El baile de la Mona Jiménez, el clásico cordobés de todos los tiempos

A pesar de la lluvia y los contratiempos, el Mandamás volvió al Mario Alberto Kempes e hizo bailar a 50 mil personas.

Una noche más que cordobesa, con un broche de oro más que merecido. La Mona Jiménez dejó un recuerdo imborrable para sus fanáticos con el Baile Más Grande del Universo. Como si hubiese sido un tercer tiempo, el Mandamás “cerró” el clásico cordobés de Talleres-Belgrano con la algarabía que lo caracteriza. 50 mil personas vibraron el cuarteto sin distinción de equipos.

Después del 2 a 2 entre el Pirata y el Matador, el estadio Mario A. Kempes se colmó de luces y música, y le dio paso a La Mona Jiménez. La lluvia llegó para sumarse, pero no fue impedimento para que los fanáticos bailaran al ritmo del tunga-tunga.

Las puertas abrieron a las 22 y el ídolo cuartetero comenzó a cantar a las 0.20. Sin mayores preámbulos, lanzaron los primeros sonidos, al ritmo también de unas visuales que graficaban estrellas, naves y planetas. Jaque Mate inauguró una noche inolvidable que pasó por todos los clásicos.

Gafas oscuras, pantalón dorado y remera negra con una capa que mezclaba ambos colores. Así salió La Mona a cantar los primeros temas. El vestuario es un condimento indispensable para sus presentaciones. Los coloridos compañeros de banda se adelantaron para aplaudir y acompañar el inicio a capella de Oh Señor.

“Ni la lluvia puede parar el sentimiento del cuarteto. El corazón de ustedes nos da mucha felicidad y mucha alegría a todos nosotros, ¡Gracias!”, expresó el Mandamás.

“Este viejo se siente un pendejo como ustedes. Muchas gracias, de corazón a corazón”, exclamó antes de cantar Locura total. Como si hubiera evocado algún hechizo, Carlos se convirtió en Carlitos y el artista de 73 años parecía que tenía 30 menos. Cantó y bailó como en su mejor momento.

La lluvia amainó y casi sin pausas, sonaron Te voy a enseñar, Amor y cama y Con mi sangre escribiré un poema. Estaba prohibido el ingreso con camisetas de fútbol, pero de a poquito surgieron desde el público las clásicas banderas que indican la zona de dónde viene cada uno. 

Otra breve pausa le sirvió para hacer un nuevo cambio de vestuario: pantalón plateado y musculosa estampada con labios en forma de beso. La lluvia seguía intensa y la épica ya se hacía presente en el Kempes.

La Mona y sus rulos goteando agua, la gente llorando y gritando hasta el hartazgo para que les vea su bandera y atrás un baile que se hacía cada vez más grande. Amor prohibido, Beso a beso, Sin tí, No pachanga naninga, Paloma Loca y La Flaca Chula se bailaron entre los charcos de agua acumulada y barro. Entre tema y tema La Mona leía una y otra vez las banderas y las señas.

Llegando al final y ya totalmente pasado por agua hizo Ahogadito, Qué tal pascual y El divorcio. Al finalizar gritó reiteradamente “¡Chau!” así que el público emprendió la retirada. Pero se quedaron un ratito más y mientras la mayoría se iba, sonaba Ramito de violetas de fondo. El grito de la gente yéndose, cantando el clásico de La Mona, se mezclaba con cantitos de cancha que entonaban algunos grupos. Y de fondo, la lluvia.

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