Caminar barrio 1º de Mayo es encontrarse cara a cara con una realidad que duele, que molesta y que pareciera no tener soluciones en lo inmediato. Los vecinos hablan de necesidades básicas. Junto a una de las tantas casas de techo de plástico y paredes de material descartable, hay un galpón de apenas 2 x 2 que hace las veces de central eléctrica. Adentro hay una precaria caja llena de cables desde donde se distribuye energía a muchas familias. El galpón mismo está hecho en madera y plástico, todo lo que es poco recomendable a la hora de hablar de un sitio con alto riesgo de incendio. “Desde acá sale luz para buena parte del barrio. Esto es un peligro para todos. Cuando llueve entra agua y si hay un corto, se puede prender fuego todo”, cuenta Carolina, que desde hace 10 años vive en el barrio con sus 4 hijos y 2 nietos.
A la hora de las estadísticas, hay que decir que el asentamiento existe desde el año 1994 cuando las primeras familias ocuparon terrenos lindantes a las vías del ferrocarril, cerca del cruce con la Autovía. El año pasado, se le otorgó el reconocimiento de “barrio”. En la actualidad viven aproximadamente entre 3200 y 3500 personas, distribuidas en 400 familias, extendiendo sus límites a lo largo del tendido vial hasta pocas cuadras de la Av. Hipólito Yrigoyen.
Pero los vecinos que allí habitan se niegan a ser solo estadísticas: “Las principales necesidades son las básicas como el agua, la luz, seguridad, salud, calles, viviendas. Somos barrio pero no tenemos la atención que tienen otros barrios. Las calles son intransitables y cuando pasan la máquina arrancan las mangueras por donde nos llega el agua y nos quedamos sin servicio”, sigue contando Carolina. Es que el sector carece de una de distribución de agua como corresponde, con una red troncal; en su lugar lo que existe es un sistema de mangueras de escaso diámetro todo atado con alambres que cruzan la calle casi al descubierto.
Los problemas se entremezclan y son prioritarios los que tienen que ver con la salud, la insuficiente iluminación que conlleva a temas de inseguridad, la contaminación por residuos y por desechos cloacales y a las condiciones de habitabilidad que tiene la mayoría de los vecinos del sector. Entre todos esos problemas, surgen algunos que exigen urgente resolución: “Tengo 59 años, soy discapacitada y desde hace 17 años espero que me den una solución para poder vivir dignamente, sin suerte”, cuenta Gloria Salgado.
Días atrás, luego de que los vecinos irrumpieran en el recinto del Concejo Deliberante, funcionarios y ediles estuvieron recorriendo el barrio y tomando nota de la realidad. “Los problemas ya los conocemos, sucede que no hay soluciones mágicas y muchas veces las que hay, no están al alcance del municipio. Igualmente buscaremos la manera de solucionar los problemas puntuales más urgentes junto a la gente de Desarrollo Social”, apuntó el concejal Roberto Urreta luego de la reunión.
Desde el Municipio apuestan a una solución de fondo que depende de fondos de la Nación para una obra integral en el barrio. Por ahora, los vecinos siguen esperando y reclamando respuestas.
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