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Todo por los niños: historia de una voluntaria en Africa

Jessica Romero es una altagraciense de 27 años recién cumplidos. Su vocación de servicio y –por qué no- sus ganas de encontrarse a sí misma, la llevaron a un lugar lejano,donde trabaja y vive en un escenario muy particular, distinto a cualquier otro que haya conocido en su vida. Jessica hoy trabaja de voluntaria para una ONG en Mozambique, en la zona sur del continente africano.

¿Qué te llevó a viajar hasta Africa?
No tuve Africa como primera opción, me llevó la circunstancia. Comencé buscando por Latinoamérica (sobre todo por el idioma), pero las ONG con que hice contacto sólo pedían personas ligadas a educación y salud.

¿Y en la que arreglaste, qué pedían?
Solo ganas de ayudar. Yo estoy haciendo la carrera de marketing, que se podría haber implementado en cualquier ONG.

Cuando viste destino Africa, ¿no te dio un poquitín de miedo? Por lo desconocido…
Siii, bastante

¿Y qué te decidió?
Creo que fue que ya no veo tanto “el valor de la persona en sí”, sino que empecé a valorar otras cosas, a priorizar otros valores.

¿Con quiénes estás allá?
Trabajo junto a las Hermanas Pilarinas, una congregación de 4 religiosas que trabajan con niños desnutridos. Son dos hermanas españolas, una colombiana y una brasileña.

Contamos en dónde estás…
Estoy en Nacala, en Mozambique, una ciudad de 200 mil habitantes. Es la puerta al norte del país y de Africa. Es una ciudad costera sobre el Océano Indico y yo trabajo en las afueras, en el barrio de Nacala Alto.

¿Con qué panorama te encontraste al llegar?
Me encontré con gente que se ayuda entre sí, que necesita hacerlo. Acá el 95% de la población es de religión musulmana, y provienen de la etnia Makúa que originariamente eran nómadas, no se establecían y hoy en día es muy difícil acostumbrarlos a la rutina del trabajo organizado. Ven la vida y la valoran de otra manera. Por circunstancias sociales y económicas, la mayoría vive en la pobreza pero la abordan de una manera que les permita sobrellevarla lo mejor posible. En el lugar donde estoy, la gente no muere de hambre, ya que la pesca viene a suplir necesidades, pero igual la pobreza es importante.

La tarea no debe ser sencilla…
No, para nada. Es un trabajo de hormiga instaurar la cultura del trabajo, que tampoco abunda, por cierto. Pero también en otros órdenes como la salud. A muchos no les gusta ir a médicos, prefieren ir a los “feticheiros”, a los curanderos. Están muy arraigados a sus tradiciones.

Y en ese panorama, ¿qué tareas realizás y cómo hacés para “entrarle” a la gente con otro idioma, otras costumbres, otra raza y religión?
Yo estoy a cargo de los más peques. El nene más grande tiene 3 años. Ellos llegan a la mañana temprano, les damos su desayuno, los bañamos, los arropamos, les damos remedios, que duerman un rato en una cama. Los estimulamos a que jueguen porque acá los niños no juegan mucho, y les hace falta. Por ejemplo, tengo a cargo un nene de 2 años que por razones de desnutrición es semiparalítico y su mamá, como que no se ha interesado en hacerle los tratamientos básicos para recuperarlo, y lo hacemos nosotros.

¿Con el idioma cómo se hace?
Acá, además de su dialecto (makúa), se habla portugués y más o menos nos entendemos. En mi caso, por ser “la nueva”, me toman como novedad, pero con los días ven que estás para ayudarlos y se van acercando más y mejor.

Físicamente, ¿cómo es el lugar donde trabajás?
El Centro consta de una enfermería, tiene huerta propia, una cocina industrial y un comedor. Se autoabastece. La mayoría de los médicos y enfermeras son mozambicanos, lo que también genera empleo entre los locales. Se atiende a los niños, pero también se trabaja en la concientización de las madres. Además, para la post recuperación tenemos la “escolinha” de los nenes más grandes, que es una escuela para ellos. El Centro funciona de lunes a viernes y se les da a las madres los alimentos y la leche para que los niños tengan hasta el lunes.

¿Tenés contada la cantidad de amigos que te dijeron que estabas loca por querer irte a hacer lo que estás haciendo?
Nooo, de todos recibí mucho apoyo, pero la mayoría me lo dijo, claro, que estaba loca, pero me entendieron.

¿Quiénes quedaron en Alta Gracia? Familia, novio…
Solo familia, que también me apoyó sin peros.

Sos voluntaria, ¿de qué vivís en Africa?
Para venir tuve que tener dos trabajos. Además, me ayudaron. Acá, las hermanas me brindan la comida y un cuarto para vivir.

Haciendo un balance hasta ahora, ¿encontraste lo que fuiste a buscar?
Si. Definitivamente, si. Me siento útil, siento que hago una tarea que me enriquece el alma.

Si pudieras rescatar lo más importante de esta experiencia, ¿qué dirías?
Me quedaría con la sonrisa de los mozambicanos, que a pesar de su vida simple, rudimentaria, básica, siempre tienen buen humor y una sonrisa. Y de los más pequeños, ver lo increíble que es que con sus raquíticos y diminutos cuerpos la peleen para salir adelante. Eso es increíble.

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