Editorial

In seguridad. Entre la “sensación” y “la realidad”

Si realmente la inseguridad es una sensación, deben ser mentiras los casos de robo (que suman 3 promedios por semana), deben ser producto de la imaginación los arrebatos (que actualmente suceden a diario) y seguramente soñamos la cantidad de hechos de sangre que se están viviendo en la ciudad en los últimos meses.

Parece que hay una continua necesidad de ocultar la situación, de hacerla lo más insignificante posible para llegar a no sé qué errónea idea de realidad.

Seguramente será porque muchos casos son producto de la “mala suerte” de aquel que transita el lugar equivocado, a la hora equivocada, ¿no?

Dicen los que saben que “la mala suerte” no existe y que “los accidentes” ocurren porque no hay una correcta distribución en el tablero que compone el aparato de la seguridad.

Es casi traumático ver que lo que todos sabemos y muchos sufrimos es imperceptible a la vista de aquellos que deberían tomar las medidas necesarias para que las cosas cambien.

Un grupo de estudiantes de 5º año de una escuela de Río IV resume lo que a muchos parece que les es difícil ver. Entre otras cosas plantean lo siguiente:

“Los principales factores causantes de inseguridad son: fuertes tasas de desempleo, de empleos precarios y de actividades marginales, hábitat degradado, urbanismo sin alma, discriminación entre grupos provenientes de diferentes etnias y sectores sociales, y drogas”, escribieron, entre otras cosas.

Lo mismo ocurrió hace pocos meses en el colegio secundario IPEM 97 de nuestra ciudad; ante la creciente ola de delincuencia los jóvenes realizaron una reunión para blanquear y canalizar dichos problemas.

Parece que los chicos tienen un concepto bastante real sobre lo que constituye la seguridad en las personas, parece que no debería ser tan difícil al menos buscar caminos alternativos. Da orgullo e incrementa las esperanzas vercómoo los jóvenes afrontan los problemas y se comprometen de una manera que muchos deberían imitar. El problema principal, me parece, es negar la realidad, es esmerarse para que todo parezca “color de rosas”, cuando el día a día dice otra cosa.

Entre algunos de los conceptos que remarcan los estudiantes se encuentra el hecho de lograr una economía más inclusiva que no despierte las marcadas clases sociales. Sabemos que nuestra ciudad no escapa a una realidad que es común a todos los argentinos y constante a nivel mundial, sin embargo creer que las cosas pueden cambiar desde el ocultamiento y la modificación de la realidad, es una utopía de características bastante drásticas.

Si el término “seguridad ciudadana” pone énfasis en la protección de los ciudadanos, valga la redundancia, será necesario replantearse muchas cosas y tratar de darle solución a otras que producen las diferencias sociales y resaltan la delincuencia.

¿Por ejemplo? La marginalidad es el centro donde crece y se propaga el virus de la delincuencia. Es común ver, si caminamos un poquito muchos barrios de nuestra ciudad, la ausencia de la política pública y de control. Es cotidiano, es real y es triste.

Si a esto le sumamos un sistema policial deficiente donde los uniformados tienen 4 móviles para recorrer la ciudad, recargas horarias y directivas a veces inentendibles, un sistema penal que no tiene políticas globales ante el creciente fenómeno de la delincuencia infantil; y un sistema penitenciario que lejos de curar y encaminar, potencian la transgresión, es seguro que el camino para las víctimas se hace cada vez más angosto y difícil de llevar.

Lo cierto es que hablar de la magnitud real que tomaron algunos hechos reales y cotidianos, no significa que produzca un efecto dominó imposible de detener, más bien educa, capacita y obliga a quienes deben poner las barbas en remojo a tomar las riendas y dejar de mirar para otro lado…hacerse cargo es un modo de transformar las estadísticas en opciones positivas de cambio.

Transformar significa modificar y crecer… ¿Estaremos dispuestos y preparados?

 

Por Claudia Fernández

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