El día amaneció con un cielo limpio, pero con vestigios del frío cruel de la noche anterior. En definitiva, era pleno julio y no tenía por qué no hacer frío.
Desde muy temprano, la calle Avellaneda tuvo una policromía distinta, de todos los puntos de la ciudad, se acercaba gente rumbo al Museo del Che. Se había corrido la bolilla que Fidel vendría a Alta Gracia, y se llegaría a conocer la casa donde su compañero de lucha había vivido sus primeros años. Nada confirmado. Nada oficial, solo rumores de que vendría.
Y la espera fue larga. Apenas amanecía y ya había gente junto al chalet Villa Nydia. Y como, dice la canción de Zitarrosa, la gente fue llegando desde el pie… despacito, hasta ser una multitud al aguardo de la posible llegada del líder revolucionario cubano. Al medio día, entre seguidores, convencidos, escépticos, detractores y curiosos, Fidel había convocado a una multitud.
Porque Castro no fue un hombre más en la historia del mundo. Fue un líder al que muchos podrán idolatrar y otros tantos denostar. Pero un líder con todas las letras, más allá del pensamiento político de unos y otros; y eso es innegable.
Pasado el mediodía, Fidel Castro Rus y Hugo Chávez arribaron entre cánticos, aplausos y un riguroso operativo de seguridad. Fidel con su habitual traje de fajina, Chávez con su tradicional camisa roja.
Fueron recibidos por el entonces intendente Mario Bonfigli y su vice, Hugo Pesci, quienes hicieron de anfitriones recorriendo la casa donde viviera la familia Guevara Linch en tiempos en que el Che, era simplemente, Ernestito.
Fidel se hizo un tiempo para saludar a la multitud, recorrió las habitaciones de Villa Nydia, recibió distinciones de la municipalidad y charló con los amigos de la infancia del Che.
Una vez finalizada la visita, alrededor de las 14:20 horas, Fidel y Chávez volvieron a subir al vehículo que los había llevado hasta nuestra ciudad, rumbo a Córdoba. La noche anterior, gélida, el líder cubano había encabezado un multitudinario acto en la Ciudad Universitaria, en el que formuló una fervorosa defensa del bloque regional, pregonando la unidad latinoamericana “para derrotar el imperialismo de Estados Unidos”. Tanto Castro como Chávez habían participado, junto a otros mandatarios latinoamericanos, de la Cumbre del Mercosur, que se había llevado a cabo en Córdoba.
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