Historias como las de Lola, hay muchas. Fruto del desamor y la falta de empatía de los humanos, estaba en la calle ahí, invisible ante los ojos de muchos. Historias como las de los voluntarios de ADMA, hay pocas. Fueron los ojos de una de las integrantes de la Fundación que detectaron a aquella perrita invisible.
En noviembre del año pasado la perrita fue rescatada, temblando de miedo, asustada y no habituada al contacto y el amor humano. Impregnados en amor, empatía y paciencia, los voluntarios de ADMA lograron sacarla poquito a poco, dándole sus primeros baños, paseos y mimos. Así, llegaron sus primeros asomos de pelaje, confianza y sus primeros paseos con correa. Por fin Lola, casi recuperada, podía sentir el pasto en sus patas.
Fue una familia que también tuvo ojos para ella, que vieron el potencial en aquella perrita abandonada y recuperada. Hoy Lola comienza una nueva vida, con su nueva familia, lejos del abandono y de la calle.