«Cuando ayudar al otro es una vocación, ya deja de ser algo que te llena el alma. Te destroza el corazón»

Anoche pasaron unas 8000 personas en la primera noche de Mionca, el Festival de Food Trucks de Alta Gracia. Entre los más de 20 vehículos gastronómicos y un gran escenario con música blues en vivo, se encuentra una carpa con una energía, una onda y por sobre todo una misión muy particular: allí están, realizando su arte con fines solidarios, los chicos de la “Rock and Pelu” de “Coco” Capdevila el peluquero del rock y la fundación “Un tatuaje por una sonrisa”.

Juan Pablo Rodríguez es tatuador y creador de “Un tatuaje por una sonrisa”, que ganó en 2016 el Jerónimo de la Gente, el principal galardón que entrega la Municipalidad de Córdoba.
Rodríguez, que por más dos décadas sufrió de adicciones a la droga, trabaja desde 2015 en brindar apoyo, contención e inclusión social para jóvenes, con problemáticas vinculadas no sólo con las adicciones, sino con la pobreza, la exclusión y las enfermedades terminales.

En diálogo con Resumen, mientras trabaja en su stand en Mionca, nos cuenta cómo fue su historia, que ya ha recorrido todo el país.

Un día vos te diste cuenta que más allá de perder tu vida, te estabas perdiendo la de tu familia.

Sí. Ya hace veinte años que yo era adicto a la cocaína y leí una frase de mi hijo, que en ese momento tenía 10 años, que decía “Odio a mi papá” en un cuadernito y de ahí me hizo un click en la cabeza y dejé de consumir.


Y de ahí a la gente, ¿cómo fue el camino?

Quería que mis hijos vieran que su papá sirve para algo. Soy hincha de Belgrano y estaba en la barra. Se me ocurrió en ese momento, faltaba poquito para Navidad, tatuar a los hinchas en cambio de un juguete. Le tatuaba un electrocardiograma y ellos me dejaban un juguete. Hice un viaje con todo lo recaudado al Norte, con dos traffics llenas.

Hasta que armaste la ONG “ Un tatuaje para una sonrisa”
Una señora me trajo un bolso lleno de juguetes, alimentos, ropa. Un hombre un colchón. Yo los recibí y así empecé con mis viajes solidarios. Al día de hoy tengo hechos más de 60 viajes al Norte de Córdoba, otros al Chaco. Entregué 160 sillas de ruedas, entre otras cosas, y ahora tengo una fundación física que además ofrece talleres de artes y oficios.

No se trata sólo recaudar y donar, entonces.
Para mí recaudar y hacer donaciones es lo mínimo. Yo me inclino más hacia la idea de asistencialismo. No es que no me guste donar bolsas de ropa sino que me interesa realmente ver qué es lo que necesita para seguir adelante. Una motivación, una solución.

¿Cómo armaste todo el circuito de recaudaciones?
Yo empecé con la redes sociales. Antes de hacer esto tenía 400 amigos en las redes, 350 consumían drogas, 40 vendían y 10 jugaban al póquer.
Ahora tengo casi 400mil seguidores de todo el mundo y aprovecho esto para conectarme.

¿El tema del tatuaje vinculado a una fundación solidaria es tal vez algo más accesible, un lenguaje más cercano para las jóvenes?
Sí, por ahí llama más la atención, algo nuevo. Muchos chicos se me acercan justamente porque yo he sido adicto y sienten que hablamos el mismo código, que yo los voy a entender. Y además de recauadar puedo concientizar, dialogar sobre de qué se trata la fundación, de dónde venimos.

A propósito de Mionca, ¿qué te parece y cómo llegaste aquí?
Me llamaron los chicos de la producción y me ofrecieron el espacio con carpa, para poder recaudar. Yo lo hago en el Cosquín Rock, gracias a José Palazzo que es amigo.

(José Palazzo estuvo tocando anoche en Mionca con los Mentidores, grupo blues rock del que es productor)

Una pregunta que tal vez suene a lugar común: ¿ayudar al otro es una forma para seguir ayudándose a uno mismo?
Ayer una chica me preguntó si hacer esto me llena el alma. Y para mí cuando uno toma todo esto como parte de vida, cuando ayudar al otro es una vocación, ya deja de ser algo que te llena el alma. Te destroza el corazón. Es duro ir al Hospital de Niños a llevar juguetes a nenes que se están muriendo, o a niños en el Norte que andan descalzos. A veces no te llena, algo te vacía.

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