Editorial

Concejo Deliberante tibio, y con gusto a poco

No es secreto que la conformación de las listas de concejales responde más a un acomodamiento maquiavélico preelectoral, que a un plan estratégico que considere tareas, saberes, oficios y, por sobre todo actitud, proactiva hacia el vecino.

El partido o coalición que gana las elecciones tendrá sus primeros nombres atareados como Intendente y Vice. Por otro lado, quienes pierden, serán representados en el Concejo por sus hombres (o mujeres) fuertes, los que se postulaban para dirigir a la ciudad.

En este barajar de cartas, el actual cuerpo legislativo arrancó sus sesiones con una UCR con sus cabezas de serie, y el ingreso de María Inés Carignani, ex Secretaria de Cultura y de larga trayectoria política.

Ajedrez
Por otro lado UPC, desde el vamos, reservó algunos nombres claves para el Ejecutivo (Pérez y Roca), como era lógico y sentó en la mesa del Concejo a algunas piezas claves del torrismo, tal como pasó con el hermano del Intendente, Marcos Torres; y por otra parte un peso pesado todo terreno, Roberto Urreta. Ambos siempre estuvieron listos y a disposición para partir hacia cargos de mayor responsabilidad. El bloque de 5 concejales quedó así completado con Daniela Ferrari, centinela de Saieg, la figura ambigua de Gabriel Medina, titular del gremio municipal Sitramag y Mariano Agazzi, ex Director de Desarrollo Social de la gestión de Irene Ludueña, torrista sin un claro empuje político. Un cuerpo legislativo bipolar, sin la segunda minoría, función que cumplía Rodrigo Martínez o Julia Elías, en la gestión de Walter Saieg.

La discusión
Hace unos meses atrás el ex Ministro Hugo Testa (artífice político del actual intendente) afirmaba que era necesario elevar el nivel de discusión del Concejo…sería interesante volver a preguntarle ahora que la situación cayó aún más en la pantomima.

Ya no están los concejales de pilas de carpetas de proyectos como Maximiliano Caminada, quien se esmeraba y hasta ponía incómodos a sus pares. Ni siquiera hombres de choque como Iván Poletta, que desató más de una polémica por su actitud confrontativa (más que de contenido, claro). Con la salida de Marcos Torres y Roberto Urreta (no a caso en simultánea, como si todo eso fuera un juego de equilibristas) el bloque de UPC se inclinó abruptamente hacia el saieguismo. Los lugares fueron suplantados por Jéssica Heredia, una joven que entró casi de casualidad (la novena concejal) y aún no logra salir de esa postura; y el camaleónico Jorge De Nápoli. El jefe del bloque, Mariano Agazzi,en tanto, sigue comprometido “al proyecto” pero…aún sin un peso propio. Alentada por esa situación coyuntural, asoma la cabeza Daniela Ferrari que está mostrando más carácter político, aunque solo se muestra en este aspecto, porque brillan por su ausencia los proyectos.

Lo fuerte de UPC hasta el momento son algunos reconocimientos a eventos culturales, vecinos destacados, excepciones y no mucho más que eso. Frente a ese panorama, los radicales embebidos en una interna ya casi edípica, empiezan a mirarse con más cariño y con un aire a “Sí, se puede” trayendo o tratando de imponer más debate de fondo.

¿Para cuándo?
Lo triste de todo eso, es que mientras dedicamos líneas y líneas a describir el tablero del Concejo con todas sus piezas, no podemos agregar mucho acerca del desempeño en cuanto a lo que debería ser su real labor.

Un concejal es una persona elegida por el pueblo para defender los derechos de los vecinos, procurándoles mayores servicios con el propósito de mejorar su calidad de vida, elevando al Departamento Ejecutivo proyectos y propuestas para que éste los haga cumplir, dice la Carta Orgánica.

El oficialismo debería ser el nexo entre el equipo de gestión y la población, marcando el rumbo, llevando casos particulares y colectivos y evaluando el alcance legal de la gestión. Ordenanzas y proyectos que hagan que la gestión trascienda, porque no todo lo que nos va a quedar es obra pública, también son leyes que marcan el cambio de la ciudad.

La oposición, en tanto, sigue buscando el punto y coma en cada proyecto, viendo el árbol en vez del bosque y con tibios aportes que sólo dejan en claro el poco compromiso que propios y ajenos tienen en torno a su función.

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