
Recuerdo como si fuera ahora… la crisis, las manifestaciones populares, el dolor por la gente que perdió su vida en una lucha que hoy parece vieja, ilógica y sin sentido. Fue en diciembre de 2001 cuando los ciudadanos manifestaban en las calles: ¡Qué se vayan todos! decían, hartos de una política clasicista, mediocre y sin personalidad.
Hoy, a 12 años de aquella popular y fatídica frase, lejos de ir… aquellos que habían desaparecido, vuelven, y los que permanecieron lo hacen con tal impunidad que casi no sorprende a nadie. Coquetean de un partido a otro y afirman “que la gente puede cambiar”.
En las próximas elecciones legislativas, hay una importante diversidad de propuestas que preocupan; coaliciones, aliados y rupturas. Vemos ex gobernadores, artistas y hasta periodistas. Esta última, una clase que ha “reivindicado” profundamente su función. En la actualidad podemos ver comunicadores sociales “comprometidos” políticamente y perdiendo la ética, los principios y el objetivo real de la profesión.
“Da vergüenza ajena” ver periodistas que se dicen independientes y objetivos de rodillas ante un poder político que no está lejos de ser lo que eran los anteriores, pero con la capacidad suficiente (y en este punto hay que ponerse de pie) para lograr que se vistan la camiseta y griten a viva voz una política de estado disfrazada de proyecto que ni siquiera convence a los futuros y precoces electores. De todas maneras esto no es una realidad visible solo a nivel nacional, las jugadas las tenemos presentes aquí también, muy cerquita de casa.
Estamos a escasos días de las elecciones legislativas; contra reloj se armaron las listas especulando hasta último momento en una situación que los pone en la misma vereda de lo que critican.
Y acá, déjemele recordar, estamos nosotros. No sé si de rodillas, pero si fatigados de una realidad que si bien vislumbra “cambios” está bastante lejos de ser transformaciones reales; Existe hoy una importante cantidad de gente que ni siquiera se enteró porque de golpe y de un día para el otro aparecen en escena personajes como Cavallo, aquel famoso Ministro de Economía que fue actor importante en una de las etapas más recordadas de la historia.
“Yo también pienso poner mi granito de arena en esta defensa institucional que es imprescindible para seguir viviendo en libertad” manifestó el ex Ministro en un mensaje público expresado en su blog el pasado 23 de junio.
Indiscutiblemente todos ponen su granito de arena en este mar que parece llevarnos puestos a todos. En nuestra provincia reaparecen nombres como Juan Schiaretti, Olga Riutort, Oscar Aguad, Ernesto Martínez o Dante Rossi, sorprenden otros como Martín LLaryora o Blanca Rossi y algunos intentan re posicionarse como Miguel Abella, Vanina Yawny, Héctor Baldassi o Carolina Scotto.
Existe un cuento popular chino de Lie Zi llamado “La sospecha”, que nos acerca a nuestra realidad: “Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho –exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven –idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar –igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón”.
Vivimos momentos complicados, difíciles donde todo lo que hacen aquellos que nos representan está teñido de sospecha. Lo más difícil es descubrir cuando deja de ser sospecha y se transforma en realidad; de todas formas cuando aquello ocurre, si es que ocurre, estamos tan olvidados ya que ni siquiera lo juzgamos, y mientras tanto el tiempo pasa, algunos personajes quedan y aquellos que intentan expresar el cambio están en el filo de la cornisa de las sospechas públicas “hasta que demuestren lo contrario”.
Están todos listos para salir a la cancha, las urnas nos esperan en pocos días, evidentemente está en nosotros una vez más dejar el cansancio y la desilusión e intentar construir. Aquella vieja expresión popular ¡Qué se vayan todos! es sin duda una de las principales cosas que debemos cambiar. Si, seguro, muy a pesar de todo, claro está.
Claudia Fernández
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