El megaevento de Carnaval de los Rojas fue sin duda un éxito. Cumplió con las expectativas del público, le brindó brillo y éxito a la Municipalidad de Anisacate y al Intendente Zalazar, vio el desfilar de autoridades provinciales y puso como grandes emprendedores de la zona a la familia de músicos. Estos últimos con doble mérito: lograron un evento convocante, invirtieron y movieron la economía en la zona en la que viven (hecho que no hay que dar demasiado por sentado).
La comparación con Colectividades es inevitable, sobre todo porque está en la boca a boca de todos. En cierta medida es acertada, pues ambos eventos cuentan con la participación del Estado Municipal, mueven multitudes, implican enormes escenarios, carpas, despliegues, comida, entradas y sobre todo una grilla de artistas que requiere una gran inversión. Colectividades vive un ocaso que a veces parece irreversible desde, por lo menos, que se mudó al predio del Polideportivo. Una elección obligada, por la seguridad de los visitantes, la preservación del patrimonio, logística, estacionamiento, ruido, sonido…etc. Pero también por el tamaño que estaba adquiriendo y el sueño de hacer de la Fiesta Mayor “El evento más convocante de Córdoba”. Tal vez, tal como es, esa Fiesta no está para eso; y ese, el de la ambición, es el mal que padece. Porque su formato y objetivo se fueron desdibujando hasta que quedan solo pesados deberes: su eje, su forma, las obligaciones de mantenerla atada a sus tradiciones, el vínculo demasiado estrecho con la Municipalidad, la Comisión, tener que priorizar a las colectividades y la actividad comercial y el peso de una grilla que ya debería ser siempre de primer nivel… hicieron que algo, con el tiempo, se desequilibró y parece no tener fácil solución. Ni hablar del compromiso político de emplear una desmesurada cantidad de personal que pertenece a uno u otro partido o, como en los últimos años, a una u otra línea peronista.
Y la toldería del Bv. Alfonsín, otra decisión de la que nadie parece poder prescindir porque genera plata pero también una fiesta alternativa por fuera de los esquemas, de la estética y de las puertas del predio. Un predio que, dicho sea de paso, tampoco funciona. Si comparamos los dos eventos, en Colectividades se propusieron 5 noches (contra las 8 anteriores), dos mediodías gratis; el Carnaval cuatro noches y una gratis el viernes. La entrada al predio en ambos casos era suficiente para ver el show, lo que representa la gran apuesta de Marcos Torres. En el caso de la fiesta de Alta Gracia, salvo la tribuna (que no gustó), sin diferenciación de precios. Por orden de llegada, como se diría y con un costo más que accesible.
En cambio en Anisacate se mantuvo el tradicional formato de “si pagás más, tenés un mejor lugar”, con tanto de VIP. Y funcionó. Con una entrada general de 800 pesos en las dos noches principales (más del doble de Colectividades) hasta llegar a los casi 3 mil pesos de la zona más prestigiosa. Hay algo entonces que parece incomprensible si se lee solo desde lo empresarial o del balance. La gente no es que no quiere pagar para ir a un evento o ver a una gran estrella: no quiere pagar para ir a Colectividades. Si bien hay dos mega eventos de entrada libre y gratuita en la ciudad que no paran de crecer, como lo son Peperina y Mionca, el tema no parecería residir en el gasto de la entrada.
Todos los años, para la gente Colectividades está demasiado cara o demasiado poco atractiva. “No habría que pagar”; “debería ser gratuito”, “una familia no puede enfrentar ese gasto”… y así cientos de comentarios. Pero Anisacate se llenó y el público fue parecido. Así como Jesús María y Cosquín con sus respectivas entradas, funcionaron. ¿Por qué la gente no quiere pagar para nuestra Fiesta? Año tras año las Comisiones buscan ver cómo encontrar la punta del ovillo. Más carpas, más cultura; menos carpas, más espacio; muchos artistas de renombre o una sola gran estrella; más folclore o más cuarteto… y siempre suele pasar lo mismo: la frazada corta contra la opinión pública para la que Colectividades parecería nunca valer la pena.
Entonces, si es posible que un evento dos semanas después y a tan solo pocos kilómetros con estrellas como Jorge Rojas, la Sole, la Mona, entre otros, lleve a miles de personas a hacer colas en la ruta, pagar estacionamiento, pagar una entrada, comer en los puestos locales…¿por qué en Alta Gracia no? Una posibilidad es que la politización del evento por el rol del Municipio lo tenga condenado. Todo el año se habla hasta diciembre de la edición anterior, hasta que arranca la nueva ya bajo nubes oscuras (figurativas aunque en esta edición el clima hizo lo suyo). En este caso, no habría que municipalizarla como sugiere Pablo Ortiz, porque sería como una sentencia definitiva tal vez porque, al parecer, la gente no es que no quiere pagar; no le quiere pagar al Municipio y al Estado, pero con más ganas lo haría con privados. O tal vez admitir que algo en su esencia realmente no funciona, hacer borrón y cuenta nueva, buscar expertos y privados y ver si se puede renovar en serio, actualizar y recuperar este evento que, vaya como vaya, siempre es una daga que pende sobre el Intendente de turno.
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