Editorial

El año de fuego: Asomamos la nariz o…

Hace una semana planteábamos el problema de vivir entre las sensasiones (ver Editorial del 18/4); decíamos que da la sensación de que en esta ciudad vivimos en una realidad paralela a la verdadera.

Tenemos la sensación de inseguridad, la sensación de que los aumentos de sueldo de los empleados municipales impactan directamente a la planta política, la sensación de que esos sueldos repercuten en el presupuesto anual, la sensación de que se “acomodan” diferentes actores para cumplir con determinados favores políticos, de que nuestros representantes en el Legislativo no alcanzan a comprender aún la dimensión de sus responsabilidades; la sensación de que se toman determinaciones apresuradas, la sensación de que algunas cosas están próximas a cambiar…

Todas son sensaciones, intuiciones, corazonadas… lo cierto es muchas de esas sensaciones ya se convirtieron en realidad, y otras seguramente lo serán en corto tiempo.

A 16 meses de gobierno, el Intendente tomó la decisión de “renovar” la planta política, si bien esta determinación en algunos casos fue blanco de muchas críticas, despertó en otros la esperanza de que por fin se cumpla la afirmación que se expresó como frase final en la jura de los nuevos funcionarios: “Ahora, a trabajar!» (ver nota).

La preguntas serían ¿Cuánto será el tiempo que se les dará para que prueben y comprueben su eficiencia? ¿Realmente era necesario?

Sin dudas este es el año de fuego de la gestión Saieg. En la primera etapa el gabinete se esmeró en afirmar que se estaba viviendo un tiempo de “acomodamiento” y que la segunda etapa sería el momento de cumplir con determinadas promesas de campaña.

Lo complicado es que esas “promesas de campaña” impactan directamente en la sociedad y esta no tiene una inmediata posibilidad de hacer la devolución, sino hasta dentro de 3 años.

Una aparente decisión intrascendente de gobierno, puede causar graves riesgos si realmente no se toman las precauciones adecuadas. Decía Tomás Jefferson: “Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública”; ojo, pensar que son decisiones propias es un error y más si a eso le sumamos las consecuencias que de ellas puedan surgir.

Las piezas del tablero se están moviendo otra vez, quizás para la mayoría de la gente estos movimientos son casi imperceptibles ya que solo se trata de nombres que pueden o no ser conocidos, sin embargo son parte de una estrategia que, esperemos, se haya determinado como consecuencia de un profundo análisis.

Hay un gabinete recompuesto, donde se conjugan algunos factores por demás importantes: juventud, sabiduría y experiencia. Esperemos que las hipótesis sobre la unión de estos agentes sea determinante en el cambio. Esperemos que por fin la realidad pese más que las sensaciones.

 

Por Claudia Fernández.

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