es muy elevado. Pero hay otras cosas que no: la vajilla rota puede reciclarse, así como los cerámicos de piso, que si bien son más complicados para trabajar (por su grosor son más difíciles de cortar) pueden utilizarse.

Beatriz acota que hoy en día, desde el mosaiquismo contemporáneo, se puede inventar y hacer técnicas mixtas. “Salen cosas muy creativas, muy novedosas. Más allá de lo económico es muy interesante lo que se produce artísticamente”. Así, puede trabajarse además con corcho, con piedras y otros elementos similares.

El taller
El taller que Beatriz ha montado en Pelegrini 37, a metros del Parque Infantil, tiene tres instancias. En primer lugar, el Curso de Mosaico Libre, donde los asistentes desarrollan propuestas que ellos mismos llevan, con la guía de la tallerista. Ahí ven distintos tipos de cortes y construcciones, abordan miradas sobre los colores y composición en general. Tiene una dinámica semanal.

En segundo lugar, el Curso para Principiantes, donde se enseñan los cortes básicos, en cuatro clases generales en las que se trabaja con cerámica y vidrio. Por último, seminarios intensivos, los fines de semana, a los que muchas veces se suman profesionales de otros lugares, donde también se trabaja con murales.

Emprendedoras
Beatriz también integra, junto con su amiga (Alejandra Golbert Minuzzi), una Sociedad de gestión cultural (“De copete”), que funciona tanto para autogestionar sus propias obras, como para organizar actividades con las obras de otros artistas. En ese marco realizaron la muestra del mosaico y de la cerámica, con artistas del país y del extranjero.

Entre otros, con la artista chilena Paula Guerra, quien además realizó un seminario de muralismo en el taller de Beatriz, que tuvo once alumnas de distintos lugares de la provincia y del país. Ahora la muestra puede verse en Johnson amoblamientos (Av Rafael Núñez 4860, Cerro de Las Rosas, Córdoba), pero también en los sitios por donde va rotando, de manera itinerante.

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