En la mañana de este miércoles el Concejal Brunengo decidió invertir unos largos minutos de su última sesión para una arenga en contra de este medio. «Invertir» es la palabra correcta, porque ese tiempo, en esa banca, fue con el aporte de todos los vecinos. ¿La razón de la embestida? No le gustó una nota y habló del poder del lobby con el dinero de los contribuyentes. Es por lo menos paradójico viniendo de un concejal que a lo largo de 8 años trabajó “en un Estado bobo”, tal cual él lo denominó durante la sesión de ayer.
Hoy parece haberse olvidado que de repente su sueldo, que actualmente corresponde a 83 mil pesos por mes – cerca de 8 millones de pesos, sumando los años que estuvo en el Concejo– está bien justificado para los vecinos, sin olvidar que, además, es uno de los pocos concejales que se desempeña de forma particular en el ámbito privado.
Para que un concejal haga esas apreciaciones debería estar más que seguro que cada semana, mes u año que ocupó esa banca, lo hizo siempre pensando en el bien colectivo de la cuidad. Porque si aprobó o no una ordenanza, impulsó o no un proyecto, dialogó o no con otras fuerzas o con el poder ejecutivo o (como nos resulta) con los medios para el bien de su partido o de su carrera política… hizo lobby.
Y hablando de lobby… fue uno de los radicales que más acuerdos hizo con el Peronismo: como en el más reciente caso de las PASO: legislación que se cansó de vender como propia y que fue confeccionada con el oficialismo luego de largas reuniones. Horas invertidas en eso ¿para el bien de la ciudad? ¿O más bien con la esperanza de lograr otro resultado electoral? O, aún peor ¿para poder impulsar a su propia candidatura y asegurarse protagonismo?
Ese lobby también fue hecho con la plata de todos los vecinos.
Tal vez el Concejal Brunengo olvidó que asumió esa banca luego de unas internas en el 2015, donde salió último en su mismo partido: detrás de Morer y de Bonfigli. En dicha interna sacó 1818 votos, sobre un total de 5778.
También debe haber olvidado que por cada candidatura, ya sea local o provincial, o por cada «operación» política nunca desistió de pedirle ayuda o hasta pretender visibilidad y difusión desde los medios. Sobre todo este.
Pero hoy, 23 meses y 3 semanas después de haber asumido, de repente, se olvidó.
¿Habrá trabajado incansablemente para la ciudad? ¿Habrá invertido una y cada una de las horas que los vecinos se esperarían de un concejal para cambiar nuestro futuro? ¿Habrá evitado faltar a una sola sesión (unos 20 mil pesos en proporción) por viajes personales o su actividad privada?
Porque las lágrimas de la última mañana solo se justifican con esa absoluta convicción de haber cumplido y de poder mostrarle a la ciudad que jamás usó la banca para otro fin que no fuera lo mejor para todos o de no haber nunca «malgastado» el patrimonio común.
Finalmente, concluyó su día de furia levantándose de su banca, después de discutir con un concejal peronista. No se sabe si su día de furia y sus lágrimas se deben al compromiso con el pueblo, o al fin de un período de más de 15 años cobrando del Estado, si se considera que también fue Secretario de Salud de Bonfigli, quien lo terminó sacando de su puesto en ese momento.