Es un domingo de verano en Madrid. Un hombre diagrama una obra de arte callejero y otro se le acerca y lo increpa, pidiéndole que pare. El que quiere dejar una marca en la ciudad es Matías Varela (33), un artista plástico cordobés radicado en Alicante (España) desde hace tres años. El que lo quiere impedir es uno de sus ídolos, el cineasta vasco Alex de la Iglesia (El día de la bestia, La comunidad). El motivo es, cuanto menos, bizarro, y se sabe al día siguiente: Alex creyó ver a Matías cortando huevos duros y tirándolos a la calle. Eran las bolitas de telgopor que el argentino usa para hacer grafitis en braille, una forma de expresión que le posibilita, al mismo tiempo, incluir a las personas ciegas en el arte y dejar a los videntes temporalmente en offside.
¿Por qué el formato? “Me parece buenísimo conceptualmente, más allá de lo que diga el mensaje en sí. El primer impacto es para que los videntes se den cuenta de que nuestro sistema y nuestras ciudades excluyen a las personas no videntes y que por un momento, al frente de esa obra, ellos estén en offside y no entiendan lo que quiero poner ahí”, explica Matías. En ese sentido, pretende que sus piezas funcionen como “ideas piña”, que sacudan a los transeúntes y les permitan contemplar la realidad desde otra perspectiva.
Sobre las frases que forma con los puntos blancos en las paredes, el artista confiesa que a veces están más dirigidas a él mismo que a sus posibles espectadores. “Má, estoy bien”, “Confía”, “A alguien se le ocurrió esto” y “304 kilómetros” son algunas de las que desparramó por el mundo. A la primera hay que rastrearla en Nueva Córdoba, y a la última, en Granada (España). En un ambiente contaminado a nivel visual, algo tan simple como expresarse de una manera distinta a la que estamos acostumbrados rompe con lo establecido y llama la atención, dice el artista.
Fue en búsqueda de la creatividad y de poder plasmar un concepto que abandonó su trabajo en una agencia publicitaria en Córdoba y se radicó en España, para relacionarse de una forma diferente con el arte. “Pasé de ser director creativo a ser un artista grafitero en braille”, resume. Y ese pasaje le exigió dejar atrás todo espacio delimitado por cuatro paredes. “Estar todo el tiempo encerrado no te deja ver lo que realmente hay afuera. En mi estudio, en la casa, en la agencia o en la oficina se pueden hacer cosas, pero en la calle se pueden hacer muchas cosas más”, define el cordobés.
Otro aspecto que destaca de este tipo de obras es el hecho de no poder controlar lo que sucede alrededor. Un día lo increpa Alex de la Iglesia porque cree que corta huevos, y otro día le llega un mensaje de una persona con un pariente ciego felicitándolo por su trabajo. En este punto, aclara: “Yo no tengo ningún familiar ni conocido que sea no vidente, pero tengo la posibilidad y siento la necesidad de hacer cosas así. Hay una necesidad de integrar a estas personas al arte que no está cubierta, y si la integración no viene por lo social o lo político, al menos que pueda venir por esta rama”.
Seguí los trabajos de Matías en instagram.com/artxmiv.
Fuente: La Voz del Interior