Sociedad

Cuando en todos lados decían que no, Estados Unidos les abrió la puerta

“Fue un milagro. Creo que tiene que ver con nuestra fe a la Virgen de Lourdes, a la que le fuimos a rezar para que nuestro hijo estuviera bien, luego de eso nos llamaron para decirnos que había una posibilidad, y acá estamos, muy felices”, sostiene una y otra vez Romina al hablar de su hijo Juan y al referirse a las circunstancias por las que tuvieron que pasar para llegar a este final feliz. Juan tiene 11 años y padece de cáncer de riñón; su médica, con la que está en tratamiento hace más de un año, les había dicho que en este país no había posibilidades; sin embargo, un contacto que hizo con un hospital de Estados Unidos les devolvió la esperanza.

“La doctora hizo una consulta para ver si conseguía algo porque ya estaba todo perdido. En ese momento aparece este hospital, en donde dicen que sí, se puede operar y que ellos se hacían cargo de la cirugía y de todos los gastos que corrían por cuenta del paciente. Fue de un día para el otro. Un día fuimos a verla y nos dijo “miren papás, ya no podemos hacer más nada; los cirujanos no saben qué hacer; acá no se puede operar; voy a hacer una consulta pero como para liquidar todas las esperanzas”. Y a los dos días me llama y dice: “mandé la consulta; me dijeron que sí, que sí se puede, pero que Juan tiene que viajar a Estados Unidos”. El 5 de diciembre ya estaba todo perdido, y el 7 nos daban la noticia de que sí se podía operar y de que teníamos que decidir ahí si lo íbamos a mandar o no. Sin dudarlo, dijimos que sí”, cuenta.

Desde el nosocomio de Estados Unidos corrían con todos los gastos, pero hacía falta pagar el pasaje, y todo lo necesario para poder viajar. Contrareloj, y luchando con un sistema que, habitualmente no repara en este tipo de urgencias, Romina y Lucas comenzaron a recibir ayuda de gente que los conocía y se enteraba de lo que estaba sucediendo. “Nos ayudó gente, nos ayudó la familia, y papás del colegio. Viajó solamente el papá con él, porque no tuvimos apoyo de ninguna institución ni del Estado, alguien que viniera y nos dijera “bueno, tomen, acá están los pasajes para que pueda viajar toda la familia completa. Por eso, viajaron ellos y yo me quedé acá”, cuenta la mujer en una postura que no representa una queja, sino más bien, la sensación de no entender determinadas prioridades de quienes deberían contener en este tipo de situaciones.

El presente
El 11 de enero, Lucas y Juan partieron para Estados Unidos, y regresaron el 26. La rápida recuperación del niño, hizo que el pos operatorio se desarrollara con éxito, a pesar de que continúa con tratamiento. A la hora de destacar acciones, la mujer habla de la colaboración desinteresada de mucha gente, pero no puede dejar de mencionar “la indignación y desazón” que le provocan otras situaciones: “Ahora que me tocó a mí estar de este lado, puedo decir en primera persona que se siente una triste falta de solidaridad y de apoyo de las autoridades. La salud en este país está años luz de lo que debería ser. Uno, que está pasando por una situación muy difícil, además tiene que pelear por sus derechos. Hay cosas que la gente no sabe. He visto otro caso, por ejemplo, el de una nena de Alta Gracia y por la que siempre andan pidiendo dinero para distintos tratamientos. Es muy poco humano que esto sea de ese modo”, manifiesta, y hace una larga lista de agradecimientos.

«Quiero agradecer en nombre mío y de mi familia a todas las personas que nos ayudaron. A Lozada viajes en especial a Cande, al equipo de voley de adultos del club los Andes, al equipo de Potrero de Garay. A los padres del Instituto Manuel de falla, a mi hermano Martín porque sin su apoyo hubiera sido imposible, a mi hermana Carina, a Natalia y a Florencia del Sanatorio Allende, Al equipo de Oncología del Sanatorio por acompañar en todo momento -desde el guardia hasta las chicas de limpieza siempre con un gran amor para dar-. A mis padres, a mi sobrino Alejandro que con su corta edad nos acompañó a recaudar dinero y durante todo el proceso estuvo a nuestro lado. A mis padres por el inmenso amor y aguante que nos hicieron, a la Seño Eugue, a la Seño Cari, al profe Juan y al profe Roberto; y  en especial a ese país por darle la oportunidad de ganar esta batalla a mi hijo».

Cabe destacar que la familia hace hincapié en que «ésto no se da en todos los casos, debido a que las circunstancias médicas hacían que su caso fuera considerado por ese hospital»: «Mucha gente nos pregunta el nombre para hacer los trámites y ver si tiene posibilidades, nosotros no queremos dar a conocer los detalles tanto de la médica que hizo la consulta como del lugar debido a que eso es algo que sólo los especialistas pueden valorar».

Por otro lado destaca, el funcionamiento de otras organizaciones que trabajan de manera desinteresada. “Hay muchos papás que no conocen que su hijo tiene derecho a seguir estudiando cuando aparece esta enfermedad, por ejemplo. Hay una asociación que nos acompaña, que se llama Semillas del Corazón, son maestros que se dedican a eso, a darle clases a niños que padecen de este tipo de patologías y que no pueden ir a clases. Son muchas las personas que llevan adelante trabajos de este tipo del que nadie se entera”, agrega quien pretende que esta historia sirva como motivación para otros padres que pasan por situaciones similares.

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