Editorial

Por los derechos: Cacerolazo

Con un discurso ciego y sordo que repiten sin pensar, sólo logran darle la espalda al pueblo.

Porque era el pueblo. Era tan pueblo esa multitud reunida en la Plaza Solares pidiendo conocer los verdaderos números de la inflación, como cuando otra multitud dijo “basta” a las fumigaciones.

Era tan pueblo esa multitud pidiendo que no haya re reelección, como los que frente a la Municipalidad piden terrenos y trabajo.

Era tan pueblo esa multitud pidiendo que se respeten los derechos de los discapacitados, como cuando se pidió por el basural o por los arroyos o por la Iglesia.

Los reclamos son genuinos y ya no pueden negarlos o subestimarlos alegando que son “gente bien”.

Yo vi en la Plaza Solares a jubilados, a personas con discapacidad, a estudiantes, a docentes, a escritores, periodistas, artistas, comerciantes, abogados, amas de casa, arquitectos, desocupados, familias enteras golpeando sus cacerolas. Con el rostro descubierto, sin miedo, sin vergüenza, sin dudas, sin actitud golpista, sin violencia, sin líderes partidarios, sin ninguna promesa a cambio de estar ahí.

Yo vi en Plaza Solares una multitud cansada de tanta hipocresía. Y nadie pedía que se terminaran los beneficios sociales. Se pedían derechos para todos, respeto por la Constitución, acceso a la verdad ¿Tan difícil es de entender?

Algunos periodistas sin escrúpulos tildan a los manifestantes de “gente bien”, con tono peyorativo, casi con desprecio por esta clase media que sólo lucha por sobrevivir. Dese hace años que la clase media intenta no desaparecer como ha sucedido en tantos países de América.

Esta clase media que no entiende de periodistas y funcionarios que escriben y hablan con la izquierda pero que después cobran y se enriquecen con la derecha.

Lo único que hemos logrado es tener nuevamente un país dividido. Y los medios hemos alimentado ese odio separando al pueblo entre los que ven 6,7,8 y los que escuchan a Lanata; entre el 8N y el 7D.

“Divide et impera” (divide y gobierna) multiplicada en el conocido refrán “Divide y reinarás” le es atribuida tanto al dictador romano Julio César como a Nicolás Maquiavelo. Lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta su autor o su origen, se cree que nace de la conquista de los romanos quienes, siendo menos, lograron imponerse y expandir su imperio.

“Divide y reinarás” que el pueblo se divida mientras otros se llenan los bolsillos. Un pueblo dividido y enfrentado es un pueblo incapaz de entender o de pensar en el otro. Un pueblo donde nos hacen creer que tener una casa o un auto o un título es ser “gente bien” y por lo tanto inhabilitados para manifestarse o para exigir derechos. Tampoco se soluciona el problema de la otra gente, ¿acaso la llaman “gente mal”? con subsidios, ni con tierras. Si no se genera trabajo digno y no se da educación en serio, sólo se reproduce la pobreza, bajo un discurso hegemónico que sólo parece buscar el enriquecimiento y la perpetuidad en el poder.

Tenemos derecho a no estar de acuerdo, tenemos derecho a manifestarnos, tenemos derecho a decir lo que vemos mal, tenemos derecho a pensar. No hay derecho a que ningún medio descalifique esta expresión democrática sólo porque recibe publicidad oficial del Gobierno Nacional.

“Oíd mortales el grito sagrado”, la canción más bella en boca del tenor Luis Lima, (quien también asistió a la manifestación),  fue coreada por 500 vecinos que ese día en Alta Gracia se sumaron a las cientos de ciudades del país donde se repitió la protesta.

Señora presidenta, no somos fachos, ni gorilas ni golpistas. No queremos que deje el poder que ganó en forma legítima. Queremos que escuche, que vea este pueblo dividido. Que gobierne para todos y todas. Que esta democracia sea verdadera, que no compre a los medios ni a los periodistas, que no compre los votos de los más humildes, ni el de los adolescentes. Esta clase media no responde a Clarín, ni a Moyano, ni a Lanata.

Escuche. Esas cacerolas sonaban a Libertad.

 

Silvina Gatti

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